29/03/2024

Trotsky en Chile. Presencia del trotskismo en la teoría revolucionaria del joven Miguel Enríquez

Por Revista Herramienta

“Las masas no van en la revolución con un plan preconcebido de la nueva sociedad, sino con un sentimiento claro de la imposibilidad de seguir soportando la vieja sociedad”.

León Trotsky, Historia de la Revolución Rusa

 

Introducción

En El hombre que amaba los perros Leonardo Padura lo describió así: “Saltó como si se hubiera vuelto loco, dio un grito como de loco, el sonido de su grito es una cosa que recordaré toda la vida”[3]. Ese, fue el último grito de León Trotsky antes de morir en el destierro a manos del estalinismo. 80 años han transitado desde aquel cobarde acontecimiento y, a Trotsky, lo han vuelto a matar una y mil veces más. Nunca en la historia de los marxistas, ni siquiera la del propio Marx,un revolucionario ha sido tan profanado por moros y cristianos.

Recientemente, la todopoderosa cadena audiovisual de entretenimiento Netflix emitió una serie basada en la vida de Trotsky, caracterizándolo, a lo menos como un esquizofrénico amante del poder. De Slavoj Žižek a Nancy Fraser salieron en su defensa, repudiando la falsificación histórica de su figura[4]. Con sus luces y sombras, cuando uno lee las más de 1.300 páginas de la monumental biografía que le dedicó Isaac Deutscher[5], es imposible no preguntarse ¿cómo uno de los marxistas revolucionarios más originales del siglo XX terminó convertido en tamaña caricatura mundial? Culpar a Stalin, es una respuesta tan obvia como insuficiente, pues, libera a Trotsky y a sus seguidores de toda responsabilidad histórica.

Evadiendo las versiones estalinistas, y apelando a dos destacados intelectuales de las filas trotskistas: Víctor Serge, dirá respecto de Trotsky –“el Viejo” a quien “admiraba infinitamente”–que el trotskismo devino rápidamente en un “movimiento de secta” y que, además, en “el enloquecedor ambiente de persecución en que vivían –como yo– los hacía propensos al delirio de persecución y al ejercicio de la persecución”[6]; Daniel Bensaïd, por su parte, escribirá medio siglo después sobre esta corriente del marxismo que “una existencia tan duramente minoritaria es, sin embargo, rica en patologías grupusculares”[7]. Estas abrumadoras sentencias, también, son parte del imaginario de la cultura política del trotskismo. 

Para alistarnos en lo nuestro, advertimos, que la trayectoria de Miguel de una u otra forma colinda con la historia de los trotskismos chilenos, lo que nos lleva persistentemente a matizar su vinculación con esta corriente política entre: Trotsky, como teórico de la revolución, por ende, con la literatura emanada de su privilegiada y controversial pluma; y, la praxis de los trotskistas criollos, que fueron sus compañeros de ruta durante gran parte de su militancia. Si bien estas dos dimensiones se fusionan en la categoría de “trotskismo”, su divisibilidad nos permitirá metodológicamente comprender con mayor nitidez la compleja “trama” de afinidad entre Miguel y las ideas de esta vertiente marxista. 

Corolario de lo anterior, para aproximarnos a nuestro objetivo, debemos sacudirnos de la representación dominante, teleológica, que sitúa a Miguel respecto del trotskismo en una pugna irreconciliable, consecuencia de la “expulsión” del último sector trotskista del MIR en 1969. Una ruptura y/o coyuntura política, no se puede traducir en una etiqueta totalizante, en este caso, de antitrotskista ni mucho menos de estalinista. 

Tomando en cuenta los vasto de la teoría arraigada por Trotsky, es que delimitaremos su apuesta política a las contribuciones más significativas que legó su obra: partiendo por la teoría de la revolución permanente, en contraposición a la idea del socialismo en un solo país; el “entrismo”, como táctica emblemática del trotskismo; el Programa de Transición y el Frente Único; el prisma analítico de las leyes del desarrollo desigual y combinado; el internacionalismo proletario y la IV Internacional; la esencia antiestalinista, entre otras temáticas que se desplazan en la literatura de Trotsky. Estas coordenadas, las utilizaremos como puntos de referencia para recorrer la praxis del joven Miguel en función de problematizar sus consensos y disensos con el trotskismo.

La revolución permanente en Chile

Michael Löwy, rastreando los antecedentes de la teoría de la revolución permanente en América Latina, dirá que esta se remonta a las directrices formuladas por la Internacional Comunista en 1920, en los aportes de los fundadores del marxismo latinoamericano como José Carlos Mariátegui y Julio Antonio Mella, hasta llegar a la experiencia de la revolución cubana y, particularmente, a las contribuciones del Che Guevara[8]. También, desde la década de 1930, surgieron por todo el continente organizaciones de orientación trotskista, que impulsaron férreamente las tesis de Trotsky antes la hegemonía de los partidos comunistas oficiales[9]

En Chile: los orígenes del trotskismo se retrotraen a fines de la década de 1920, cuando un grupo significativo de militantes del Partido Comunista (PC) se adhirieron a los postulados de “Oposición de Izquierda” impulsada por Trotsky. Luego de disputar la conducción de la cantera comunista, este sector disidente se autonomiza creando la “Izquierda Comunista” en 1933, la que tiene efímera vida, pues tres años después por decisión congresal deciden disolverse en el Partido Socialista (PS). Un grupo desacata esta decisión y en 1937 se funda el Partido Obrero Revolucionario (POR), quien participará en Francia en el evento fundacional de la IV Internacional. Su primer Secretario General fue el Dr. Enrique Sepúlveda. En 1946, el POR presentó como candidato a la presidencia al obrero Humberto Valenzuela. En 1950, los trotskistas se dividen en tres grandes corrientes: una es la que se autoproclamó como el POR-T (Trotskista), encabezada por Hugo Cortés e influenciada por el dirigente argentino J. Posada, y que apostó a la estrategia de Michel Pablo de “entrismo total” en los partidos obreros de masas; la otra, nucleada por Raúl Santander, denominada POR-NT (Nuestra Tribuna) que en líneas generales apostaba por un “entrismo parcial”, es decir, entrar y salir de las grandes organizaciones de la izquierda para fortalecer su estructura interna; y, por último, la liderada por Enrique Sepúlveda –que pronto se desprendería de este grupo– y Humberto Valenzuela, que luego fue apoyado por Luis Vitale, quienes apostaban por la independencia de clase y la construcción orgánica propia.[10]

Hasta la actualidad no existe un trabajo riguroso que dé cuenta de la historia de los trotskismos chilenos[11], menos, de los desarrollos locales. A pesar de ello, hemos podido identificar en la ciudad de Concepción una fracción proveniente del POR-NT que se llamó Grupo Revolucionario Marxista (GRM), donde se encontraba el economista Gamaliel Carrasco, el abogado Pedro Henríquez[12], el educador Washington Figueroa –profesor de Historia de Miguel– y, también habría estado vinculado a este grupo Marco Antonio Enríquez[13], hermano mayor de Miguel; que, a todas luces fue quien le presentó las vicisitudes del trotskismo penquista[14], nacional y mundial.

La primera vinculación de Miguel con el marxismo fue a través de los manuales soviéticos y textos afines como los apuntes de filosofía marxista de Georges Politzer, no obstante, como un oasis en el desierto arenoso de la vulgata estalinista, en su agenda de resúmenes de libros de 1958 encontramos la primera referencia a Trotsky, al viejo Trotsky, pues es un breve extracto que transcribió de Su moral y la nuestra[15]; folleto escrito por Trotsky en su exilio mexicano a un año de ser asesinado. La transcripción de Miguel no nos permite una comprensión amplia de este texto: “la moral es producto del desarrollo social; que no encierra nada invariable; que se halla al servicio de los intereses sociales; que esos intereses son contradictorios; que la moral posee, más que cualquier otra forma ideológica, un carácter de clase”[16]; más que la idea predominante que la moral es una función ideológica al servicio de una clase determinada.

Al analizar toda la obra Su moral y la nuestra, podemos desprender que en las reflexiones –de orden filosóficas– de Trotsky, en cuanto al principio de origen napoleónico y/o maquiavélico de “el fin justifica los medios”, como moral hegemónica entre burgueses, estalinistas y tantos otros, establecerá que los marxistas revolucionarios al creer en la interdependencia dialéctica entre el fin y los medios, ambos justificados por un sentimiento de liberación a la humanidad, abrazan su propia moral revolucionaria. Esta cuestión, pensamos que Miguel tempranamente la acopló a su praxis, acompañándolo en su quehacer político cotidiano, que ejemplificaremos en un capítulo posterior dedicado a su “humanismo marxista revolucionario”.

