23/11/2024
Por LATFEM , Augsburger Silvia
Conversamos con Silvia Augsburger, autora de uno de los proyectos de la Ley de Matrimonio Igualitario. Esta entrevista recorre las estrategias legislativas, políticas y discursivas a 10 años de una conquista que cambió la vida de millones de personas. La entonces Diputada nacional por el Partido Socialista, actual integrante de Igualdad y Participación, de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto y de Ojo Paritario conversó con LatFem para seguir construyendo la memoria feminista e iluminar desde el pasado las luchas del presente.
Hace diez años, en una noche fría de invierno, 33 senadores votaron a favor de ampliar derechos, 27 lo hicieron en contra y 3 se abstuvieron. Una semana después, la por entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner promulgó la Ley 26.618. Argentina se transformó en el primer país en Latinoamérica y el Caribe en legalizar las bodas entre personas del mismo sexo. Estuvo entre los diez primeros países del mundo en tomar esta decisión. A diez años de la sanción de la Ley de Matrimonio Igualitario, una entrevista con una de las dos diputadas clave: Silvia Augsburger, diputada por Santa Fe (2005-2009) y co-autora del proyecto.
—¿Cuál fue tu rol en ese entonces como diputada? ¿Cómo recordás esa época?
—Como diputada nacional era presidenta del bloque Socialista, desde el Socialismo veníamos presentando la iniciativa desde 2005 cada dos años y perdía estado parlamentario. Uno de los activistas más importantes de ese momento era Esteban Paulón, que era secretario general de la Federación Argentina LGBT y era militante del Partido Socialista. Era secretario del bloque. Los activistas españoles, sobre todo Pedro Zerolo, que fue un poco el activista fundamental de la ley de matrimonio en España, tenía la percepción de que si se aprobaba en países de habla hispana, iba a fortalecer el proceso que se estaba dando en España. Entonces viajaba a la Argentina, a Uruguay y a otros países de Latinoamérica, impulsando que se aprobara la ley. La Federación no estaba muy convencida porque en ese momento tenían miedo de que fuera una cosa frustrada, que abriéramos el debate y que se perdiera, porque no veían consenso para poder lograrlo. Quién los y las convenció fue Vilma Ibarra, que también tenía su proyecto. Cuando el kirchnerismo perdió la elección de junio (de 2009) Vilma dijo “soy presidenta de (la Comisión de) Legislación general y no sé si voy a seguir siéndolo. Y el proyecto está en cabeza Legislación general y no sabemos qué va a pasar después del 10 de diciembre. Entonces el momento es hoy”. Vilma los convenció de que lo pusiéramos en debate para llevarlo al recinto. Con una visión muy clara, dijo: “El debate genera consenso social”. Así que habló con Juliana Di Tullio, que presidía la Comisión de Familia y pusieron en la agenda de Legislación general y de Familia los dos proyectos que en este momento tenían estado parlamentario. Vilma abre el debate.
—¿Cómo fue la articulación con ella? Porque las dos tenían, cada una, su proyecto…
—Me interesa nombrarla porque Vilma Ibarra juega un papel fundamental. Primero, porque es de algún modo panoficialista y, sin embargo, aún sin tener la venia del oficialismo parlamentario, en ese momento, ella dice “Sí, yo abro el debate”. Eso le causó tensiones fuertes. Así que creo que eso en la política es importante: una persona que se planta y siente un compromiso con un tema determinado y va para adelante.
Vilma trabaja de forma muy generosa. En política no existe mucho de eso. Piensen que yo era de un partido absolutamente minoritario, era rosarina y sabemos que Dios atiende en Buenos Aires. Terminaba mi mandato el 10 de diciembre y ella se quedaba como diputada. Y sin embargo, en cada actividad habló siempre de los dos proyectos, las dos iniciativas. Nunca se dijo una autora sino “yo soy coautora junto con”. Incluso ahora hay programas de televisión que va en su nuevo rol y le preguntan por la Ley de Matrimonio y siempre me menciona. Ese 15 de julio estuve en Buenos Aires hasta una determinada hora y después me tuve que volver a Rosario porque operaban a mi hijo al día siguiente. Entonces, en un momento de la madrugada me subí a un auto, me volví y justo cuando llego a casa, pongo el televisor y es la votación. Creo que pasaron cuatro minutos y me llamó Vilma, creo que es una de las primeras que me llamó. Y esos gestos les aseguro que en política significan un montón.
Vilma Ibarra, Bruno Bimbi y Silvia, una década atrás.
