23/11/2024
Por Revista Herramienta
M.H.: Aldo ha iniciado la publicación de La actualidad de la revolución rusa y el socialismo. Se ha cumplido un nuevo aniversario de la Revolución Rusa, el 7 de noviembre y diste a conocer un primer volumen de La actualidad de la revolución rusa y el socialismo. Vertientes y afluentes, Rusia 1917. ¿Por qué hablar de la Revolución Rusa en 2020?
A.C.: En primer lugar porque vivimos un momento de la historia en la que como nunca parece haberse impuesto como una verdad auto evidente, algo que es una falacia completa, que no hay alternativa al capitalismo, que no hay alternativa a la sociedad en la que vivimos, a pesar que sea evidente que produce incontables sufrimientos y últimamente es insoportable para la naturaleza misma.
La consigna que lanzaron los conservadores, Reagan y Thatcher en los 90 “There is no alternative”, “No hay alternativa” al capitalismo, aceptar eso significa que vamos a un ecocidio, a un mundo imposible de vivir, por lo menos para la sociedad humana como la conocemos e interpretamos actualmente.
Entonces hay que reconocer que es posible y necesario que los hombres y mujeres cambien el mundo en el que viven, porque el mundo está hecho por hombres y mujeres. Y si las cosas han salido mal, pueden hacerse de nuevo. Este concepto tan simple, y tan invisibilizado nos lleva a recordar que en un momento de la historia, en que también se había impuesto la idea que no había más remedio que esperar una evolución pacífica y tranquila del capitalismo, a comienzos del siglo XX, hubo un grupo de hombres y mujeres que dijeron que no, que el capitalismo no evoluciona hacia un mundo cada vez más justo y tranquilo, evoluciona hacia una verdadera tragedia, una catástrofe, hacia la guerra mundial.
Y luchando contra esa perspectiva, que una mujer de esa época calificó con una frase célebre “socialismo o barbarie”, o nos atrevemos a luchar por el socialismo o el mundo está condenado a sumergirse en la barbarie. Resultado de esa convicción y esa apuesta, fue que se produjo en 1917 la Revolución rusa. Que ha sido independientemente de su curso posterior, con altas y bajas, errores y una derrota finalmente, representó la experiencia revolucionaria y emancipadora más alta de la civilización.
Lo que no quiere decir que haya que buscar repetirla en todo, pero sí, no olvidar que nos dieron la lección de que era posible pensar y hacer una revolución. Ese solo hecho justificaría negarnos a la invisibilización de la posibilidad de la revolución. Me parece que esa es la preocupación central que me lleva nuevamente a reflexionar sobre la Revolución rusa.
M.H.: Podríamos decir que es un libro contra el posibilismo.
A.C.: Es un libro contra el posibilismo y, al mismo tiempo, contra el dogmatismo y el conformismo. Porque la reivindicación de la Revolución rusa implica también una investigación que sea capaz de arrojar nueva luz, de cómo fue esa revolución más allá de los mitos que escribieron sus enemigos pero también los amigos de la revolución y sigue siendo una experiencia que cuando uno la investiga con seriedad, descubre cosas apasionantes. Por ejemplo, una de los puntos fuertes de la investigación en la que he estado trabajando últimamente, es que para comprender bien cómo fue la revolución de 1917 en primer lugar, es necesario no reducirse a analizar qué fue la revolución de octubre o noviembre, porque en realidad la Revolución rusa comenzó con la revolución de febrero de ese año y es un proceso ininterrumpido que desde el comienzo, fue una revolución profunda, popular y anticapitalista. Que más allá de las confusiones y debates políticos que existían en aquel momento, claramente apuntaba a la construcción de una sociedad distinta. Y en ese proceso, cuyos protagonistas no fueron solamente los dirigentes políticos más o menos conocidos de los distintos partidos socialistas que actuaban en Rusia, sino que los verdaderos protagonistas fueron hombres y mujeres del pueblo, obreros y campesinos. Y obreros y campesinos de las nacionalidades no rusas que estaban metidos a la fuerza en lo que era el imperio zarista.