Su moral y la nuestra, consideramos que es un libro significativo en el anclaje teórico de Miguel, no sólo porque reaparecerá en varios de sus futuros escritos, sino por la composición crítica de este texto al develar la esencia del estalinismo que, si bien diríamos no lo volvió un trotskista, sí, podríamos hablar de un férreo anti-estalinista; aunque su hermano Marco Antonio lo molestaba diciendo que era un “Stalin simpático”[17].

El primer registro de anotaciones políticas (no formativas) que encontramos de Miguel –fechado 9 de abril de 1959–hace alusión al desarrollo de huelgas obreras acaecidas a lo largo del país, tomando una posición drástica por lo que él cita como “marxismo revolucionario”[18]. Detengámonos en esta expresión, pues en sus orígenes el epíteto “trotskistas” fue un calificativo peyorativo, entonces, la categoría de “marxistas revolucionarios” fue anclada en los años 30 por Trotsky y sus seguidorespara autodefinirse en su lucha de diferenciación contra el estalinismo[19].Asimismo, es importante destacar que en el libro que había leído meses antes, Su moral y la nuestra, también se encuentra presente esta definición. Más allá de esta nomenclatura identificadora de un tipo de marxismo, el espíritu general de sus primeras palabras nos parece se asimilan más a la influencia trotskista que al reciente triunfo de la Revolución Cubana que, dicho sea de paso, a esa altura aún no consagraba el carácter socialista de la revolución.

¿Qué nos lleva a deducir esta afinidad de Miguel con el trotskismo en su primer escrito de 1959? Al partir declarando que “el país es recorrido por una ola de huelgas y movimientos obreros”, pone en el centro el protagonismo de la clase trabajadora, cuestión que también puede ser inferida a su precoz leninismo, sin embargo, al estar esto aparejado a un cuestionamiento enfático a “la socialdemocracia escondida bajo algunos partidos de orientación marxista, [que] por todos los medios intenta detener el movimiento”, nos acerca más una orientación de corte trotskista, que se caracteriza por una lucha acérrima por la conducción del proletariado en el seno de las izquierdas. Por otro lado, se posiciona en esta nota en la vereda del “infantilismo revolucionario dicen algunos”, que hace clara referencia a una expresión de Lenin, y que históricamente ha sido utilizada por el reformismo para arremeter contra los revolucionarios y/o trotskistas. Por último, cuando declara que “la consigna es revolución”, aunque sea prematuro establecerlo, nos remonta a la idea de “revolución permanente” de Trotsky.

Aprovechemos de rastrear la concepción de “revolución permanente” en Trotsky, que Stalin y sus burócratas, harán llamar el “pecado original del trotskismo”.

De los aprendizajes dejados por la Revolución Rusa de 1905, al año siguiente Trotsky publicó el libro Balance y perspectiva[20] que, a palabras de Perry Anderson, constituye el “primer análisis político estratégico de tipo científico en la historia del marxismo”[21] y donde se encuentran las primeras alusiones a los principios de la “revolución permanente”. Lamentablemente, por el garrote represivo del zarismo – que mantenía en cautiverio por esos días a su autor– muy pocos militantes tuvieron acceso a esta lectura. Deutscher, apelando al destiempo del arte revolucionario, dirá que este texto “apareció demasiado temprano o demasiado tarde para que pudiera causar una impresión más fuerte de la que causó”[22]. Con el correr del tiempo, Trotsky fue reelaborando esta teoría, pero, será en una polémica con Karl Radek[23] y en reacción al programa de la “Internacional Comunista”, que publicará un texto dedicado y conocido como La revolución permanente[24].

La teoría de la revolución permanente la podemos resumir en la idea que: en los países subdesarrollados los fines democráticos y emancipatorios solo pueden ser concebidos por medio de la dictadura del proletariado, bajo la dirección política de la vanguardia proletaria expresada orgánicamente en un partido revolucionario, en alianza con el campesinado, y en lucha irreconciliable contra las burguesías criollas. Al triunfar la revolución, esta se transforma directamente en socialista, allí su carácter permanente, es decir, su edificación se sigue construyendo en el terreno de la lucha de clases a nivel nacional e internacional; consumándose la victoria definitiva con el advenimiento de la revolución mundial, por tanto, la teoría de la revolución permanente y el socialismo en un solo país son teorías opuestas[25].

El origen histórico de la teoría de la revolución permanente: recae principalmente en la unión por un nexo continuo de revolución democrática y socialista. Este ritmo ininterrumpido del desarrollo del proceso revolucionario se opone a la separación mecánica que impuso la “Internacional Comunista” a los países “atrasados”, convocándolos a realizar primero una revolución democrática burguesa para luego construir la revolución socialista. En Chile, los comunistas “oficiales” siguieron esta máxima como un mandamiento sagrado, subordinándose a la conducción de la burguesía, experiencia que los llevó incluso a ser perseguidos por sus propios aliados[26].

En Miguel, desde sus primeros escritos se desprende un cuestionamiento radical a este tipo de socialismo (por etapas y pacífico) y, por consiguiente, en sus antípodas adhirió a las concepciones de la revolución socialista, cuestión que se mantendrá inalterable a lo largo de toda su trayectoria política. También, tributó en las ideas del carácter mundial del socialismo, aunque respecto del entendimiento del internacionalismo proletario, tuvo matices –como veremos– con el trotskismo. En síntesis, la teoría de la revolución permanente de Trotsky permeó la propia teoría de la revolución de Miguel.

Entrismo y ¿cómo salir?

Dijimos que el grupo trotskista de Concepción al cual tenía algún tipo de vinculación Miguel fue el GRM –Marcello Ferrada minimiza esta relación, pero la confirma[27]–, la que era partidaria de la política del “entrismo”, es decir, incorporarse a los partidos reformistas de masas con el objeto de desplegar su política con mayor incidencia. La táctica “entrista” tiene sus orígenes en el mismo Trotsky, quien en los años 30 con lo que se llamó el “giro francés”, aconsejó a sus seguidores adherirse en los partidos socialdemócratas de forma abierta –no clandestina– y, además, quedarse un tiempo reducido al interior de estas organizaciones[28]. Bajo el liderazgo de Michel Pablo en la IV Internacional, en la década del 50 este método se endureció a través de un “entrismo sui generis”, que consistiría en que los trotskistas ingresaran masivamente a los partidos comunista, lo que generó un gran resquebrajamiento del trotskismo como corriente mundial.

Los trotskistas penquistas del GRM a los que hacemos referencia, nos parece que su entrismo se encontraba inspirado en la idea original de Trotsky, pues, su accionar se desarrollaba en el PS que, por su composición heterogénea y laxa estructuración, permitía un amplio margen de maniobra tendencial; movilidad por dentro y fuera de la organización. Patricio Figueroa, que provenía de la misma escisión del POR, la de “Nuestra Tribuna”, nos contará que en una ocasión el histórico dirigente socialista Clodomiro Almeyda le dijo: “Usted Figueroa, entra y sale pensando que esto es un cine. Parece un pasillo el Partido Socialista. Yo lo he visto 30 veces entrando y saliendo”[29]. Para que se cuente la historia del trotskismo chileno, un capítulo central será el de la circulación de los trotskistas por las filas socialistas que, desde su fundación en los 30 hasta por lo menos los años 80, han sido parte íntegra de su activo político.

El segundo semestre de 1961 Miguel decidió dejar su marxismo independiente e ingresar a militar y, en Concepción, sus posibilidades se restringían a tres: PS, POR y PC; este último, quedó inmediatamente desechado pues dirá “el comunista no. No puedo entrar a un partido que ya no es revolucionario”[30]. ¿Cuándo dejó de ser revolucionario el PC para Miguel?  Con el giro estalinista, al someterse esta organización a la estrategia de revolución democrático – burguesa y vía pacífica emanada desde Moscú en los años 30. Por tanto, este partido representaba la vereda opuesta a las directrices de la teoría de la revolución permanente.

