23/11/2024
Por Revista Herramienta
La voluntad popular se expresó con contundencia en un plebiscito histórico. Este enorme triunfo, más que punto de llegada, debe representar la señal de partida para la construcción de un nuevo Chile (Nota publicada en el DOSSIER CHILE de revista Jacobin América latina)
Este domingo 25 de octubre ha tenido lugar en Chile un plebiscito histórico. La población ha concurrido a las urnas dándole un triunfo contundente a la opción “Apruebo” ante la pregunta “¿Quiere usted una Nueva Constitución?”, concretando con ello una demanda democrática sostenida durante los últimos cuarenta años y que se ha tornado ineludible desde el comienzo de la revuelta social hace un año atrás: poner fin a la Constitución de Pinochet.
Lo que no hicieron en treinta años los partidos que administraron la transición democrática, lo hizo la clase trabajadora en pocos meses. Recordemos que este plebiscito, originalmente programado para el mes de abril de 2020 y aplazado para octubre producto de la pandemia del Covid-19, fue el resultado del “Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución” que firmaron la mayoría de los partidos con representación parlamentaria la madrugada del 15 de noviembre de 2019, a menos de 48 horas de la Huelga General que puso en jaque al gobierno y obligó al establishment político a darle un cauce institucional a una revuelta con carácter expresamente destituyente.
Si bien será necesario hacer un análisis detallado de los resultados, en lo inmediato sabemos que la opción “Apruebo” obtuvo el 78,27% de las preferencias y la opción “Rechazo” el 21,73%. Esta última sólo obtuvo mayoría en cinco comunas del país, tres de las cuales son en efecto aquellas en que se concentran las personas más ricas de Chile. En las redes sociales ya circula la leyenda “no son treinta pesos, son tres comunas”, reinventando la icónica frase de los primeros días de la revuelta social que, en una síntesis virtuosa, leyó en el origen de estallido -un alza de treinta pesos del precio del transporte- un balance de las últimas tres décadas de democracia neoliberal.
Esta ha sido una votación marcadamente de clase, no sólo porque en los sectores populares urbanos la participación electoral aumentó ostensiblemente, sino también porque en aquellos lugares el “Apruebo” obtuvo en todos los casos cerca del 90% de preferencia. Especialmente destacables son los resultados en las “zonas de sacrificio ambiental”, lugares devastados por la actividad extractivista minera y energética, que atraviesan por crisis hídricas y socioambientales graves y en donde los pobladores han enfrentado durante años a las grandes empresas que encarnan la devastación. Tal es el caso de Freirina, de Petorca y de, al menos, seis comunas más, en las que el “Apruebo” superó el 90%.
Las encuestas previas a la celebración del plebiscito daban cuenta que más del 70% de la población identificaba la opción “Rechazo” con los militares, con los grandes empresarios y con el gobierno. Este ha sido un voto contra ellos también, pero no solamente. Mientras el contundente triunfo del “Apruebo” era esperable, la sorpresa ha estado dada por los resultados de la segunda papeleta en la cual se consultó a los votantes “¿Qué órgano debiera redactar la Nueva Constitución?” Por el 78,99% se impuso la Convención Constitucional -que será paritaria en términos de género y cuyos integrantes serán cien por ciento electos mediante voto popular- por sobre el 21,01% obtenido por la Convención Mixta, que no hubiese sido paritaria y cuyos integrantes serían mitad electos por voto popular y mitad compuesta por parlamentarios actualmente en ejercicio.
Finalmente, cabe mencionar que inicialmente es posible detectar un aumento en la participación en este proceso electoral. En términos absolutos, hubo más de 500.000 votos por sobre la primera vuelta presidencial del 2017, un aumento respaldado por una mayor participación en comunas populares. Esto en sí mismo revierte una tendencia de tres décadas de disminución sistemática de la participación electoral. En términos relativos, es fundamental considerar que este plebiscito se dio en un contexto de pandemia, con comunas que todavía se encuentran en cuarentena. Por lo mismo, hará falta revisar el detalle de los datos para interpretar correctamente qué significa ese aumento (¿quiénes fueron a votar que no habían ido antes?, ¿quiénes no fueron a votar, y por qué?)