De tal manera que la Revolución rusa de 1917 no es solamente como muchos creímos (porque alguna vez también afirmé eso) la revolución de octubre como la primera y única revolución obrera y socialista victoriosa de la historia. No. La revolución fue un proceso permanente, ininterrumpido que comenzó en febrero de 1917 construyendo algo que se hizo bien desde abajo, una organización que superaba todo lo conocido hasta entonces por el movimiento obrero revolucionario, que fueron los Soviets que quiere decir “Consejo” que es una especie de asamblea de delegados de los obreros, de los soldados; recordemos que Rusia era un país en guerra y había millones de obreros y campesinos enrolados en las filas del ejército.
Entonces, la primera consecuencia de la revolución fue que los obreros, campesinos y soldados construyeron su propia organización para tratar de reconstruir ese país destruido por tres años de guerra que fueron los Soviets de diputados de obreros y soldados; que luego fueron Soviets de diputados obreros, soldados y campesinos. Esa organización descomunal, que fueron los Soviets que se expandieron por todo el inmenso territorio zarista, fue el eje vertebrador de la revolución.
Y si un mérito sin precedentes tuvieron los Bolcheviques, el partido de Lenin, fue el de haber reconocido eso desde el comienzo, desde abril de 1917. Ellos tomaron la calle, luego de ver dibujada en un cartel en una movilización en abril de ese mismo año una consigna que decía “todo el poder a los soviets” porque los obreros y campesinos habían hecho los Soviets, que tenían un poder efectivo real, de hecho impusieron las 8 horas de trabajo en las ciudades industriales más importantes de Rusia, sin importar que hubiera una ley que lo determinara. Legalizó a todos los partidos socialistas y sindicatos que estaban proscriptos hasta ese momento.
Pero había una contradicción, al lado de los obreros y campesinos, la burguesía con la colaboración de los partidos socialistas más importantes había reconstruido un gobierno burgués que era el Gobierno provisional. Cuando esos dos poderes empezaron a entrar en contradicción, un sector de los obreros de Petrogrado lanzó la consigna “todo el poder a los Soviets” y Lenin, ni corto ni perezoso, reconoció el potencial revolucionario de esa conquista y se atrevió a plantear él también “todo el poder a los soviets”. Lo que en su momento provocó la sorpresa de todo el mundo, porque los soviets estaban dirigidos por los partidos que no querían tomar el poder. Una contradicción muy curiosa. Pero esa contradicción resolvió que los obreros y campesinos que habían construido los Soviets y que de alguna manera confiaban en los dirigentes que le proponían colaborar con la burguesía a lo largo de pocos meses de intensa lucha y tremendas experiencias, llegaron a la conclusión de que efectivamente tenían que tomar el poder y así fue como se produjo la proclamación del poder soviético en octubre o según el nuevo calendario, noviembre de 1917.
Es una revolución que a veces se cree que por decir que es la primera revolución obrera socialista en triunfar, la está ensalzando, y en realidad la está achicando, porque fue mucho más que una revolución obrera, fue una revolución de los obreros, de los campesinos, de las nacionalidades oprimidas del Estado zarista y porque fue la combinación de todas esas cosas, en la cual tuvo un rol decisivo y fundamental, el campesinado que era el 90% de la población de lo que después fue la URSS, fue protagonista. Fue una revolución en la que es evidente que los obreros de las grandes ciudades industriales jugaron un rol de vanguardia, pero solo fue posible porque el campesinado participó activamente y con autonomía en ese proceso. Porque para entender la Revolución rusa y su desarrollo hay que tener presente que el campesinado comenzó a ocupar con sus propias luchas y antes que saliera cualquier ley y antes que triunfara la revolución de octubre, desde mayo/junio de 1917 el campesinado comenzó a ocupar las tierras de la nobleza y los terratenientes, y también de la Iglesia ortodoxa que tenía la mayor parte de las tierras útiles en Rusia y comenzaron una verdadera revolución agraria.