Por sus afinidades políticas, todo indicaba que el espacio “ideal” para ejercer su militancia sería el POR –que operaba en Concepción como GRM a través de la táctica “entrista” en el PS–, donde además se encontraba su hermano Marco Antonio. No obstante, anotará Miguel en su diario de vida:

El POR tiene sus manos atadas, [pero] es el de posición ideológica mejor, pero por estar afiliado a organizaciones perseguidas no tiene acceso a la base y solo no puede hacer nada. Su labor, el entrismo, entonces se ve afectado pues siguen organizados clandestinamente. Así no pueden influir en forma fundamental en las bases del PS; pero algo hacen. Otro defecto del POR es que no todos sus elementos son de alta calidad moral o intelectual, y los que sí lo son, deben cargar con el resto. Y este en un partido pequeño, y más aún, perseguido, [lo que] es de mucha gravedad.[31]

Miguel no solo tiene plena conciencia de la política del POR, sino que además la considera la “posición ideológica mejor” frente a los partidos comunista y socialista. Cuando se indica que es una organización perseguida, se refiera a que dentro del mismo PS tienen identificado a los sectores trotskistas, ejemplo de ello, ese mismo año escribirá que su hermano Marco Antonio está siendo perseguido por la burocracia socialista[32]. Entonces, para él la principal problemática de esta acosada organización no es la práctica “entrista”, sino la imposibilidad de acercarse a las bases socialistas que, en definitiva, es el vehículo al movimiento de masas. Su interés y preocupación– por el movimiento de masas, que a su vez es el corazón de la praxis revolucionaria de Trotsky, seguirá presente en cada una de las decisiones políticas que tome.

Finalmente, Miguel al preguntarse “¿qué hacer?”, vale decir, ¿dónde militar?, hace suyas las bases de la táctica “entrista”: 

A mi juicio lo más positivo en Chile en la época actual es ingresar al PS, no entrar al POR, para poder actuar con plena libertad y, de allí, aprovechar toda la estructura de ese partido: su base, su organización, etc. Madurarla y prepararla para el momento decisivo, el día de la gran ira de [Pablo] Rokha, para que en ese entonces no obedezcan a su caduca y corrompida burocracia que los tratará de vender, sino a la revolución[33].

Miguel, piensa como un trotskista, es decir, con una clara voluntad “entrista” de crear su propio espacio, incidir en la política socialista y rectificar el rumbo burocrático de su dirección; pero con la salvedad de no tener un partido. Además, tenía plena conciencia del factor positivo del PS que “permite la libre tendencia”[34]. Al poco andar dentro de esta organización, el 3 de abril de 1962, escribió: “Frente al PS y el PC, ingresé al PS. Pero al día de mi entrada ya me di cuenta de que era tampoco el camino. Que allí había una tendencia que quería hacer la revolución: los trotskistas; me abandericé con ellos”[35]. Entonces, ¿no quiso entrar al POR que hacía “entrismo” en el PS, pero al ingresar al PS se abanderizó por el POR? Estas son las volteretas que propina el ritmo de la política, sin embargo, cuando habla de abanderizarse por los trotskistas no es sinónimo de suscripción política orgánica, al menos, este no fue su caso.

Es importante relativizar el ingreso solitario al PS de Miguel, pues simultáneamente se incorporan sus amigos Jorge Gutiérrez, Bautista van Schouwen y Marcello Ferrada (su hermano Marco Antonio ya se encontraba en su interior) y, de alguna forma, ejercen una militancia de carácter micro tendencial que, se dejará entender en su diario de vidade la siguiente forma: “En el verano nos tomamos Guti, Bauchi, Marcelo y yo la dirección regional. En 1962 nos desengañamos allí el primer semestre. En el segundo semestre nos fuimos a trabajar a Lota. Allí lo hicimos por 6 meses, pero la dirección regional del PS nos persiguió”[36].Por tanto, sostenemos que Miguel y su pequeño grupo de jóvenes compañeros en el sueño de “participar en un movimiento revolucionario”[37],  frente al escenario político orgánico chileno, siempre estuvo presente la idea de construir una nueva herramienta de la revolución

1963 fue un año clave para Miguel y su grupo por dos razones. Una, dice relación con que su trabajo tendencial dentro del PS asumió mayores niveles de organicidad: “Desde septiembre de 1963 existíamos como MSR [Movimiento Socialista Revolucionario], y allí estaban primero 1°: Condeza, Díaz, Guti, Bauchi, Miguel, Marcos, Marcelo y Claudio”[38]. La otra, fue que se estrecharon lazos con estructuras revolucionarias de Santiago, particularmente, escribirá Miguel “en el proceso conocimos a Lautaro de la VRM [Vanguardia Revolucionaria Marxista]”[39]; ¿Lautaro? Carlos Ramos, de profesión doctor y afiliación trotskista, luego del triunfo de la revolución cubana se hizo portador de una concepción que podríamos denominar como “trotskismo insurreccional” que, sin duda, fue atractivo para los jóvenes penquistas.

Como se desprende, Miguel y sus compañeros poco a poco fueron aprovechando la estructura socialista, acumulando y fortificando fuerza propia, como en la tarea de ir forjando redes con en la izquierda revolucionaria que se encontraba en proceso de reagrupamiento. Sin embargo, frente a la imposibilidad de poder incidir en la política del partido monopolizada por los sectores reformistas, la sobrevida dentro de las filas de la juventud socialista comenzó a agotarse vertiginosamente. Bensaïd dirá que el problema del entrismo no es entrar sino como salir[40], ecuación, que pudo sortera con éxito Miguel y lossuyos, pues, en nombre de 140 militantes –posiblemente inflado el número, aunque el crecimiento para esa altura del año de 1964 era importante– anunciaron su salida de la cantera socialista a través del documento Insurreccional Socialista[41].

Si bien este documento se encuentra inscrito bajo la influencia profunda de la revolución cubana y china y, mediada por el leninismo tan presente en Miguel, encontramos entre líneas aspectos esenciales de la cultura trotskista como el reiterativo cuestionamiento al control burocrático del PS y su política de colaboracionismo de clases con la burguesía. Asimismo, una alusión a “lucha por el mundo socialista”, nos lleva a encontrar la presencia de la creencia en el carácter mundial de la revolución. Este manifiesto fue firmado por 23 socialistas y su escrituración se le concede a Miguel en apoyo de su padrino político de aquel entonces, el Dr. Enrique Sepúlveda, fundador del trotskismo chileno, primer secretario general del POR y, en ese momento, secretario general de la Vanguardia Revolucionaria Marxista (VRM), organización a la cual emigraron estos jóvenes insurrectos[42].

Trotskismo – guevarista

Siguiendo en 1964: al igual que Trotsky quien declaró tantas veces la bancarrota del estalinismo y de la III Internacional, la pluma de Miguel junto a la de Bautista van Schouwen en su reflexión sobre las elecciones presidenciales de ese año, en el artículo Los fariseos gobernantes y los generales y reclutas de la derrota, sentenciaron en esa dirección el futuro de la izquierda reformista chilena, cuestionando centralmente el rol de los “generales de la derrota”, vale decir, las dirigencias burocráticas de estos partidos. Los acusaron de prohibir en la campaña las consignas revolucionarias de “¡El control obrero de las fábricas!”; de marcada predica trotskista. La idea de “fariseos”, de la cual Miguel hace alusión a los democristianos, es recurrente en las obras de Trotsky, incluso en su libro Su moral y la nuestra, que está dedicado a su hijo que de forma reciente había sido asesinado por el estalinismo: “porque León Sedov era un revolucionario auténtico y despreciaba a los fariseos”[43].

Para que no quede duda a las referencias de Trotsky en este texto, en un epígrafe, sabiendo la significancia inspiradora de este tipo de citas, Miguel y Bautista transcribieron un pasaje de Su moral y la nuestra: “que manipulen todos los colores del arcoíris: a pesar de ellos siguen siendo, en resumidas cuentas los apósteles de la esclavitud y de la sumisión”[44]. El espíritu trotskista de este documento posiblemente fue potenciado por la presencia en la escrituración de Bauchi que, según el testimonio de Luis Vitale, este “se proclamaba neo-trotskista”[45]

Michael Löwy, en su antología sobre marxismo en América Latina, establecerá que “la simpatía trotskista por la Revolución Cubana y la ausencia de perjuicios anti-trotskistas permitió el establecimiento de relaciones de colaboración entre las dos corrientes en una serie de países, que, durante algún tiempo, llegaron a cierta simbiosis política y/o política organizacional”[46]. El mismo Löwy, pero con el seudónimo de Carlos Rossi, en 1972 analizó la afinidad ente la revolución permanente y las organizaciones revolucionarias de nuevo tipo en América Latina, donde menciona al MIR chileno como organización de vanguardia que se pronuncia a favor de esta estrategia[47]. ¿Qué profundidad trotskista tuvo la fundación del MIR?

