23/11/2024
Por Revista Herramienta
“El «torrente espumeante» de Federico Engels, una vez libre, se derramó, fecundador, sobre regiones muy lejanas de aquellas praderas a las que el angustiado padre quería que el hijo retornara”
Gustav Mayer (1979: 28)[3]
Nunca más oportuno que ahora que se cumplen doscientos años del nacimiento de Federico Engels para apuntar apenas unas líneas de una figura tan significativa en las reivindicaciones y en la organización del movimiento obrero internacional, y de la constitución del propio discurso teórico-crítico del proletariado: de esa figura emergente de la Europa del siglo xix, a la que los clásicos le dotaban de la prestancia necesaria como para orientar la historia del mundo hacia otros derroteros, que pudieran dejar en el “basurero de la historia” al modo de producción capitalista,y al amplio repertorio de daños infligidos a “los dos manantiales de toda riqueza: la tierra y el trabajador” (Marx, 1975: 613).
Este propósito nos sirve para recordar la tan importante labor que para la difusión del trabajo de los clásicos del marxismo desempeñó el exiliado español comunistaWenceslao Roces que, luego de la caída de la República, desarrolló dos períodos de su vida en México (hasta su fallecimiento), en los cuales no solo destacó en sus labores de traducción (y que no solo del marxismo, también de clásicos del derecho y de la filosofía), sino que fue altamente reconocido por el gobierno mexicano y por la Universidad Nacional Autónoma de México, en la que, desde muy temprano, se vinculó al destacado Seminario de Problemas Científicos y Filosóficos, y a la Facultad de Filosofía y Letras. Y es que Roces, en cuanto a la difusión en nuestra lengua, de la obra de los clásicos del marxismo, continuó el proyecto que había iniciado en 1934 en la Editorial Cenit, y ya en México siguió esa tarea, a través de varias iniciativas editoriales: la Compañía General de Ediciones, Grijalbo y, sobre todo, el Fondo de Cultura Económica. Para darle dimensión a esa labor, baste con citar la expresión que de ese monumental proyecto hacía otro gran marxista hispano-mexicano, Adolfo Sánchez Vázquez:
“Marx y Engels, prácticamente desconocidos por los mismos que invocaban sus nombres en aquel tiempo. Si a esto unimos el dogmatismo, ya dominante en los años 30, que ponía a Stalin por encima de los clásicos, puede comprenderse fácilmente la importancia que tenía sacar a la luz los textos de Marx y Engels. Y ésta es precisamente la tarea a la que se consagra Roces con la fundación de la Biblioteca Carlos Marx de la Editorial Cenit, en Madrid. Es en ella donde aparece su traducción de El Capital, la primera al español por su rigor y fidelidad al espíritu de Marx.
[…]
“Este proyecto de volver a las fuentes, iniciado en España, en los años de la preguerra civil, es el que recupera y prolonga Roces en el exilio mexicano hasta culminar en su serie de Marx y Engels que, desgraciadamente el traductor incansable ya no pudo terminar”[4]
Resulta de especial importancia la actitud colaborativa, de hermandad universal, que el propio Roces le confería a su labor. En estos términos lo hacía explícito:
“mi obra de traductor yo no la enfoco exclusivamente como un trabajo hecho a una editorial. Me lo explico como un servicio hecho a la juventud y a los combatientes en lengua española, dotándolos de los instrumentos y las herramientas fundamentales del marxismo que hasta ahora no tenían. Y naturalmente que esta labor que he desarrollado me lleva un tiempo enorme y una entrega casi total”.[5]