Cuando me dijeron ahora que Vilma, como Secretaria legal y técnica, era la que tenía la letra fina del proyecto de aborto que va a mandar el gobierno, me dio una enorme tranquilidad porque sé que ella no va a hacer cualquier cosa, no va a estar dispuesta a aceptar cualquier cosa que se mande. Hay una tranquilidad enorme y fijate que hay un hecho que la muestra como es. Cuando fue esa foto de todos varones, de los empresarios y los sindicalistas una de las primeras que sale a twittear y a cuestionar la foto es ella aunque es parte de ese gobierno; no tiene problema en cuestionar cuando siente que algo que ella representa se pone en juego.
—¿Quiénes fueron fundamentales en la construcción de consensos sociales?
—Los primeros que juegan un papel fundamental son los medios de comunicación, porque si bien los debates eran espantosos, hoy cuando pensamos las barbaridades que se le decía a las personas homosexuales en esa época, no lo podemos creer. Y pasaron apenas 10 años…se los trataba de pervertidos. Hay frases famosas en ese momento que iban a violar a niños y niñas. Cosas horribles. Los activistas iban a los medios de comunicación y se fue generando un debate social cada vez más importante. Se sumó todo el espacio de la cultura.
Antes la disputa y la estrategia se había dado en la Justicia. La Federación también tenía su estrategia con el tema de casarse, ir al Registro Civil para que les impidieran el casamiento y así seguir el proceso en la Justicia hasta que llegara a la Corte Suprema de Justicia de la Nación.
—¿ Y qué jugó más la voluntad política del Ejecutivo o la transversalidad política al interior?
—Si no hubiese habido la voluntad política en ese momento por parte del gobierno y de Néstor Kirchner, que claramente juega un papel convenciendo a cada uno de los diputados y diputadas, no hubiese habido ley. En realidad se acomodan los planetas. Hay un montón de situaciones que hacen que salga la ley. Y el factor más importante, indudable, es el activismo de la diversidad. Sin el activismo tampoco hubiese habido ley. En realidad, cada uno jugó un papel fundamental para que la ley se aprobara. Sin Vilma tampoco hubiese habido ley. En fin, creo cada uno de esos pedacitos tuvo un rol importante.
—¿Cuál era tu rol como diputada en la estrategia legislativa que se dio?
—Bueno, yo era la autora de una de las iniciativas. Ya sabía que no renovaba mi banca porque la elección ya se había hecho. Así que terminaba el 10 de diciembre. Conocía muy bien adentro la cámara, así que hablaba con todo el mundo, con cada uno que conocía, para hacer ese lobby parlamentario tan, tan importante. Y luego, en todo ese proceso, hasta julio que llegó al Senado, hubo innumerable cantidad de eventos y reportajes y reuniones. Así que, bueno, yo diría que milité a la par del movimiento de la diversidad para que se aprobara el proyecto.
Hasta la madrugada del 15 de julio no sabíamos si íbamos a tener la ley y esta es la verdad. Incluso cuando se aprueba en Diputados tampoco sabíamos si íbamos a tener ley. Hubo una sesión frustrada. Si bien el oficialismo decía “hay voluntad” y lo llevaron al recinto, todos los números estaban muy, muy jugados.
El consenso social nos iba envalentonado porque a pesar de las movilizaciones de las plazas naranjas, como le llamamos, íbamos viendo cómo el consenso social ayudaba. A mí me pasaba que me paraban en Rosario personas homosexuales para abrazarme, para saludarme. Nunca me había pasado. Generalmente a los y las políticas no nos abrazan. Te llaman para reclamar o para pedir, pero nunca me había pasado que gente por la calle me parara y me dijera “Quiero agradecerte por lo que estás haciendo”. O sea, las personas homosexuales empezaban a expresarse y a visibilizarse, a mostrar su pareja. En fin, era un movimiento creciente.
Fueron seis meses enormemente activos, de tensiones, de alegrías, de llantos. En fin, ahora cumplimos diez años de la sanción de la ley y voy a prometer que no voy a llorar más, porque en cada evento lloraba por la gente feliz. Ver a las personas felices por esta ley fue terriblemente conmovedor. Y era un artículo del Código Civil, porque era eso, entender que la gente que amaba a alguien se casaba y había fiesta y había regalos y otros se tenían que ir de la casa por el amor que sentían por alguien. Era una cosa absolutamente irracional no tener ley.
Silvia Augsburger con la primera pareja gay que se casó en Rosario tras la sanción de la ley.
—Muchxs consideran esta ley como fundante de un momento político en el que las voces y derechos de las diversidades comenzaron a tener más peso. ¿La leés en relación a otros fenómenos sociales y políticos posteriores?