La constituyente revolucionaria chilena que dio origen al MIR: tiene como fecha de origen el 14 y 15 de agosto de 1965, sólo un par de días antes que Trotsky cumpliera un cuarto de siglo de ser asesinado (con lo ritualistas que son con los aniversarios la tradición revolucionaria, no le entregaríamos a la “coincidencia” este cruce de fechas). Según Luís Vitale, el programa aprobado en la fundación del MIR tiene un profundo arraigo trotskista:

Qué programa tiene el MIR, hay que leerlo. Un programa de la IV Internacional. Está redactado por nosotros de puño y letra. ¿Cuál era el programa? El Programa de Transición. ¿Qué carácter tiene la revolución? Permanente. ¿Cómo será la revolución? La revolución será socialista, combinación de tareas democráticas burguesas con las tareas socialistas. Ahí está el programa, aprobado integro, sin ninguna modificación. Y no sólo el programa, sino nuestros hombres.[48]

Si el Programa del MIR[49] no hubiese dado su apoyo a la revolución cubana, habría sido un calco fehaciente del Programa de Transición[50] escrito por Trotsky en 1938. Respecto de la Declaración de principios[51], corre el mismo destino, a tal punto, que los trotskistas dejaron inscrito expresamente en el acápite cuatro la noción de “revolución permanente”; este documento fundacional siguió siendo un documento ancla en el porvenir del MIR –hasta la actualidad se reivindica por algunos sectores tributarios de la tradición mirista, desconociendo en muchos casos su esencia trotskista–. Para que decir la tesis internacional que se aprobó, Imperialismo, colonialismo y revolución mundial, que es una ofrenda al ideario del trotskismo. A esta triangulación documental, se le debe agregar la afirmación de Vitale de “y no sólo el programa, sino nuestros hombres”, pues, los cargos del Secretariado Nacional estuvieron en las manos de los históricos dirigentes trotskistas, partiendo por Enrique Sepúlveda, quien asumió la secretaría general.[52]

Siguiendo con Vitale, este dirá que incluso “los dirigentes de la IV Internacional siempre fueron recibidos en el pleno del C.C. [del cual era miembro Miguel] para exponer la política de la IV Internacional”[53]; siendo uno de ellos Livio Maitan, juntándose supuestamente en la casa de otro miembro de la dirección, Danton Chelen[54]. Lo que si estamos seguro es que Maitan estuvo anteriormente en Chile, pues en una foto de su pasaporta se evidencia un timbrado de ingreso al país en 1962.

En la simbiosis política “revolución cubana – trotskismo” que nos plantea Löwy, a todas luces, la fundación del MIR estuvo cargada al horizonte trotskista, sin embargo, el aporte de Miguel desde una perspectiva insurrecta de corte guevaristas con la presentación del documento, La conquista del poder por la vía insurreccional[55], vino a sopesar esta asimetría ideológica, volviéndose esta organización un tipo ideal –léase en clave weberiana– de guevarismo trotskista.

A poco adentrarnos en la tesis político militar de Miguel de 1965, nos encontramos que éste reconoce a Trotsky como uno de los autores clásicos del marxismo que abordan cuestiones militares; es importante destacar las contribuciones de Trotsky en esta materia no sólo como constructor del Ejército Rojo, sino como sistematizador de esta experiencia: Escritos militares[56]. Entre los tipos de insurrecciones revolucionarias que reconoce Miguel, entre “masas” (revolución rusa) y “focos insurreccionales” (revolución cubana), se inclina categóricamente por esta última. Por tanto, en materia metodología insurreccional estaba muchísimo más cercano a Fidel y el Che que a Lenin y Trotsky.

En La conquista del poder por la vía insurreccional encontramos en la fundamentación del emprendimiento de la violencia revolucionaria una apuesta clara por el carácter mundial de la revolución frente al avance del imperialismo. Por otro lado, para caracterizar Chile, Miguel realiza su interpretación bajo el esquema de las “leyes del desarrollo desigual y combinado”; categoría que utilizó Trotsky en el primer capítulo de la Historia de la revolución rusa[57], para estipular que los países atrasados se encuentran obligados a avanzar a saltos y combinando distintos estadios de desarrollo. Paradojalmente, esto le sirvió a Miguel para justificar la idea que Chile “es un país geográficamente de naturaleza rural con tres injertos urbanos: Santiago, Valparaíso y Concepción”, so pretexto, de definir la guerra revolucionaria en su formato irregular y prolongada.

Esta tesis político militar para su aprobación en el congreso de fundación del MIR sufrió un amarre trotskista en su último capítulo, al condicionarse el inicio de la lucha armada al “ascenso relevante del movimiento popular y que los grupos armados tenían que asentarse en fuertes bases sociales, para no caer en una desviación foquista, como había sucedido en varios países latinoamericanos”[58]. Por consiguiente, este documento que representaba una inédita proclamación de insurrección de una organización de izquierda chilena se congeló. Años después Miguel escribirá: “Éramos un puñado de hombres sólo unidos por ideas imprecisas, propósitos generales y sin una responsabilidad de “hacer la Revolución” cueste lo que costara, sino sólo un ‘intentar’ hacerlo”[59].

Esta frustración, llevó a Miguel y su grupo a constituir una “tendencia insurrecta” al interior del MIR con el claro objeto de desplazar al bloque de hegemonía trotskista de la dirección, cuestión, que se logró en el III Congreso Nacional del MIR[60]. Podemos afirmar que hicieron propias las practicas tendenciales tan características del trotskismo, pero ahora, para aplicarlas contra los propios trotskistas; aunque, según Marcello Ferrada, “nunca dejaron de actuar como una fracción propia, ya sea al interior del PS, la VRM o los primeros años del MIR”[61].

Internacionalismo revolucionario

El documento Revolución Universitaria (1966) expresa una constelación del repertorio teórico revolucionario de Miguel y, donde Trotsky no estuvo ausente, a pesar de que por aquel entonces la marcha del plan de desplazamiento de los trotskistas de la dirección del MIR se encontraba viento en popa. En este artículo, la figura de Trotsky se encuentra tan vigente como la de Lenin, a tal nivel, de identificar a ambos como los grandes edificadores de la Revolución Rusa: “La Rusia Zarista ya había sido remecida hasta sus cimientos por la Gran Revolución de Octubre, y los Bolcheviques, con Lenin y Trotsky a la cabeza proclamaban el derecho del proletariado mundial a terminar con la explotación del hombre por el hombre en la tierra”[62].

“Como dijo un viejo revolucionario ruso”, presentó Miguel a Trotsky, para mencionar un pasaje de la introducción a la Historia de la Revolución Rusa: “las masas no ven en la Revolución con un plan preconcebido de la nueva sociedad, sino con un sentimiento claro de la imposibilidad de seguir soportando la vieja sociedad”[63]; no será esta monumental obra la protagonista dialógica del corpus del trotskismo en Revolución Universitaria, sino un breve texto de 1910, Intelligentsia and Socialism[64] (La intelligentsia y el socialismo), que es una respuesta de Trotsky al libro del marxista austriaco Max Adler para polemizar sobre las significancias de la intelligentsia en el proceso revolucionario. Miguel, quien buscaba sustentos teóricos para justificar el carácter revolucionario de la juventud, si bien coincidirá con Trotsky en lo descriptivo respecto de las limitantes que tienen los jóvenes intelectuales –principalmente los estudiantes– para plegarse a las ideas de la revolución, difiere, en cuanto a la potencialidad de estos, quienes, dirá, “han llegado al Socialismo, y más que eso, están hoy dando sus vidas por él”[65]. A todas luces, hay un “obrerismo” trotskista que evita Miguel.