Con relación a los trabajos elegidos para ser volcados a su trajín en la lengua castellana (en un orden de prioridad, pues su proyecto era de dotarnos, si no de la obra completa sí de la fundamental), siempre acompañó ese esfuerzo militante con un énfasis por colocarlos en referencia a su innegable sentido político, a los interrogantes que le formulaban a su tiempo, o de qué modo rebasaban esas coordenadas (de espacio y tiempo), y se acomodaban como aportaciones universales; lo cual advierte de un propósito por esclarecer la conexión de esas aportaciones filosóficas, científicas y humanísticas con sus premisas éticas y políticas; ello rige, por supuesto, más aún en el caso de los fundadores del comunismo. Por ello, sus traducciones, y más aún sus antologías contenían sendos trabajos introductorios que mostraban un profundo conocimiento del tema, una buena exploración de archivo, y una pertinente valoración de las cuestiones políticas que se ponían en juego: eran verdaderas incursiones histórico-críticas del problema. En ninguno de los autores traducidos, podría aplicar de mejor modo esa consigna de trabajo que en el caso de Engels: lo político, esto es, el campo tensional de dominación social y emancipación humana, está debajo de sus proposiciones teóricas, y desde su obra más temprana, ésas eran las razones de sus auto exigencias por construir tanto un planteamiento siempre muy bien documentado empíricamente, como exigido de una permanenteactualización, esto último en lo que concernía al saber científico, y de otrosemergentes campos del conocimiento sobre la aventura del ser humano (era el caso de sus estudios militares y de estrategia) en su condición de una especie en permanente co-evolución con las otras del planeta (antropología, primatología), y hasta hurgaba en esos tiempos inmemoriales de los mitos, por cuanto imaginaba las derivas del cuerpo celeste en su indetenible errancia cósmica.
De los materiales preparados por Wenceslao Roces no se puede decir que completen un conjunto como para ofrecer un acercamiento biográfico de Engels, no fue ése su propósito (sin embargo, sí dedicó tiempo suficiente nada menos que para traducir la que sigue siendo la mejor biografía de Engels, la que elaboró el historiador Gustav Mayer, y a la que consagró dos décadas de trabajo), pero de haberlo sido, y de poder echar nosotros el pensamiento a imaginar, habría elaborado una composición que quizás habría coincidido con uno de los más recientes trabajos en ese género, que hace de El General (tal es el sobrenombre con el que se dirigían a él sus más cercanos) una especie de Che Guevara del siglo xix (Green, 2013: 17-21).
Ahora bien, replicando esa intención comparativa de que hace uso John Green en su larga biografía, solo quisiéramos verter un elemento en que encontraríamos una notable coincidencia de WenceslaoRoces con el propio Engels; esa actitud de entrega del esfuerzo personal por una especie de valor superior o supremo: la constitución o difusión del marxismo. En el caso de nuestro personaje del siglo xix, como reconstrucción y acomodo del legado del camarada de toda la vida que no habiendo terminado la obra (por no alcanzar, el proyecto de El Capital. Crítica de la Economía Política, la condición de “todo literario” con la que Marx imaginaba debía arroparse estilísticamente su obra), demandaba ser completada al costo incluso de postergar o hasta sacrificar los proyectos individuales (de ellos, uno de los que consideraba más importantes en plena madurez intelectual, Dialéctica de la naturaleza), cuestión que compartiría nuestro personaje del siglo xx, quien, al preguntársele expresamente: “¿Su obra de traductor ha limitado su obra personal?”, respondía, hasta con cierto pesar: “Hombre, en cierto modo sí… Y naturalmente que esta labor que he desarrollado y sigo desarrollando me lleva un tiempo enorme y una entrega casi total”[6]
De los materiales en que, para ocuparnos de la obra de Engels, nos presta una magnífica colaboración la labor de traducción de Roces, destacan sus compilaciones para los dos sendos volúmenes publicados por el Fondo de Cultura Económica, los que ocupan el número ii, Escritos de Juventud(fce, 1981) y el xviii, Obras filosóficas(fce, 1986) de su proyecto de colección OFME (Obras Fundamentales de Marx y Engels).[7]Ejemplo de lo que hemos señalado en los párrafos anteriores lo dan los apartados introductorios de estos dos preciados volúmenes.[8] Interesantes, entonces, no solo por la lectura directa del clásico que posibilitan, sino por la visión tan completa que muestra el traductor: nos ofrece la visión de un militante, filólogo, filósofo, un personaje muy interesado en la recuperación histórico-crítica, política y genealógica del comunista originario de Wuppertal.