Y ahí viene un segundo mérito de Lenin y los bolcheviques, que habían estado en contra de la distribución de la tierra entre los campesinos, porque eran partidarios de un modelo que había sido inspirado por la socialdemocracia alemana, que decía que el campesinado tendía a ser conservador y que entonces para construir el socialismo era necesario mecanizar el campo, desarrollar empresas colectivas y no había que entregar las tierras a los campesinos sino formar una especie de empresa socialista en el campo. Pero Lenin se dio cuenta que los campesinos estaban haciendo la revolución tomando la tierra en sus manos y así lo dijo cuando propuso el decreto que otorgó la tierra a los campesinos, en usufructo, “no es nuestro programa pero es lo que los campesinos quieren, y esta revolución la hacemos para que los obreros y campesinos construyan la nueva sociedad de la manera que ellos crean”, y así se hizo.
No siempre fueron capaces, no siempre pudieron mantener este primer abordaje subversivo y libertario de la revolución pero, sobre todo en un primer libro en el que intento reflexionar sobre qué fue la Revolución rusa, me parece que es imperioso rescatar estas lecciones que han sido invisibilizadas, incluso han sido refutadas por el fracaso o la implosión del socialismo por el modelo que impuso finalmente Stalin en la URSS y que terminó de hundirse a comienzos de los 90 del siglo pasado.
Pero más allá de eso, y de que la revolución de 1917 fue hace 103 años y que el mundo cambió mucho, entonces es un hecho del pasado, como dijo un revolucionario francés, sí, Rusia 1917 es un hecho del pasado, pero no todos los pasados tienen el mismo futuro, y en ese pasado hay lecciones y experiencias que nos sirven para pensar un futuro distinto. Ese es el sentido de esta reflexión.
Escribo tratando de interpretar mi propia experiencia de vida militante
M.H.: En el prólogo que escribe Renán Vega Cantor, él habla de “historia subjetiva” y vos cuando hacés la Introducción al libro hacés hincapié en que no sos historiador. ¿Por qué este posicionamiento?
A.C.: Yo digo que no soy historiador porque efectivamente no lo soy, y porque mi reflexión sobre la Revolución rusa, está inspirada más que en el estudio, que aun así he estudiado con todo el rigor que pude, he sido llevado a esta reflexión por una experiencia de vida militante.
Yo cuento en el prólogo que comencé a militar en 1961, en esa época, la Revolución rusa, era un hecho de actualidad. Nada de lo que ocurría en el mundo podía dejar de tener presente la experiencia que estaba sucediendo en Rusia, incluso en términos geopolíticos. Se podía estar a favor o en contra, se podía ser estalinista, leninista, trotskista, pero nadie podía dejar de tener opiniones y posiciones sobre lo que pasaba en la URSS. Incluso quienes como el peronismo proponían una tercera posición no podían dejar de dar un juicio sobre esa experiencia en marcha que era la Revolución rusa.
Yo escribo sobre la Revolución rusa no solo porque pude estudiarla en esa época y hasta la actualidad, ya que en los últimos 15 años se ha escrito muchísimo y con acceso a nuevas fuentes, al haberse liberado los archivos de la antigua URSS se ha accedido a muchísimo material. Yo escribo tratando de interpretar además mi propia experiencia de vida militante. Y eso me permite, creo yo, analizar los acontecimientos apreciando algunos matices, que un historiador que nunca se ocupó de la política, o si lo hizo solamente en términos teóricos o distantes, yo la interpreto como alguien que trata de ver lo que hizo esa gente, que es lo que quise hacer toda mi vida y hasta ahora no pude.
Renán Vega Cantor que hace un prólogo muy generoso dice que yo escribo el libro como una persona sentipensante, tomando una categoría de Fals Borda, que dice que el ser sentipensante interpreta y actúa pensando pero además sintiendo, no estableciendo un muro entre una cosa y otra. En mi caso concreto implica que yo escribo un libro que trata de comprender lo que ocurrió y lo que pudo ocurrir, desde una posición que implica un compromiso subjetivo. Yo quiero ver qué cosas acertaron ellos, qué no pudieron ver o prever porque el objetivo que tengo es seguir contribuyendo a que la revolución nuevamente sea reconocida como algo actual y que es más necesaria que en cualquier otro momento de la historia de la humanidad.
M.H.: Volumen uno presupone que vas a escribir más.