Como en toda constelación, hay puntos opacos, y en la del marxismo de Miguel, la figura de Stalin aparece para ser cuestionada, configurándose textualmente en este escrito su anti-estalinismo, que más que trotskismo, pareciera ser una oposición al legado estaliniano que, obviamente, compartirá con los herederos de Trotsky, sobre todo, en el desafío de construir una nueva izquierda revolucionaria:

Esta Nueva Izquierda, joven, sin un negro pasado, sin un Stalin que adorar para luego quemar, libre de las amarras o vetustos esquemas democrático-burgueses, sobre la base de la democracia interna y en independencia respecto a las potencias socialistas, se proponen la destrucción del régimen burgués. La Revolución Socialista, por la insurrección armada.[66]

De los componentes de esta cita, ya hemos hecho referencia a casi la totalidad en virtud de su aproximación a la revolución permanente, menos, a la relación con las potencias socialistas. Miguel compartirá con los trotskistas la “independencia” respecto de ellas, sin embargo, esta autonomía política trascenderá al orden supranacional, sino que, a toda sujeción internacional, incluida, las directrices de la IV Internacional, es decir, el partido mundial de la revolución para los trotskistas. Esta libertad, pata Miguel y los suyos se constituyó en un principio inherente al internacionalismo proletario, que tuvo su mayor expresión ejemplificadora en el pronunciamiento de Miguel frente a los sucesos de la “Primavera de Praga”, que grafica nítidamente sus concepciones de “internacionalismo revolucionario”.

Sobre la “Primavera de Praga” –por el momento– solo queremos enfatizar queen el documento El MIR y los sucesos de Checoslovaquia[67], Miguel toma una posición crítica a la invasión del ejército soviético, sino que además cuestionó la dirección del proceso checoslovaco, a quien acusó de ser “hijos del estalinismo”; impresiones, que el mismo ancló en su paso por Checoslovaquia a fines de 1967, donde escribió, “Estoy en Praga. Dicen es un país socialista, sino fuera por saberlo, por la arquitectura del hotel y las banderas en las calles en honor al día de la nacionalización de las industrias (¿?), no lo creería”[68].Por tanto, respecto al pronunciamiento de uno de los acontecimientos más importantes de la década del 60, Miguel no se subordinó ni espero línea alguna desde las potencias del socialismo internacional; ni siquiera, espero el pronunciamiento de Fidel Castro, que terminó siendo distinto al del MIR.

En la Tesis político – militar de 1967[69], Miguel dedica un acápite a la idea de la “continentalidad de la revolución” inspirada en el proyecto guevarista, pero, con serias discrepancias estratégicas con el propio Guevara[70]; diferencias que, a su vez, se asemejan a la idea federativa de Trotsky de crear Los Estados Unidos Socialistas de América Latina”[71]. Por otro lado, estas primeras reflexiones de Miguel respecto a la “continentalidad de la revolución”, terminó siendo el antecedente originario de lo que sería en un futuro el proyecto internacionalista de la Junta Coordinara Revolucionaría (JCR)[72]

En noviembre de 1972, en Santiago de Chile, la idea de la “continentalidad de la revolución” de Miguel tuvo un salto de atleta al reunirse los dirigentes del MIR chileno, Tupamaros uruguayos y PRT argentino, con el objeto de construir una plataforma articuladora de las experiencias revolucionarias del Cono Sur. Miguel, impulsor y anfitrión del evento, bautizó a esta “nueva organización internacionalista” con el nombre de el “Pequeño Zimmerwald”[73]; en alusión a la conferencia socialista internacional que se realizó en un pequeño poblado de las montañas suizas en 1915, para debatir sobre los vaivenes de la I Guerra Mundial. Esta cita revolucionaria terminó siendo el antecedente de caducidad de la II Internacional y precursora de la III internacional. De los 38 delegados de este hito, uno de ellos fue Trotsky, quien asumió la responsabilidad de redactar la declaración de principio que se conoció como el “Manifiesto de Zimmerwald”[74].

¿Una pequeña internacional en el Cono Sur? Los escasos trabajos que se han realizado sobre la JCR tienden a monopolizar las coordenadas de este proyecto internacionalista en los márgenes del guevarismo, siguiendo el relato oficial “jotacerrista”, sin tomar atención por ejemplo, a las diferencias estratégicas que tempranamente ancló Miguel con el Che Guevara[75].Más notorio y a la vista aún, son las esquivas referencias a la influencia trotskista en esta empresa cono sureña insurreccional, pasando por alto cuestiones de origen de las organizaciones parte, como la adhesión del PRT a la IV Internacional o las afinidades del MIR a las concepciones del trotskismo. En una tesis de maestría mexicana –que al parecer se convertirá en libro– se visibiliza nebulosamente una hipótesis en la dirección contraria, al otorgarle una importancia al “internacionalismo proletario” de raigambre trotskista[76].  Hablar de una influencia transatlántica, no sesga en nada la originalidad de este proyecto latinoamericano, particularmente, de tierras conosureñas. El fantasma de la leyenda negra de Trotsky aterra incluso a los historiadores.

La tesis político-militar de 1967, en comparación a su símil de 1965, no hay mucho que agregar de inspiración trotskista a este documento, más qué interpretar el énfasis que tiene este documento respecto del accionar de la clase obrera en el proceso insurreccional. En un resumen que realizó Bautista van Schouwen a esta Tesis, llamado Estrategia insurreccional[77], la presencia de Trotski es más palpable. Si bien Bauchi discrepa de la apuesta de “insurrección de masas”, al caracterizar este tipo de estrategia evocando su experiencia más emblemática que es la revolución bolchevique, a Trotsky le reconoce ser el único dirigente presente en la revolución de 1905 y constructor junto con Lenin de la de 1917.

En diciembre de 1967 se efectúa el III Congreso del MIR, donde Miguel asumió la secretaría general y, su fracción insurrecta, copó los cargos de dirección con amplia mayoría, desplazando al sector trotskista vinculado a Enrique Sepúlveda. Con dureza, Miguel les escribirá a los cubanos a mediados de 1968:“Los viejos ya no están ([Enrique] Sepúlveda, [Óscar] Waiss, [Carlos Morales] Marín, [Gabriel] Smirnow, casi no militan, no participan). Sepúlveda está enojadísimo, ha hecho tres intentos de guerra que le han fracasado rotundamente, está absolutamente solo y se ha marginado del trabajo”[78].Este grupo no fue expulsado, más bien marginado por el nuevo ritmo de la organización, y con ello se diluyó la fraternidad que había forjado Miguel con el viejo Sepúlveda, la historia viviente del trotskismo chileno; dos años después, reconocerá en “Enrique Sepúlveda y su equipo, Oscar Waiss, etc. El equipo más purista desde el punto de vista trotsko, es probablemente el más inteligente, el más capaz desde el punto de vista teórico.”[79]. No menor confesión.

Miguel en 1967 viajó a Cuba, donde estrecho lazos con la inteligencia cubana. Al regresarle escribe una carta a su hermano Marco Antonio, en que deja la sensación que la revolución cubana tenía afinidades con Trotsky y sus herederos más connotados: 

Te digo hermano, casi todas las reservas que siempre nos hemos hecho no tenían razón de ser. Son absolutamente amplios y permiten el libre desarrollo del marxismo (están impreso: “La Historia de la Revolución Rusa” de Trotsky, los libros de Deutscher, la “Economía Política” del trotsko Mandel, etc.). Creo que en ningún otro país socialista hay tal cantidad de ediciones de los originales textos del marxismo. Se han abandonado completamente los manuales, etc.[80]

Ernest Mandel y su “economía política” fue más que utilizado por Miguel y las reflexiones miristas, sobre todo, en su teoría de las ondas largas del desarrollo capitalista, que profundizaremos después al abordar las ideas “dependentistas”. Conversando con Janette Habel, antigua dirigente de la IV Internacional y muy próxima a la figura de Mandel, nos dirá que éste seguirá con atención los pasos de Miguel en Chile, con quien encuentra puntos de conexión política, incluso más que con Mario Roberto Santucho, a quien consideraban más preocupado de las cosas militares que de la política, a pesar, que el argentino fue miembro “cuartista” en los inicios del PRT[81]. Por otro lado. Michael Löwy, escribiendo en calidad de intelectual de la IV Internacional, en 1972 dirá que es inevitable la lucha armada en América Latina, “enfrentamiento que en la mayoría de los países tomará la forma de una guerra revolucionaria prolongada”[82]; que era la apuesta de los miristas chilenos. En conclusión, podemos establecer que la afinidad trotskista-guevarista tuvo correspondencia en ambas esquinas (Miguel y la IV Internacional).