De ese volumen ii de los Escritos de juventud, en su composición panorámica, uno puede acceder, desde los remotos trabajos que fueron firmados con pseudónimo, además, desde luego, de a su clásico estudio sobre la clase obrera en Inglaterra, y a una exhaustiva compilación de trabajos sobre la historia de la organización del movimiento obrero, y de las respuestas de la burguesía. Se nos entrega un personaje muy interesante, porque de algún modo esa generación de filósofos post-hegelianos está expresando una cierta posición, que ya desde esos años 40, en la Alemania decimonónica –tanto Marx (nacido en 1818) como Engels (nacido en 1820), siendo ellos muy jóvenes– se encuentran inmersos o están relacionados con un cierto momento de transición, propio de las confrontaciones geopolíticas al seno mismo de Europa. En el caso de Alemania, de algún modo se están sintetizando varios movimientos en el dominio de lo social: al interior de las estructuras del Estado, de las presiones producto de esa posición de relativo retraso que ese país expresa con relación a otras sociedades europeas (en especial, Francia o Inglaterra); Marx y Engels no solo presencian, sino que sufren en carne propia esas circunstancias (mucho más, El Moro y su familia, desde luego), las encarnan como exilio permanente, miran cómoen el dominio prusianose estábajo la presión de convertirse en un Estado religioso. Las visiones respecto a la religión pesan en el comportamiento de las personas, toda transformación de la sociedad no solo depende de esos grandes acontecimientos espectaculares, que comprimen el tiempo, sino también del esclarecimiento que pueda obtenerse del llamado “sentido común”, que se da en la batalla de las ideas y en la disputa cotidiana de los días más rutinarios. Tanto Marx como Engels se interesaron toda su vida de ese aspecto, religioso y fetichista de la dominación que ocurre en el día tras día (en el aspecto más inherente de la nueva época capitalista, de cómo la gente en su actuar expresa que cree en ella sin saber conscientemente en qué creen, “no saben pero lo hacen”, llegó a decir Marx) no fueron materialistas vulgares, sabían que había que disputar en los modos simbólicos y míticos en que se afirma el presente, con su pretensión de ser insuperable.[9]
Engels conoció a Marx, en un trato paulatino, en dos momentos, uno no tan afortunado, en 1842, y luego en un segundo acercamiento,ya definitivo, en París en 1844, y después de manera más profunda (se volvieron inseparables) desde 1845, en ese viaje que hicieron por invitación de Engels a Marx a la ciudad de Manchester, industriosa ciudad de la que ya Engels había extraído sus hipótesis de economía política en el breve Esbozo… y su más detallado estudio de sociología empírica del capitalismo manufacturero naciente, luego se volvieron a encontrar en la ciudad de Bruselas. Ambos consolidaron sus hipótesis y encararon juntos el proyecto de la organización del movimiento obrero.
Un segundo elemento para subrayar es la variada disposición que siempre mostró Engels, durante toda su vida, en el ánimo de dar forma al proyecto político del proletariado, fue él quien impulsó a Marx para relacionarse con la Liga de los Justicieros, con fracciones del cartismo, y quien redactó la inicial “Profesión de fe comunista” y el primer borrador que conservaba un cierto tono catequista, que pudo haber respondido a una estrategia de acercamiento con agrupamientos que asumían, en aquel momento, un tono profético para una política que enaltece el valor de la fraternidad;ya luego la genialidad de Marx le dio la forma que conocemos del documento, y en el que ya se destaca que el proyecto de los comunistas (y de allí la necesidad de disponer de un “Manifiesto”) consiste en intervenir política y conscientemente sobre la dialéctica de transformación de la sociedad, después ya la dupla ni jamás se separó y dedicaron todos sus esfuerzos a la organización del proletariado. Fue Engels, en ese objetivo, quien sostuvo y quien organizó los contactos, quien estableció los puentes de relación entre diversificadas tradiciones de lucha. No fue, entonces, solo un sintetizador del pensamiento marxista (aunque ese tipo de documentos explicativos que produjo se revelan necesarios en cualquier proyecto aglutinador de fuerzas políticas), sino uno de los principales animadores del surgimiento de la Primera fase de la Organización Internacional de los Trabajadores, y le tocó ser el esclarecedor en el marco de los debates de la II Internacional, tan pronto empezaban a decantarse las posiciones liquidacionistas del revisionismo. Detectó, en la parte final de su vida, los problemas a los que se enfrentaría la Socialdemocracia alemana, en un contexto cambiante al interior de Europa, lo alcanzó a avizorar como una cierta declinación de la política, y de la agrupación partidaria recién creada, hacia terrenos en los cuales encontraba elementos para manifestar cierta sospecha, pero a los que había que ocupar.