—Hay dos cuestiones. Las leyes en general van atrás de los procesos sociales. Pudimos ver un proceso diferente, como también lo vimos en el 2018 cuando se discutió el aborto. Pudimos ver que una ley empuja a un cambio social y hace que llegue más rápido. Eso hizo la Ley de Matrimonio Igualitario. Lo que hicieron esos seis meses de debate es que el proceso se dio muchísimo más rápido que en otras circunstancias y de hecho que nos enseñó un montón de cosas. Creo que quienes trabajamos por la legalización del aborto aprendimos de esa experiencia transversal, de lobby y de trabajo con las organizaciones de la diversidad. Esa experiencia nos sirve para el trabajo que venimos haciendo. La historia muestra que las sociedades avanzan siempre para democracias mejores. La Ley de Matrimonio Igualitario es un ejemplo de trabajo transversal, de trabajo con las organizaciones de la sociedad civil y de cómo el debate puede ayudar a un cambio fundamental en este caso hacia una sociedad mejor. No sólo hizo una sociedad mejor como conjunto, hizo a cada una de las personas mejores, porque pensemos en esas familias que se volvieron a encontrar, chicos que habían sido expulsados de sus casas, que su mamá y su papá lo llaman para decirle “me equivoqué, te pido perdón”. Cada una de esas personas tuvo la posibilidad de ser mejor persona.
—En otros países es común que primero se sancionen normativas que despenalicen el aborto y luego leyes como matrimonio igualitario o identidad de género. ¿Por qué crees que acá fue al revés y todavía no tenemos una ley de aborto legal?
—A mí no me llama la atención, pensemos que las democracias europeas con las que nos podemos comparar, legalizan el aborto durante los `60 o `70, o sea cuando se da la tercera ola del feminismo. Y en ese momento América Latina vivió un proceso totalmente diferente. Las organizaciones de izquierda estábamos están en la lucha de clases y pensar en una reivindicación de género era ser contrarrevolucionaria. Y luego viene la dictadura. Entonces tenemos un proceso totalmente interrumpido, cuando nos empezamos a enganchar de nuevo es a partir de la recuperación democrática del ´83. Y en esa recuperación democrática tuvimos que hacer un proceso larguísimo porque los feminismos eran grupos autónomos y no querían saber nada ni con el Estado, ni con la política. Eran grupos autónomos por fuera del Estado, por fuera de los partidos políticos. Siempre me gusta contar la anécdota del 2005, yo era diputada electa, todavía no había asumido y estábamos entregando las firmas ese 25 de noviembre y Martha Rosenberg me dice “No, no, no. Las diputadas no tocan las cajas”. No lo podía creer porque yo, le decía “¡Pero si lo que queremos es que el Congreso debata la legalización del aborto”. Me parecía kafkiano y es parte del entendimiento de ese proceso.
¿Qué pasa además con el matrimonio igualitario en Argentina? ¿Le importa un país como Holanda casarse o no casarse? Las personas homosexuales andan por la calle, se abrazan, se besan, ¿qué les importa si no se casaban? Les importa un pepino. Pero para Argentina la institución casamiento era un montón. Entonces, ¿por qué Argentina es el séptimo país del mundo en aprobarlo? ¿Porque los movimientos de la diversidad acá son más fuertes? ¿Porque acá había libertad? No, porque la institución matrimonio es fundamental. Y entonces era una reivindicación. Aunque, claro, habrá hoy grupos minoritarios que no estaban de acuerdo. Era una reivindicación para las personas homosexuales.
—El vínculo entre movimiento LGBT y movimiento feminista es desparejo a lo largo de la historia, ¿cómo leés desde el presente el vínculo que tenían en ese entonces? ¿Y cómo ves el vínculo actual?
—El aborto se va a aprobar y lo vamos a trabajar juntes: los feminismos y los movimientos de la diversidad. A pesar de los desencuentros públicos que existen, vamos a trabajar juntos, como lo hicimos con la Ley de Matrimonio. Revisa toda esa historia. Somos las feministas las que la impulsamos fuertemente por nuestra propia historia, porque entendíamos, porque es muy pesada la discriminación, entonces estamos más abiertas a entender la importancia de la sanción de esa ley.
—Y vos crees que ahora, diez años después, el vínculo entre organizaciones feministas y organizaciones de las diversidades está un poco más aceitado. ¿Estamos un poco mejor que entonces?