Trotskismo sin trotskistas

Con la partida de Sepúlveda y su equipo, no desapareció la presencia trotskista en el MIR. Es más, estos compartieron como minoría en el Comité Central. Miguel expondrá la correlación de fuerzas de la siguiente manera: “Es nuestra la Secretaria General, todo el secretariado (promedio de edad total 23 años. Deberías haber visto al Chico Pérez en la última reunión del Comité Central sentado en un triciclo de niño) y 9 de 15 del Comité Central.”[83]. Con los 6 miembros trotskistas que quedaron en la dirección, liderados por Luis Vitale, en el transcurso del año de 1968 las relaciones comenzaron a tensionarse entre ambos sectores, hasta llegar el nivel de que se congelaron durante meses las reuniones de esta instancia[84]; operando, Miguel y la mayoría como grupo paralelo de dirección, con el objetivo de poder generar lo más rápido posible las condiciones orgánicas para iniciar la luchar armada en Chile.

En 1969 Miguel y su sector dieron curso a la política de expropiaciones bancarias, las que se enmarcaron en una política superior de “acción directa de masas”.

La última cita bibliográfica de Revolución Universitaria corresponde al libro Stalin. Biografía política, el cual no nos llama la atención porque le haya interesado a Miguel recorrer los aportes teóricos de Stalin, pues, a pesar de su profeso anti-estalinismo lo leía, sino porque creemos que se detuvo en los orígenes del bolchevismo y su subversiva política de financiamiento[85]. Pedro Lovera, en su reciente biografía histórica sobre Luciano Cruz Aguayo, en la búsqueda de la inspiración de los miristas para el accionar de atracos a bancos se remontará a las expropiaciones de este tipo que realizaban los bolcheviques a principio del siglo XX, teniendo como principal atracador al joven Stalin[86]. Trotsky, aún menchevique en 1907, denunció públicamente con indignación este quehacer conspirativo[87], por tanto, desde los albores de la revolución rusa, asaltos a bancos y trotskismo sellaron una malquerencia político-táctica; aunque para ser justos en Latinoamérica el trotskista argentino Daniel Pereyra a principio de la década de 1960 fue uno de los primeros en destacarse en el oficio revolucionario de atracador de banco[88].

Luis Vitale, en representación de los trotskistas en abril de 1969 presentó un proyecto de Tesis político – militar[89] para ser debatido en el IV Congreso Nacional del MIR, el que tenía como principal objetivo refutar las tesis político-militares de Miguel de 1965 y 1967, en cuanto al carácter de la revolución chilena: para él la insurrección de masas debía sobreponerse a la lucha foquista. Particular énfasis colocó Vitale en criticar la política de financiamiento a través de expropiaciones bancarias, las cuales acusó retardaban el inicio de la insurrección y, además, la construcción de un partido marxista revolucionario, el cual corría el peligro de convertirse en “una secta terrorista o conspirativa”. Nuevamente, el rol de las masas fue la justificación para decir que estas acciones pretenden “sustituir” el protagonismo de la clase y “coarta las posibilidades de establecer realmente esos cordones umbilicales” con el movimiento obrero y popular. Está demás decir, que esto era una afrenta directa contra Miguel y su grupo que recientemente se habían bautizado en el arte expropiatorio.

Finalmente, nunca se realizó el IV Congreso Nacional del MIR y, en el mes de junio de 1969, luego de un asalto a un banco se reunió la totalidad de los miembros del Comité Central. Sin hacer tiempo, Miguel tomó la palabra, declarando: “hay que separar aguas”[90]. La tendencia trotskista se negó a este quiebre que denominó “artificial y artificioso” y dirá “Esta actitud verticalista y antidemocrática, a espaldas de las bases es el resumen del pragmatismo pequeño burgués que impregna al Secretariado. Es el resultado de su concepción aristocratizante que desprecia el trabajo en el seno de las masas y trata de reemplazarlo por golpes efectistas de propaganda barata y estridente”[91]. La figura de “sustitucionismo” que condenaba Vitale, es la misma que utilizó Trotsky contra Lenin por lo de los asaltos a bancos en 1907 y, en otras oportunidades[92]. Inmediatamente, los dimes y diretes entre ambos sectores –beligerantes, y que no aportan mucho a este trabajo– no se hicieron esperar, resolviendo Miguel y los suyos “Expulsar oficialmente del partido a la llamada “minoría” micro-faccional del Comité Central”[93]; caducándose así, la simbiosis trotskista-guevarista que dio origen al MIR chileno.

¿Fue realmente la valoración del protagonismo de las masas lo que terminó por disociar a Miguel con los trotskistas chilenos? ¿Sin los trotskistas en el MIR, que quedó de Trotsky?

En una pregunta que le realizó el francés Regis Debray respecto a la concepción –según él, novedosa en la historia revolucionaria– de poner el aparato político militar al servicio del frente de masas, Miguel terminará explicando las reales diferencias que tuvo con los sectores trotskistas al interior del MIR. 

Para Miguel, esta concepción tiene un origen inverso, pues el MIR surge y se desarrolla con una política direccionada a los frentes de masas, donde, los trotskistas “subvaloraban el problema aritmético entre el peso de la violencia como factor político y el prioritario trabajo de masas”. Es decir, todos los esfuerzos estaban colocados en el despliegue de masas, sin embargo, en los primeros años de construcción orgánica “hay un largo y rutinario y tedioso trabajo en frentes de masas, infructuoso, con muy pocos resultados”. Ante esta frustración, “comienza a hacerse lo que se llamó ´acciones directas`, que es plantearse un vehículo de acceso a las masas, donde se ejerce un poco de propaganda armada y un poco de ejercicio de la violencia al servicio de ésta”. En síntesis, “lo único que se está buscando”, dirá Miguel, “es salir del trabajo tradicional, tedioso en el frente de masas, para pasar al ejercicio de la violencia y, desde allí, volver a los frentes de masas, que es lo está pasando ahora”[94].

La diferencia “contra el sector trotsko”, aclarará Miguel, “no es por trotskista, sino por su política de masas puramente de acción en frentes”[95].Podemos concluir que Miguel compartía con Trotsky lo central del protagonismo de masas en la revolución, por tanto, se distanciaba de los trotskistas chilenos en aquella esterilizante vocación de trabajo de masas sin masas. Finalmente, el problema nunca fueron las masas, sino como llegar a ellas, y el MIR llegó, así lo demuestra su exitosa experiencia –situado de forma comparativa en la historia de la izquierda revolucionaria chilena– en cuanto al desarrollo en el campo y la ciudad de frentes de masas en los mil días de la Unidad Popular.

En el gobierno de Allende, Miguel se reencontrará con los militantes trotskistas que no hace mucho tiempo atrás le habían declarado la guerra al “Sol Rojo” (así le decían). La política fue la que los reunió, y esta fue la del “polo revolucionario”, es decir, la unidad de los revolucionarios por dentro y fuera de la UP (¿inspirado en el Frente Único de Trotsky?). Una instancia de reencuentro fueron las elecciones de la CUT de 1972; donde compartieron lista bajo el manto del Frente de Trabajadores Revolucionarios (FTR) y los resultados no fueron los esperados[96].Alejandro Alarcón, nos contará que la elección del candidato para liderar la campaña no estuvo exenta de polémica, pues los trotskistas apelaban que la mejor carta era Luis Vitale, frente a la mirista Gladys Díaz, a quien criticaban de no ser una autentica representante del movimiento obrero. Alarcón, que hasta ese momento era un dirigente sindical de la empresa textil Bellavista Oveja Tomé, pero de casi nulo conocimiento dentro de las filas del MIR, dirá que Miguel se acercó a conversar con él para decirle: “Guatón, la única posibilidad que el FTR [MIR] encabeza la lista es que tú seas el candidato”[97]; y así fue, siendo el único miembro elegido para integrar la mesa nacional de la CUT. Esta operación, no la interpretamos como una vendetta de Miguel a Vitale, sino, sólo como una cuestión de intereses orgánicos.

Conclusión: hacia una fidelidad crítica del trotskismo.