Ese carácter polémico y esclarecedor es también un sello de la obra de Engels. De ahí que, en todo el trayecto de su vida, desde la época muy temprana hasta el final, elija esa forma literaria o narrativa para construir sus argumentos. Es muy interesante que él intentase nominar algunos de sus libros antecediéndolos con el uso de partícula “Anti”, no solo lo hizo en uno de sus documentos más conocidos, el Anti-Dühring, Aunque el título completo era “la subversión de la ciencia por el señor Dühring”, y que fue imaginado como un folleto o material de controversia, Marx mismo le daba importancia, al punto de contribuir con un capítulo al mismo. Ahí se trataba de polemizar con la obra de un personaje que, aunque le enternece por debatir cuando éste ya casi está ciego, y a ratos le da fastidio, no consiente, sin embargo, que la filosofía de este personaje sea tratada, por otros personajes aún más (materialistas) vulgares, con perdón de la expresión, como si ésta “¡tuviera en la ciencia el peso de un pedo!” (Engels, 1977: xi); de lo contrario cómo se explicaría el insidioso papel que comenzaba a tener entre ciertos sectores del movimiento obrero. Ya antes en los años cuarenta, antes de conocer a Marx como ya lo dijimos, entre 1840 y 1842, cuando algunos materiales todavía los firmaba con su pseudónimo (F. Oswald), presentó ese conjunto de materiales que sus editores agruparon bajo el encabezado de Anti-Schelling, lo cuál quizá no fuera en contra de su determinación pues él mismo, en otro momento, aventuró un proyecto en que se ocuparía de un pensador a quien desde muy joven leyó,y a propósito del cual afirmó querer escribir un libro cuyo título sería Anti-Büchner.
Resulta cuanto más interesante y revelador, precisamente en referencia a ese tomo xviii de las Obras Filosóficas, que al ocuparse del trabajo de un filósofo al que estudió siendo muy joven, y también en la parte final de su vida, no se le haya ocurridoincurrir en ese mismo tenor, hasta con ironía,y titular la obra que le consagraría, en una fórmula semejantey legarnos algo así como un Anti-Feuerbach, pero no fue así y en eso parece que hay una muestra del respeto que Engels le seguía manifestando a ese gran pensador que fue Feuerbach, y por eso preferirá para el encabezado de su trabajo, el más elogioso de Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana. Pero lo que sí resulta más paradójico, por no decir, perturbador es que se trate de hacerdela descollante figura de Engels, un Anti-Marx, gesto muy frecuente por parte de algunos pensadores pertenecientes al llamado marxismo académico, de subrayada adscripción post-hegeliana, y quizá también proclives a cierto liberalismo. Es sorprendente que exista toda una literatura que esté procesando las intervenciones de Engels (tocantes sobre todo a la configuración de los Tomos ii y iii de El Capital, cuanto a una predisposición contraria a sus planteamientos de la Dialéctica de la naturaleza) para hacer de sus posibles insuficiencias la sustancia de un Anti-Marx. En eso quizá haya elementos suficientes para el divertimento filológico de algunos autores,[10] pero con ese proceder no hacen sino despreciar dos elementos muy importantes, por un lado, su carácter de elemento agitador, difusory esclarecedor; el otro elemento que no se sopesa, es la muestra de generosidad infinita que ofrece Engels con respecto al proyecto de su correligionario. No solo por haber sido prácticamente el mecenas y albacea de Marx:en el sentido de ser el camarada de lucha, preocupado por la relación más cotidiana y afectiva, no solo con Marx sino con sus seres más cercanos. También por el hecho mismo de que Engels, en la tarea de concluir la obra que Marx, dejó en carácter de inconclusa su propia aportación.Ese, sin embargo, es uno de los elementos más importantes, pues nunca se lo reprochó o hizo saber siquiera a Marx.