—Hay debates fuertes en la agenda y lo mostró el último Encuentro. Soy optimista en el sentido de que seamos mayoría. Desde ambos espacios en que entendamos la potencia y la fuerza que tenemos estando juntes. Pero no puedo desconocer el debate fuerte que hay y los encontronazos que hay, que fueron muy visibles en el encuentro de La Plata. Casi te diría que pusieron en riesgo ese encuentro. Soy de las que piensan, como la explica Paul Preciado, en la alianza TransFeminista. Creo que el patriarcado lo vamos a tirar cuando tengamos una sociedad no binaria, por si el mundo se construyó sobre la base de la discriminación o de la subordinación de un sexo sobre otro. Las sociedades no binarias le van a eliminar tanto el sujeto dominador como el sujeto discriminado. No van a tener con qué el patriarcado, porque la base del patriarcado es la división sexual del trabajo. Entonces, cuando las personas no se definan ni varones ni mujeres y sea una inmensa mayoría la que transite en un continuum de género, como se la va a arreglar el patriarcado para decir esta lava los platos. Y este es el varón proveedor. La posibilidad de que lleguemos más rápido es la alianza transfeminista que plantean muchísimxs teóricxs, muchísimxs activistas, y que ese libro de Paul Preciado, Un departamento en Urano, lo explica tan maravillosamente con su propia historia de vida.
—La ley de Matrimonio Igualitario también despierta la potencia de la contraofensiva conservadora, con grandes baluartes como Negre de Alonso, Bergoglio, Monseñor Marino, etc. La defensa de la familia tradicional frente a la supuesta amenaza del diablo y “la ideología de género”. En tu opinión ¿como estamos en esta correlación de fuerzas?
—Los movimientos antiderechos estuvieron siempre. El problema es que ellos no tenían necesidad de visibilizarse porque era tan fácil hacer lobby en los poderes del Estado y que el Estado respondiera a sus intereses. No necesitaban ni las movilizaciones, ni visibilizarse, ni la plaza naranja; los que los pone en cuestión los avances de los derechos. La estrategia de los anti derecho para la legalización del aborto fue “que esto no se hable nunca”, pudimos hablar de aborto cuando empezamos a hablar de aborto, cuando vamos ganando terreno y lo mismo con el movimiento de la diversidad. Ellos tuvieron que visibilizarse y armar sus estrategias cuando el lobby por abajo ya no les alcanza para pararnos.
Pero simplemente han cambiado la estrategia. Antes nos ganaban y ahora le vamos empatando y le ganamos claramente en la calle. Con el debate de la Ley de Matrimonio fue bien interesante porque se equivocan dos veces. Una vez que se equivocan muy mal es cuando ellos plantean que la única familia que existe es mamá, papá y chiques.
Porque si uno ve ya en ese momento la organización de las familias en Argentina, esa familia nuclear era absolutamente minoritaria. O sea que le hablaban a una sociedad que no se sentía representada con eso, le hablaban en la televisión a una familia que estaba conformada de mil formas. En cambio, nosotres le hablábamos a una sociedad donde éramos la realidad, donde cada una, cada uno, tenía una persona homosexual a la que se le privaban los derechos: el hijo, el hermano o la hermana y unos amigos. Nosotres le hablábamos a algo que existía y ellos le hablaban a algo que era absolutamente minoritario. Esa es la primera estrategia con la que se equivocan. Y la segunda se equivocan muy mal en el Senado cuando Liliana Negre de Alonso plantea que quiere audiencias públicas en todas las provincias. Y entonces habilita el movimiento de organizaciones de la diversidad en lugares donde era imposible juntarse, en Salta y en Tucumán, en Catamarca. Crece muchísimo el colectivo de la diversidad porque esas audiencias los hace reunirse. Pensemos que no existían las redes como existen ahora. Era estar ahí. Entonces es maravilloso cómo esa estrategia se les vuelve un bumerán. Y la Federación Argentina LGBT crece en forma impresionante en esos debates. Así que bueno, ahora con el aborto no se equivocaron tanto. Nos hicieron muchas cosas, salieron a la calle, o sea, aprendieron igual que nosotros. Aprendieron de esos debates.
—Es que en 2018 el Poder Ejecutivo tampoco acompañó ni le puso un cerco sanitario a los grupos antiderechos.
—Claro. Por eso hoy tenemos la certeza de que se va a aprobar, porque el único factor que nos faltaba en ese momento era la voluntad política del Gobierno, que hoy lo tenemos. Esta es la diferencia sustantiva del 2020 al 2018. Cuando hablábamos al inicio de qué fue lo que empujó a la Ley de Matrimonio, que fue todo y que se acomodaron los planetas, ahora con el aborto el planeta que nos faltaba acomodar era la voluntad política del gobierno y ahora se acomodó.
(Entrevista realizada por Agustina Frontera y Flor Alcaraz, publicada en LAFTEM el 15/07/2020)