Más allá de los trotskistas, quedará pendiente un análisis más riguroso de la influencia de Trotsky en los movimientos tácticos y estratégicos del MIR en la Unidad Popular. En otro material analizaremos los aportes trotskistas sobre la dualidad de poderes a la política del poder popular mirista. Si dejaremos enunciado los aportes de textos como los Escritos sobre España, que fueron utilizado permanentemente por Miguel en el análisis de coyuntura del periodo. Dos meses antes de morir en combate, le escribió a Santucho, donde una de las cosas que le recomendó para la política argentina fue levantar “el objetivo del control obrero en las fábricas”, a pesar de que:

Sabemos del desprestigio que sectores trotskistas han hecho mundialmente de objetivos como este proponiéndolos en situaciones en las cuales no estaba vigente. También es un hecho que objetivos como este no surgen espontáneamente de la clase obrera, y que más aún que cuesta que se convierta en un objetivo de masas y que sólo pueda surgir como proposición, el que debe asumir los costos de un trabajo paciente, lento y esforzado. Para comprenderlo, nosotros fuimos a los clásicos (tomo 25 al 28 de obras completas de Lenin, Escritos sobre España de Trotsky, Tesis de fundación de la IV Internacional).[98]

La lectura de Miguel de los aprendizajes de la revolución bolchevique no estuvo mediada por la diferenciación estalinista majadera entre Lenin y Trotsky, sino, que en su análisis articuló las perspectivas entregadas por los dos máximos líderes de la gesta revolucionaria soviética. Aunque el trotskismo de Miguel siempre estuvo a la sombra de su leninismo, pues, como lo dijimos al estudiar a Lenin[99], se representaba en él como jefe de la revolución y, por ende, articulador de otros jefes. La presencia de Trotsky en su teoría de la revolución nos parece de una significancia de “razón estratégica”, a tal nivel, que su praxis estuvo irradiada desde su tempano despertar político y en coyunturas importantes se eclipsó con el pensamiento del autor de la revolución permanente. 

En el mismo lustro que nació Michael Foucault, y como si hubiese sido poseído por su ulterior teoría del poder, Trotsky escribió en su autobiografía un capítulo queversa sobre “¿Cómo perdió el poder?”, acusando el pragmatismo de Stalin, que construyó una camaradería en las sombras, enlazada por miserables cuotas de protagonismo[100]. Esta autocrítica de León es parcial, pues creemos que en su trayectoria se impuso un cabalgar difuso, de maniobras erráticas en la disputa por la dirección bolchevique. Si bien en 1905 y 1917 se ajustó al pulso de las revoluciones, en su itinerario como dirigente bolchevique estuvo siempre a destiempo, subvalorado las dinámicas de construcción orgánica y, por otro lado, como diría Lenin en su testamento político: posiblemente era el hombre más capaz de la dirección, pero siempre ensordecido por los problemas administrativos[101]. Justo antes de suicidarse, su amigo Adolf Joffe fue más claro y duro con sus palabras: “Siempre ha tenido usted razón políticamente”, le escribirá, “pero frecuentemente usted ha renunciado a su certera posición en favor de un acuerdo, de un compromiso cuyo valor ha sobreestimado”[102]

Tal espíritu quijotesco de Trotsky no coincidió con la tarea de constructor de un partido revolucionario, que es a lo que se dedicó Miguel toda su vida; encontrando en la obstinación de Lenin de “avanzar sin tranzar” y en el leninismo las fórmulas del despliegue partidario que, a su vez, ensombreció las aportaciones del fundador de la teoría de la revolución permanente.

Todo nos indica que las distancias de Miguel con el trotskismo se radicaron más bien con el quehacer trotskista chileno sesentero –con quienes tuvo una vertiginosa relación– que con los postulados emanados del propio Trotsky. Esta conclusión nos lleva a convocar una idea de Bensaïd, quien planteó que “en materia de herencia, la devoción filial no es siempre la mejor prueba de fidelidad, y se da a menudo más fidelidad en la infidelidad crítica que en la mojigatería dogmática”[103]. Con esto no afirmamos intensidades, en la odiosidad de quién es más trotskista, sino que nuestro interés es recalcar la aproximación crítica de Miguel en cuanto a las obras de Trotsky.

 


[1]Este trabajo es un avance de un capítulo de una investigación en curso sobre la teoría de la revolución en el joven Miguel Enríquez. Por consiguiente, debe leerse como parte de un proyecto mayor donde el pensamiento de Enríquez no se restringe a la figura de Trotsky. Otros capítulos se centran en Marx y Engels, Lenin, Gramsci, Luxemburgo, Fanon, Guevara, Allende, literatura, teoría de la dependencia, etcétera.

Se agradecen las sugerencias críticas a este material de Carmen Castillo y Michael Löwy. 

Enviado por el autor para ser publicado por Herramienta

[2]marcoantonioalvarezvergara@gmail.com

[3]Padura, Leonardo, “El hombre que amaba los perros”, Barcelona: Tusquets Editores, 2011, p. 13.

[4]Ver carta: http://www.ceipleontrotsky.org/Netflix-y-el-gobierno-ruso-unidos-para-mentir-sobre-Trotsky-5210

[5]Esta biografía de Isaac Deutscher está organizada en tres tomos: “Trotsky, el profeta armado”, “Trotsky, el profeta desarmado” y “Trotsky, el profeta desterrado”.

[6]Serge, Víctor, “Memorias de un revolucionario”, Madrid: Veintisiete Letra, 2011, pp. 463-465.

[7]Bensaïd, Daniel, “Trotskismos”, Madrid: Editorial El Viejo Topo, 2007, p. 13.

[8] Löwy, Michael (bajo el seudónimo de Carlos Rossi), “La revolución permanente en América Latina”, Editorial: Cuadernos Rojos, 1972.

[9] Löwy, Michael, “El marxismo en América Latina. Antología, desde 1909 hasta nuestros días”, Santiago: Editorial LOM, 2007, p. 36.

[10]Álvarez, Marco, “La Ruta Rebelde. Historia de la Izquierda Revolucionaria”, Concepción: Editorial Escaparate, 2014.

[11]Existe el libro de Nicolás Miranda “Contribución para una historia del trotskismo chileno”, Ediciones Clase contra clase, 2000; sin embargo, este texto presenta la historia del trotskismo solo desde la perspectiva de una corriente, la encabezada por Humberto Valenzuela y Luis Vitale.

[12]Henríquez, Pedro, “Entrevista realizada y facilitada por Juan Saavedra”, 6 de octubre de 2008.

[13] Enríquez, Marco Antonio, “Entrevista”, 2003, ver: https://rebelion.org/un-fantasma-de-la-izquierda-chilena/

[14] Gentilicio de los habitantes de Concepción.

[15]Trotsky, León, “Su moral y la nuestra”, 1939. Consultado desde www.marxists.org

[16]Enríquez, Miguel, Agende de apuntes de 1958.Esta agenda y los diarios de vida de Miguel Enríquez que se citan en este trabajo se encuentran bajo la custodia de Carmen Castillo Echeverría.

[17]Enríquez, Marco Antonio, entrevista, ibíd.

[18]Enríquez, Miguel, primer escrito político, 1959.

[19]Bensaïd, “Trotskismos”, ibíd., p.12.

[20]Trotsky, León, “Balance y perspectivas, buscar”, 1906. Consultado desde www.marxists.org

[21]Anderson, Perry, “Consideraciones sobre el marxismo occidental”, Madrid: Siglo XXI Editores, 1979, p. 19.

[22]Deutscher, Isaac, “Trotsky. El profeta armada”, Santiago: LOM Ediciones, 2015, p. 154.

[23]Karl Radek fue cercano a la Oposición de Izquierda, luego pacta con el estalinismo, para finalmente ser sentenciado por los crímenes de Moscú.

[24]Trotsky, León, “La revolución permanente”, 1929. Consultado desde www.marxists.org

[25]Ibíd.

[26]En 1948 el gobierno de Gabriel González Videla, que fue apoyado por el Partido Comunista, dicto la Ley de Defensa Permanente de la Democracia, conocida como la “Ley Maldita”, que proscribió a los comunistas de la participación política nacional. 

[27]Ferrada, Marcello, “Conversaciones con el autor”, 2019. 

[28]Bensaïd, “Trotskismos”, p.74.

[29]Figueroa, Patricio, “Entrevista con el autor”, 3 de abril de 2014.

[30] Enríquez, Miguel, Diario de vida, 2 de junio de 1961.

[31]Enríquez, Miguel, Diario de Vida, 3 de enero de 1962.

[32]Enríquez, Miguel, carta a Edgardo Enríquez, 29 de septiembre de 1961.

[33]Enríquez, Miguel, 3 de enero de 1962.

[34]Ibíd.

[35]Enríquez Miguel, Diario de Vida, 3 de abril de 1962.

[36]Enríquez, Miguel, Diario de Vida, 19 de mayo de 1964.

[37]Ibíd.

[38]Ibíd.

[39]Ibíd.

[40]Bensaïd, “Trotskismos”, p. 75.