Con relación a esta obra, que quedó en carácter de genial proyecto, aun por completar, Dialéctica de la naturaleza, habría muchas cosas por decir. Para concluir, hemos de dar un pequeño comentario de lo que habría significado el esfuerzo titánico, por completarla, pues vierte su objeto de conocimiento en dos dimensiones: la detección del cambio o fluir permanente del sistema ecológico o entorno bio-cultural en que transcurre la vida, y por el otro la forma en que el sistema de las ciencias, hoy cada vez más entrelazado, se ocupa de pensar reflexivamente esas modificaciones mayormente lentas, pero en ocasiones vertiginosas. Era uno de los proyectos más importantes de Engels, que se propuso desarrollar en un plano más profundo ciertos planteamientos de su filosofía, algunos quizá ya vertidos, en forma controversial, en la obra respecto a Dühring. En ese sentido la disposición que Engels muestra es de una extraordinaria generosidad, pero también de un inquebrantable compromiso político (recordemos que está configurando la idea de su libro en el momento simultáneo en que Marx está de lleno trabajando en la escritura definitiva de El Capital). Y ahí priorizó darle impulso a su compañero, lo insta a comprometerse a que acabe su “Crítica de la Economía Política”; Marx morirá en 1883, y si ya en vida de éste Engels se obligaba a tomar ciertas tareas que significaban no completar su propio proyecto, luego del fallecimiento y reponiéndose de la pérdida tomó la responsabilidad sobre los borradores, y de ahí extrajo la parte restante de la obra, el tomo ii (1885) y iii (1894). Ciclópea tarea por lo cual debiera sorprendernos incluso el grado en que quedó el proyecto de la Dialéctica de la naturaleza, pues de ese manuscrito todavía es mucho lo que se puede obtener. En los esbozos de sus partes reposa testimonialmente el grado de actualidad de Engels, por esa razón ha sido tan bien recuperada tanto por los ecologistas radicales como por biólogos, antropólogos, y otros científicos (los que hoy denominarían ese esfuerzo como no disciplinario y como cercano a los planteamientos de la complejidad).
Engels sobrevivió doce años a Marx, y en ese período asumió el compromiso integral desu proyecto de vidao para la transformación de las vidas (socialista-comunista), que asumía como algo colectivo y de proyección global; en esa dimensión debe ser considerado el legado que ha dejado a la posteridad. En ese sentido, ya no solo era la voz enunciativa, programática o estratégica de la nueva figura del proletariado, esa condensación espectral que podría propiciar el cambio, sino que asumirá también la tarea de concretar su proyecto de Dialéctica… (también Marx dijo, en algún momento, querer escribir un volumen o manual sobre esa cuestión) entregándose con más detalle al estudio del aspecto analítico y crítico, expositivo, pero con una composición tan ambiciosa, en la que remite a todo el espectro del saber;sorprende que, en simultáneo, hurgue con finura en el ámbito de la producción global del capital (en el estudio de sus leyes, y de sus categorías como formas transfiguradas de la práctica social, pues no es otra cosa en lo que consiste la Crítica de la economía política). Engels se puso a cuestas esa tarea y la sacó adelante, pues, como sabemos,ya Marx, con francas dolencias de su cuerpo, no alcanzó a ver finalizada la obra.