A.C.: Exactamente, es el primer volumen de una obra más extensa sobre la que estoy trabajando que lleva el título Actualidad de la revolución y el socialismo. Esto implica que están previstos como mínimo uno o dos volúmenes posteriores en los que, así como en este tratamos cómo se impuso el poder soviético a lo largo del proceso revolucionario de 1917, en un próximo volumen que estoy escribiendo en este momento trato de analizar cuál fue la experiencia del poder soviético y de los gobiernos dirigidos por el Partido Bolchevique, sobre todo por Lenin como mínimo hasta su muerte en 1923.
En ese período tan rico, no se puede dejar de advertir que las dificultades con las que tropezó el proyecto revolucionario fueron mucho mayores de las que ellos habían previsto. Sobre todo porque la revolución alemana fue derrotada y el proyecto inicial de los revolucionarios rusos era indisociable del desarrollo de la revolución socialista en los países más importantes de Europa. Sobre todo Alemania.
Ese pronóstico se confirmó parcialmente porque a fines de 1918 comenzó la revolución alemana, derrocaron al Kaiser, pero a diferencia de Rusia, los socialistas oportunistas, “los socialistas de la contrarrevolución” como los llamaba Víctor Serge, aprendieron rápidamente la experiencia de los sóviets para meterse adentro y liquidarla. Entonces la revolución alemana comenzó, se estancó y fue derrotada. Y la Revolución rusa quedó aislada por muchos años.
Eso implicó problemas mucho mayores de lo que habían previsto, tuvieron que soportar además de los tres años de guerra imperialista que ya habían tenido, tres años más de guerra civil, epidemias descomunales, un bloqueo frente al que los yanquis han impuesto a Cuba o Venezuela son suaves. En plena epidemia de tifus y cólera el bloqueo implicaba que no obtuvieran remedios. Entonces los primeros tres años de la Revolución rusa fueron de un sufrimiento descomunal e indescriptible, hambruna, violencia, masacres de un lado y el otro, canibalismo, porque la gente se moría de hambre.
Frente a esa situación Lenin nunca perdió la esperanza de que aunque la experiencia se hubiera retrasado, volviera a haber una ola revolucionaria. Nosotros tendremos que hacer todo lo posible por preservar esta conquista que no es de los obreros rusos sino de los obreros de todo el mundo, que es el poder soviético. Porque cualquier nueva experiencia va a tener que apoyarse en la experiencia de la Revolución rusa, tratemos que no se pierda, decía.
En ese esfuerzo que sigo respetando y reivindicando cometieron muchos errores, uno de ellos fue creer que podía imponerse el socialismo desde arriba con el control de un solo partido, anulando el debate y la riqueza política que había existido en los primeros años de la revolución. Introdujeron una especie de escala ante la necesidad de recomponer una situación calamitosa, como mencioné antes, donde la gente literalmente se moría de hambre, que yo creo fue equivocada.
Entonces, primero buscaron recomponer y poner en marcha la economía fuera como fuera, con modelos capitalistas, y luego ver cómo lograr modelos más igualitarios logrando una mayor participación de la gente, etc. Esa fue una decisión que creo equivocada y que las generaciones posteriores tenemos que aprender de ese error. Rosa Luxemburgo lo había señalado, después de reivindicar con términos muy fuertes, que Lenin y Trotsky habían hecho todo lo posible en las condiciones rusas, que habían quedado aislados, pero después de eso agregaba que se estaban equivocando al querer imponer desde el partido el socialismo, porque no es el partido el que sabe, nadie lo sabe, es una construcción que solo puede desarrollarse con la participación real, efectiva y sistémica de las masas populares. Y en Rusia eso después de la guerra civil se fue perdiendo. Y condujo a una crisis del proceso revolucionario que generó las condiciones para lo que espero tratar en otro volumen, que es el posterior proceso de burocratización de la revolución y del poder soviético. No solo el monopolio del poder por un solo partido, que fue equivocado, sino que ese partido se transformó en un partido fusionado con el Estado, un aparato burocrático y con una burocracia que desarrolló intereses propios, distintos y opuestos a los de los obreros y campesinos, porque fue una burocracia casi convertida en una proto clase explotadora. Y eso ya es el estalinismo, que espero tratar en otros volúmenes.
Fuente: rebelion.org.