[41]“¡Insurrección socialista!”, 1964. En “La ruta rebelde…”, pp. 105-113.

[42]Ibíd.

[43]Trotsky, “Su moral y la nuestra”, ibíd.

[44] Enríquez, Miguel y Bautista van Schouwen, “Los fariseos gobernantes y los generales y reclutas de la derrota”, 1964-1965. En “Bautista van Schouwen. Que la dignidad se haga costumbre”,Marco Álvarez, Santiago: LOM Ediciones, 2018, pp. 231-241.

[45]Vitale, “entrevista”, ibíd.

[46]Löwy, “El marxismo en América Latina….”, ibíd., p. 53.

[47]Löwy, Michael, “La revolución permanente…”, ibíd.

[48]Vitale, “entrevista”, ibíd.

[49]“Programa del MIR”, agosto de 1965. En “La constituyente revolucionaria. Historia de la fundación del MIR chileno”, Marco Álvarez, Santiago: LOM Ediciones, 2015, pp. 136-138.

[50]Trotsky, León,“Programa de Transición”, 1938. Consultado en www.marxists.org

[51]“Declaración de principios del MIR”, agosto de 1965. En “La constituyente revolucionaria…”, ibíd., pp. 132-135.

[52]Para mayor información sobre la influencia del trotskismo en la fundación del MIR chileno, ver: “La constituyente revolucionaria…”, ibíd.

[53]Vitale, “entrevista, ibíd.

[54] Al consultarle a DantonChelen por esta afirmación de Luis Vitale, él nos dirá que no recuerda tal reunión en su casa y niega conocer a Livio Maitan. La información nos fue entregada por Chelen el 29 de enero de 2020.

[55] Enríquez, Miguel, “La conquista del poder por la vía insurreccional”, 1965. En “La constituyente revolucionaria…”, ibíd., pp. 145-164.

[56]Trotsky, León, “Escritos militares. Ejércitos, milicias, guerrillas”, 1923. Consultado en www.marxists.org

[57]Trotsky, León, “Historia de la revolución rusa. Tomo I”, 1932. Consultado en la edición chilena de LOM Ediciones, 2017.

[58] Vitale, Luis, “Contribución a la historia del MIR (1965-1970)”, Santiago: Edición Instituto de Investigación de Movimientos Sociales “Pedro Vuskovic”, 1999.

[59] Enríquez, Miguel, “Solo una revolución entre nosotros nos puede llevarnos a una revolución en Chile”, 1969. Consultado en www.cedema.org

[60]Álvarez, “La constituyente revolucionaria…”, ibíd.

[61]Ferrada, “conversaciones…”, ibíd.

[62]Enríquez, Miguel, “Revolución universitaria”, 1966. Publicado por primera vez en Revista Polémica N° 5 y 6 de la Federación de Estudiantes de Concepción (FEC).

[63] Ibíd.

[64] Citamos la versión en inglés, pues es la fuente que utilizó Miguel: “Intelligentsia and Socialism”, León Trotsky, Forth International, 1964-1965, Vol. 1 N°3. Esta revista era la expresión de una corriente inglesa del trotskismo llamada “lambertismo”. El texto “La intelligentsia y el socialismo” (1910) fue incorporado en el libro “Literatura y revolución” (1924) de Trotsky, el cual consultamos en www.marxists.org

[65] Enríquez, “Revolución universitaria”, ibíd.

[66]Ibíd.

[67]Enríquez, Miguel, “El MIR y los sucesos de Checoslovaquia”, septiembre, 1968. Publicado por primera vez en el periódico del MIR “El Rebelde” N°1 (nueva etapa). Consultado en “Miguel Enríquez y el proyecto revolucionario en Chile. Discursos y documentos del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR”, Pedro Naranjo y otros, Santiago: LOM Ediciones, 2004, pp. 107-109.

[68] Enríquez, Miguel, “Anotaciones desde Praga”, 31 de octubre de 1967.

[69] Enríquez, Miguel, “Tesis político – militar 1967”. Publicada el 2019 en el libro “¡A construir la revolución chilena!”, Editores Marco Álvarez y Jaime Navarrete, Ediciones Escaparate.

[70]Álvarez, Marco, “Ernesto Guevara, Miguel Enríquez y el realismo mágico. Debate estratégico sobre la construcción del Ejército Libertador Continental”, en “El imaginario del Che en el siglo XXI”, 2017, pp.271-187

[71]Justo, Liborio, “Los Estados Socialistas de América Latina”, Buenos Aires: Grupo Editor Universitario, 2006, p. 12. 

[72] Marchesi, Aldo, “Hacer la revolución. Guerrillas latinoamericanas de los años sesenta a la caída del muro”, Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 2019; Goicovic, Igor, “El internacionalismo proletario en el Cono Sur. La Junta Coordinadora Revolucionaria, un proyecto inconcluso”, Ponencia a la II Jornadas de Historia Política de Chile, 2005.

[73]“Junta Coordinadora Revolucionaria. Orígenes y perspectivas”, Revista de la Junta Coordinadora Revolucionaria, N°2, febrero de 1975, p. 3. 

[74]Deutscher, “El profeta armado”, ibíd., pp. 209-210.

[75]Álvarez, “Ernesto Guevara, Miguel Enríquez…”, ibíd.

[76] Sandoval, Marco, “La Junta de Coordinación Revolucionaria (JCR): El internacionalismo proletario del Cono Sur, 1972-1977”, Tesis para obtener al grado de Maestro en Historia Internacional, 2016. Consultado en www.cedema.org

[77] Van Schouwen, Bautista, “Estrategia Insurreccional”, 1968. En: “El pensamiento revolucionario de Bautista van Schouwen, 1943-1973”, Martín Hernández, Concepción: Editorial Escaparate, 2004, pp. 97-137.

[78] Enríquez, Miguel, “Carta a Luis Fernández Oña”, 11 de julio de 1968.

[79]Enríquez, Miguel, “Diálogos con Regis Debray”, 13 de enero de 1971.

[80] Enríquez, Miguel, “Carta a Marco Antonio Enríquez”, 30 de diciembre de 1967.

[81]Habel, Janette, “Conversación con el autor”, octubre de 2018, Poitiers, Francia.

[82]Löwy, “La revolución permanente…”, ibíd.

[83]Enríquez,“Carta a Marco Antonio Enríquez, ibíd.

[84]“Comunicado del sector trotskista del MIR”, abril de 1969.

[85]Deutscher, Isaac, “Stalin, biografía política”, México: Ediciones Era, 1965.

[86]Lovera, Pedro, “Luciano Cruz, como una ola de fuerza y luz”, Santiago: Editorial Pehuén, 2020.

[87]Deutscher, “Trotsky, el profeta armado”, ibíd., p. 185.

[88] Pereyra. Daniel, “Memorias de un militante internacionalista”, Buenos Aires: Ediciones RyR, 2014.

[89]Vitale, Luis, “Tesis político – militar de 1969”. Lamentablemente, consultamos una copia parcial del documento.

[90]De los 6 miembros trotskistas presentes en aquella reunión, pudimos entrevistar a Patricio Figueroa, René Parra, Winston Alarcón y Norman Gamboa para el libro “La constituyente revolucionaria…”.  Asimismo, el relato de Luis Vitale se encuentra presente en varias fuentes.

[91] “Comunicado del sector trotskista del MIR”, 28 de julio de 1969.

[92]Deutscher, “Trotsky, el profeta armado”, ibíd.

[93] “Comunicado oficial del Comité Central a todos los militantes y bases del partido”, 3 de agosto de 1969.

[94]Enríquez, “Diálogos con Regis Debray”, ibíd.

[95] Ibíd.

[96]La lista del FTR obtuvo un 1.86% de los votos, logrando incorporar 1 delegado de 55 a la mesa nacional de la CUT.

[97]Alarcón, Alejandro, “Entrevista con el autor”, 19 de marzo de 2019.

[98] Enríquez, Miguel, “Carta a Mario Roberto Santucho”, 27 de julio de 1974.

[99] Remitirse a un capítulo dedicado a Lenin próximo a publicar.

[100] Trotsky, León, “Mi vida. Intento autobiográfico”, Buenos Aires: Ediciones IPS, 2012, pp. 503-517.

[101] Lenin, Testamento político, 1922. Consultado en www.marxists.org

[102] Joffe, Adolf, Carta a Trotsky, 1927. Consultado en www.aporrea.org

[103]Bensaïd,“Trotskismos”, ibíd., p.12.

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