Los problemas filosóficos de la Dialéctica de la naturaleza (de un aparente compromiso con cierto mecanicismo cientificista, que despreciaría el lado histórico del proceso y abrazaría el determinismo y el positivismo dominantes, con que se estaba arropando la historia de las ciencias) desataron hacia múltiples lugares las preocupaciones iniciales de Lukács.[11] Toda esa generación de comunistas fueron personajes bien informados de la mal llamada “ciencia dura”,personajes involucrados con su tiempo, que están abrevando de los planteamientos del plano científico que es otro modo de colocación ante los problemas de su tiempo, ahí se estaba ya preparando, desde el tiempo de Engels otra trinchera de la revolución, que estallará con la nueva revolución científica, la de los inicios del siglo xx. Eso no solo generó algunas confusiones a propósito de esa supuesta relación o filiación entre Marx y Darwin, también propició la reacción stalinista para contener esos desarrollos, abriendo con ello una hendidura que separaba entre científicos especializados cuyos desarrollos eran fácilmente subsumibles al desarrollo industrial capitalista (justo de lo que deseaba prevenir Lukács en su obra de 1923, Historia y conciencia de clase) y militantes de aquella primera generación de marxistas (no precisamente la mejor, pues en su cientificismo fueron penetrados hasta por la economía marginalista, y por ello fueron atinadamente criticados por Rosa Luxemburgo) que eran ganados por nuevas metafísicas, la de un jacobinismo racionalista (que pensaba al socialismo el más prístino heredero del liberalismo) o la de aquel espécimen que fue el “marxismo soviético” (que en su reduccionismo creyó superar y sintetizar las derivas de la dialéctica histórica), quedaban de lado las consideraciones engelsianas, originales y legítimas, sobre los aspectos dinámicos, los saltos dialécticos y los “cambios de fase” en el medio o entorno natural, que no era considerado el espacio inmaculado donde transcurre la historia sino condición metabólica de los conflictos de ésta y que se modifica y deteriora por las condiciones que gobiernan la producción (“sistemas complejos”, como hoy se diría). Aquellas fisuras solo hasta medio siglo después pudieron resarcirse con las intervenciones de los biólogos marxistas (Levins, Lewontin),del materialismo ecológico crítico, las ecologías-mundo, los feminismos y el anti-eurocentrismo.
Quizá la fundación de esa corriente (que poco después integraría las cuestiones termodinámicas, y ahora ya se asumen, legítimamente, como la llegada a las fronteras planetarias, como la situación de toparse con los límites entrópicos del oikos) pudo haber encontrado en Engels a un partidario de esas posiciones epistemológicas,pues al fundador del marxismo,recordemos que vive hasta 1895,le va a tocar conocer algunos de esos iniciales desarrollos; ya está informándose de los vuelcos que están ocurriendo en ciertas partes del saber sobre lo natural y en su captación inscribe esos planteamientos en una estructura que remite a las exposiciones universales de fines del siglo xix, espacios a través de los cuales también están transitando discusiones científicas muy importantes, algunas de las cuales serán procesadas por aquellos clásicos fundadores delas posteriores generaciones intelectuales del marxismo.
En ese sentido es muy importante lo que Engels se propone en el manuscrito inacabado de la Dialéctica de la Naturaleza, sintetiza las dos cuestiones,mira en el despliegue mismo de la naturaleza, y en ese sentido en el despliegue histórico de la naturaleza. La propia noción de la naturaleza con la que trabaja y vive una determina sociedad es histórica, presupuesto que ya había sido señalado por ese documento que Marx y Engels destinaron a la crítica roedora de los ratones, La ideología alemana, de 1846.Y es que Engels se encarga de remitir a ese mismo enfoque, tanto en la Dialéctica de la Naturaleza,como también en algunas partes de su texto tardío de crítica a Feuerbach. Se trata, en rigor, de dos coincidentes propósitos. Por un lado, observar cómo la naturaleza, y la naturaleza humana, es el campo de despliegue de la dialéctica:“la ecología es la prueba de la dialéctica” –como dice John BellamyFoster. Obviamente, Engels no conocerá ni las teorías del bigbang o la física del cosmos, pero sí hablará del impulso primigenio. Y en ese enorme bloque de los tiempos milenarios, geológicos y míticos, irá colocando lo que va conociendo de esos espacios parametralizados del saber: la geología, la embriología, la biología que, para él, en ese sentido, se sintetizan en el segundo objetivo, el esclarecimiento del papel histórico de los sistemas de ciencias como parte de los sistemas históricos. Engels expresa cómo al igual que en la filosofía, la crítica de la religión se convierte en la filosofía crítica de la religión, de modo analógico, la filosofía de la naturaleza, en Engels, se entiende como el esfuerzo por hacer transitar una reflexión política sobre lo que discuten los científicos naturales, una cierta Filosofía política de las ciencias.
