Hace dos meses, el periodista estadounidense David Sirota publicó una serie de informes sobre la creciente amenaza de un intento golpista, y se preguntaba porqué los demócratas y los medios no tomaban esto con más seriedad. En cambio, se burlaban o lo recibían con escepticismo, como si tal cosa jamás podría suceder en los Estados Unidos.
Luego de los sucesos del miércoles en el Capitolio, ya nadie más se burla ni lo mira escépticamente. Allí, los insurrectos asaltaron el edificio y detuvieron la certificación de la elección nacional, mientras las fuerzas de seguridad les permitieron invadir la cámara del Senado e interrumpir los procedimientos protocolares.
Hubo una notable diferencia entre la forma en que las fuerzas de seguridad federales enfrentaba violentamente a las protestas de “Black Lives Matter”, y la forma en que permitieron que el Capitolio fuera desbordado por los autoritarios de derecha, lo que ellos sabían que llegaría a suceder.
Lo del miércoles fue una culminación de lo que estaba sucediendo en una cultura de impunidad total. El mencionado periodista propone ahora que en ese contexto, se consideren cinco puntos para comprender con qué nos estamos enfrentando aquí, porque probablemente esto continuará después de que Trump deje la Casa Blanca:
- Hace tiempo que sabemos que la extrema derecha, y específicamente, muchos seguidores de Trump, son hostiles a la democracia. Las encuestas de la Universidad de Monmouth en 2019 demostraron que cerca de un tercio de los seguidores más fuertes de Trump figuraban entre las tendencias autoritarias. Los datos del “Democracy Fund” también mostraban que alrededor de la tercera parte de los estadounidenses “dicen que verían favorablemente una alternativa autoritaria a la democracia”. Esto fue lo que se confirmó el miércoles.
- Mientras Trump trataba de culpar por la violencia a la izquierda, su gobierno restaba importancia al autoritarismo derechista y al supremacísmo blanco. Un ex alto funcionario de Seguridad de la Nación denunció que los ´jefes puestos por Trump le pidieron que modificara una sección del informe de una agencia “sobre el supremacísmo blanco, de manera que hiciera que la amenaza pareciera menos severa”. El blog www.politico.com informó que a principios del año pasado los funcionarios de la Seguridad de la Nación “han librado una batalla durante varios años para que la Casa Blanca enfrentara la amenaza de los extremistas violentos locales”, pero terminaron rindiéndose porque Trump no estaba interesado en eso. En cambio las fuerzas federales de seguridad se centraban en deportar a inmigrantes e investigar a activistas ambientalistas.
- La policía del Capitolio tiene un presupuesto de 460 millones de dólares y cuenta 2.300 miembros para custodiar al complejo del Capitolio de los Estados Unidos. En comparación, es el doble en tamaño al presupuesto del departamento de policía “de mi ciudad, que se utiliza para la seguridad de toda una metrópolis”. De algún modo, este ejército de las fuerzas de seguridad del Capitolio no pudo (o no quiso) detener a los insurrectos, que se abrieron paso en el edificio e invadieron el recinto del Senado de los EE. UU. Y no parece que hayan sido sorprendidos, pues ya habían sido advertidos anticipadamente de potenciales disturbios. De modo que es casi como si no hubieran estado dispuestos a detener el caos.
- El pedido de refuerzos de la Guardia Nacional por parte de la alcaldesa de Washington Muriel Bowser, fue inicialmente rechazado por el Departamento de Defensa (el mismo departamento cuya dirección fue purgada recientemente, y reemplazada por jefes leales a Trump). Eso no parece una coincidencia, considerando que inicialmente Trump se rehusó a llamar a los insurrectos a dispersarse.
- La insurrección fue previamente alimentada por meses con informaciones falsas por parte de los dirigentes del Partido Republicano, que continuaron impulsando la mentira de que la elección estaba plagada de fraudes. Estas mentiras se diseminaron: una encuesta del mes pasado informó que las tres cuartas partes de los votantes del Partido Republicano creen que la elección fue fraudulenta. Aunque nadie ha presentado evidencia alguna de un fraude sistemático, los legisladores republicanos en Washington continuaron alimentando las teorías conspirativas, presionando por último al Congreso para anular la elección nacional. Una fotografía previa a la invasión captó al senador por Missouri, Josh Hawley, levantando el puño ante los insurrectos que estaban llegando al Capitolio para tratar de detener la certificación de la elección.
Publicado por Jacobin el 7/01/2020
Traducción para Herramienta: Francisco T. Sobrino