En primer lugar, se trata de uno de los puntos más altos del momento destituyente abierto por la revuelta de octubre del 2019. Ese impulso popular ha puesto a la Constitución Política de la República de 1980 como el principal blanco de su deseo destituyente.
En segundo lugar, la inmensa mayoría de votos por un órgano de redacción constitucional con el 100% de sus participantes electos puede leerse como un voto en contra de quienes han gobernado las últimas tres décadas, tanto la centroizquierda como la derecha.
Finalmente, tiene el efecto de un golpe político contundente a los sectores más reaccionarios del espectro político (dentro y fuera del Estado) que se venían organizando en las campañas del Rechazo. Allí donde amenazaba con constituirse un polo político de base nacionalista, evangélica y pinochetista fue donde se recibió más duro el golpe de ese casi 80% por el Apruebo.
El plebiscito de ayer fue quizá el momento cúlmine de la fase destituyente, en el sentido de una crítica impugnadora del régimen político y económico que viene gobernando Chile desde la década del 70. Lo que se abre ahora es la fase propiamente constituyente, en el sentido de la confrontación de los proyectos de sociedad que se abrirán paso en el debate constitucional antes, durante y sin duda después de la Convención Constitucional.
Un claro indicador de esto es que los gremios empresariales han sido enfáticos desde hace meses en la importancia de trabajar en un proyecto de Constitución que represente sus intereses en cuanto terratenientes, industriales y capitales financieros, asegurando la libertad de empresa, la propiedad privada y la máxima estabilidad política del régimen, es decir, el cierre a toda irrupción popular.
El principal desafío es que, ante esa disposición de los de arriba a protagonizar y dotar de contenido la Nueva Constitución, sea la clase trabajadora quien se ponga a la cabeza del debate constituyente. Dada la situación actual de los sectores movilizados y la correlación de fuerzas existente, ¿cómo será posible enfrentar ese desafío?
Primero, cobra particular relevancia la construcción de fuerza propia a partir de la mayor unidad posible de los sectores que se proponen la superación del capitalismo y ven en este proceso constituyente una oportunidad de avance. Esta amplia unidad política y social debe tener como base la lealtad con las aspiraciones que han desplegado en la revuelta social las grandes masas precarizada que han llenado las plazas y calles desde octubre del año pasado, y que incluye una nueva franja de subjetividades populares, con un marcado protagonismo feminista que encarnan también amplias capas de trabajadoras.
En segundo lugar, el debate constituyente requiere que el pueblo desarrolle, discuta y socialice las perspectivas programáticas que sustenten una movilización contundente mientras se desarrolle la Convención Constitucional, de tal modo que tanto dentro como fuera de ella exista plena consciencia de lo que se juega en este proceso, y que ante intentos de hacer retroceder la voluntad transformadora se sostengan las movilizaciones callejeras que presionen a las y los convencionales. Tremendamente relevante será rescatar los avances programáticos llevados a cabo por la Coordinadora de Trabajadores/as NO+AFP sobre un nuevo sistema de seguridad social y los Encuentros Plurinacionales de las y les que Luchan organizados en 2018 y 2020 por la Coordinadora Feminista 8M, que representan al presente uno de los ejercicios programáticos más avanzados desde el punto de vista de la transversalidad de las transformaciones planteadas desde los movimientos sociales.
Finalmente, es vital que este protagonismo de las masas en el debate constituyente tenga como contraparte la capacidad de construir alternativas propias que representen sus intereses en la Convención Constitucional, sin subordinación a los partidos de la transición neoliberal. Quienes han administrado por décadas lo que hoy el pueblo ha impugnado, se preparan para cosechar con mano ajena la lucha que han sostenido otros. Identificándose de manera mentirosa con un triunfo electoral que ha sido también contra ellos, buscan rehacer un pacto social roto que los conecte con la base social. Es una tarea política de primer orden transitar los desafíos por venir defendiendo la independencia de clase.
Pablo Abufom: Traductor y magíster en filosofía por la Universidad de Chile. Editor de Posiciones, Revista de Debate Estratégico, miembro fundador del Centro Social y Librería Proyección y parte del colectivo editorial de Jacobin América Latina
Karina Nohales: Abogada, vocera de la Coordinadora Feminista 8M (Chile) y parte del colectivo editorial de Jacobin América Latina.