Imaginemos a Engels asentado en un medio, el Londres finisecular, en el cual está llegando la flor y nata de la discusión del conocimiento científico. Los medios de discusión de esos avances se están plasmando en las formas de producción, la labor de acopio de ese conjunto de conocimientos científicos dentro de la estructura social es tan importante como el propósito de poder arribar a una nueva concatenación de esos avances y saberes del sistema de ciencias hacia objetivos más humanos, o más naturalmente humanos, los de un mundo que permita el aseguramiento de las condiciones de vida para todes (por no mencionar ahí sus aportes que serán luego recuperados para la fundación de una parte tan importante del feminismo, el de filiación marxista).
Y hay un último elemento por desarrollar, la vinculación que podemos hacer del propósito a que dedicó la última parte de su vida, pues habría oportunidad de conducir esos planteamientos hacia toda una historia, situación presente y emergencia de las categorías críticas, que parece ser el caso de un proyecto semejante como lo es el de una filosofía política crítica, algo que ya, en cierto modo, emprendió Enrique Dussel. Nuestro filósofo latinoamericano ha manifestado un vínculo estrecho, para su Política de la liberación, en el uso de sus referentes primigenios de la ética semita del cristianismo primitivo, “dar de comer al hambriento, de beber al sediento, de vestir al desnudo y una barca al peregrino”, con la forma en que Engels entendía el proyecto íntegro de la concepción materialista de la historia, en un documento tan tardío como su carta a Joseph Bloch: “el factor que en última instancia determina la historia es la producción y la reproducción de la vida real” (Engels, 1974: 340), pero eso daría para otro escrito, y el espacio con que disponemos no nos permite sino mencionarlo apenas, así, muy de pasada.
Pero de lo que sí creemos haber dado cuenta es de la inestimable actualidad de Engels.
Referencias bibliográficas
Engels, Friedrich, “Carta de Engels a Bloch” en Engels, Friedrich, Escritos. Historia, economía, crítica social, filosofía, cartas. Selección de textos e introducciones de W. O. Henderson. Barcelona: Península, pp. 340-342.
Engels, F. (1977),La subversión de la ciencia por el señor Eugen Dühring (Antí-Dühring). OME-35/Obras de Marx y Engels. Barcelona. Crítica.
Green, John, 2013 [2008], Engels, una vida revolucionaria, Caracas: Fundarte-Alcaldía de Caracas. Traducción de Eduardo Gasca.
Marx, K. (1975)[1867],El capital. Crítica de la economía política. Tomo I. Vol. 2. México. Siglo XXI.
Mayer, Gustav,Friedrich Engels: una biografía, México: fce, 1979. Traducción de Wenceslao Roces.
[1] Este texto corresponde a la versión revisada de la exposición “Engels, antologado por Wenceslao Roces”, segunda de las actividades del Seminario Engels revisitado: Horizonte integral de lucha, que se desarrolló en el CEIICH-UNAM, el 28 de octubre de 2020. Enviado por el autor para su publicación en Herramienta.
[2] José Guadalupe Gandarilla Salgado es Investigador titular del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades de la UNAM, director de Memoria. Revista de crítica militante.
[3]En este pasaje, el biógrafo de Engels hace un guiño, para contrastarla, a la figura del Sigfrido (que también huyó del castillo de su padre) de la mitología germánica (inmortalizada en la ópera de Wagner) que, según el poema experimentaría un doble movimiento en su carácter, que sería una especie de metáfora de los tiempos de la vida, al comienzo, “El torrente que baja desde las montañas/ Se precipita, espumeante, por la garganta de la selva/ Los pinos, rumorosos, se inclinan ante él”, más adelante, sin embargo, “También el río de la montaña llega al valle … / Y, una vez allí sus aguas discurren serenas … / El furor de las aguas, por fin, se apacigua…”.
[4] Adolfo Sánchez Vázquez, “En homenaje a un español ejemplar: Wenceslao Roces”. Disponible en: http://www.wenceslaoroces.org/arc/roces/trab/vaz.htm#_ednref3
[5]Gabriel Vargas Lozano “Filosofía y exilio (Entrevista con Wenceslao Roces)” en Dialéctica, nº 14-15. Puebla (México): Universidad Autónoma de Puebla, 1984. Disponible en: http://www.wenceslaoroces.org/arc/roces/trab/ent.htm
[6]Gabriel Vargas Lozano “Filosofía y exilio (Entrevista con Wenceslao Roces)”, Op. Cit.
[7]Sin embargo, no debe ignorarse la importancia de la compilación conocida como Biografía del Manifiesto Comunista, donde también Wenceslao Roces nos ofrece una exhaustiva reunión de materiales, con el añadido de una larga y brillante introducción, y un cuerpo muy informado de notas.
[8] En esos materiales se detecta la huella del paso de Roces, ofrecen testimonio de su pensamiento, quizá del proyecto que está siendo postergado, del modo en que está ordenando también en su mesa de trabajo (por ello incluye Cronologías e Índice de nombres). En la introducción de la Biografía del Manifiesto Comunista se ejecuta esa misma estrategia, a propósito de ese movimiento subterráneo de las naciones europeas, pero que emerge como el topo, y se documentan los pasos de la configuración del personaje fundamental de esa escena que sería el proletariado, y se reseñan las luchas que emprendió y emprende para intentar arribar a un mundo diferente, que invierta la lógica de la explotación por una lógica más democrática, que asegure una vida digna para todos.
[9]Una de las pocas omisiones en que pudo incurrir Wenceslao Roces al definir qué trabajos traducir del período de juventud de Engels, consistió en descartar uno de los tres textos en que se ocupa de la figura filosófica de Friedrich Wilhelm Joseph Schelling, en un tiempo (1841-1842) en que Engels aún no conocía todavía a Marx, pero ya estaba completamente al tanto de lo que se encontraba en juego con la crisis al seno de la filosofía hegeliana (pues hacía poco más de un lustro que el insigne filósofo alemán, autor de la Fenomenología del espíritu, había fallecido) y con la rehabilitación de quien (Schelling) habiendo sido condiscípulos fue llamado para sustituirle en su cátedra. Hemos tomado la iniciativa de poner en lengua castellana el trabajo de Engels titulado “Schelling, el filósofo en Cristo, o la transfiguración de la sabiduría del mundo en sabiduría de Dios”, y pronto lo veremos publicado en Memoria. Revista de crítica militante.
[10]Aquí encontraríamos otra interesante coincidencia con la labor realizada por Wenceslao Roces, pues un buen conjunto de marxólogos, han puesto objeciones a ciertos términos y conceptos vertidos en su traducción, y al propio estilo elegido (con lo cual, a veces, en sus críticos, se sacrificaría en parte esa intervención más literaria que literal sobre el texto traducido).
[11]Y que fueron replicadas en una estrategia similar o análoga en la crítica que, en su momento, Gramsci (ya en la cárcel) hiciera del trabajo sobre materialismo histórico de Nicolás Bujarin. Menciono a Bujarin, porque en los años veinte esa pléyade de comunistas son militantes del cambio, asumen que esasmudanzas no pueden desarrollarse sin una conciencia amplia frente al gran espectro del saber, y ése no puede ser otro sino un posicionamiento político.