21/11/2024
Por Revista Herramienta
“En todas las culturas, la clasificación taxonómica significa supervivencia. El principio de sabiduría, como dicen los chinos, es llamar las cosas por su nombre”.
Edward Wilson, La diversidad de la vida, Editorial Crítica, Barcelona, 1994, p. 52.
“¿Hay que definir con el nombre del ser humano (anthropos) algo que no debería hacer referencia a toda la humanidad, pues sólo una parte de ella ha sido responsable del desastre medioambiental?”. Marta Pérez-Folgado, El Antropoceno: ¿Tendremos nuestra propia era geológica?, disponible en: http://principia.io/2015/01/22/el-antropoceno-tendremos-nuestra-propia-era-geologica/
“El capitalismo es como el aprendiz de brujo: ha invocado y ha reunido unos poderes que se han descontrolado salvajemente y que ahora amenazan con destruirnos […] Si no actuamos ahora, todo parece indicar que el capitalismo será nuestra tumba”.
Terry Eagleton, Por qué Marx tenía razón, Editorial Península, Barcelona, 2012, pp. 223-224.
AL BORDE DEL PRECIPICIO
Varias informaciones recientes indican el acelerado proceso de destrucción de la naturaleza y de trastorno climático en el mundo, así como de la miseria de millones de seres humanos, afectador por catástrofes que se pretenden naturales pero que tienen un claro origen social, aunque eso no sea evidente a primera vista. Sin pretender ser sistemáticos recordemos algunas de las noticias que se registraron en el 2016 sobre caos climático, extinción de especies, pérdida de biodiversidad y las mal llamadas “catástrofes naturales”
Caos climático a escala mundial
●El año 2016 ha sido el más caluroso de la historia reciente:Por tercer año consecutivo el 2016 supera al 2015 y este a su vez había rebasado al 2014 en cuanto al record en el incremento de la temperatura promedio en el planeta tierra. Al respecto la Organización Meteorológica Mundial señaló: “la temperatura promedio de este año fue 0,94°C superior a la promedio del siglo XX, que fue de 14,0°C. […] el mes de agosto del 2016 batió récords de temperatura en los océanos Pacífico e Índico y en los continentes”. Otro informe precisa detalles todavía más sombríos:
Es muy probable que 2016 sea el año más cálido de todos los registrados [...] con temperaturas que estarán 1,2 grados por encima de los niveles pre-industriales y 0,88 grados por encima de los 14 grados del periodo referencia 1961-1990. […] Entre los picos de calor nunca alcanzados hasta esa fecha, se encuentran los de Pretoria, Sudáfrica (42,7 grados), Tailandia (44,6), Phalodi, India (51 grados), Basora, Irak (53,9 grados) o Mitribah, Kuwait (54 grados). De los 17 años más calurosos de la historia, 16 son los del siglo XXI. El aumento de temperaturas ha ido asociado a registros récord en otros fenómenos como la concentración de gases de efecto invernadero, la disminución del hielo ártico, los incendios forestales, la disminución de la barrera de coral y el aumento de fenómenos extremos como los ciclones, los maremotos y las sequías de grado severo[1].
●El deshielo en el polo norte:El Ártico acaba de vivir sus 12 meses más calientes desde que hay registros de temperatura en esta región, al sufrir una ola de aire caliente que derritió una importante área de hielo, dijo el martes 13 de diciembre de 2016 un informe de la Agencia estadounidense Oceánica y Atmosférica (NOAA). “La temperatura media anual del aire sobre el suelo fue la más alta jamás registrada”, ya que “se ubicó 3,5 grados centígrados por encima de la del año 1900, durante el período que va de octubre de 2015 a septiembre de 2016. […] Este calor sin precedentes ha retrasado en el otoño el momento en que las aguas del océano se vuelven a congelar y ha derretido grandes áreas de banquisa de Groenlandia”[2].
●Incremento del CO2: En octubre de 2016 se presentaba la siguiente información:
Las concentraciones de CO2 en la atmósfera se han disparado de nuevo este año, y ya se espera que permanezcan por encima de la barrera simbólica de 400 partes por millón durante todo 2016. En 2015 la concentración atmosférica media mundial de dióxido de carbono en la atmósfera alcanzó por primera vez el umbral simbólico y, a la vez, significativo de 400 partes por millón, y se disparó de nuevo en 2016, alcanzando nuevos récords como consecuencia del episodio de El Niño de gran intensidad […]
Los niveles de CO2 ya habían alcanzado anteriormente la barrera de las 400 ppm en algunos lugares concretos durante varios meses del año, pero nunca antes a escala mundial durante un año entero. Según las predicciones de la estación más antigua de vigilancia de los gases de efecto invernadero, situada en Mauna Loa (Hawái), las concentraciones de CO2 permanecerán por encima de las 400 ppm durante todo 2016 y no descenderán por debajo de ese nivel durante muchas generaciones[3].
Otro informe agrega: “En cabo Grim (Australia), el promedio de los niveles de CO2 de agosto alcanzó las 401,42 ppm, en comparación con las 398,13 ppm de agosto de 2015. En Mauna Loa (Hawái), las concentraciones medias semanales de CO2 del 23 de octubre fueron de 402,07 ppm, en comparación con las 398,50 ppm de la misma fecha en 2015, mientras que el valor de mayo de 2016 de 407,7 ppm constituyó el nivel mensual más elevado jamás registrado”[4].
●Aumento de la contaminación atmosférica en China: Desde diciembre del 2016 y durante los primeros días de enero del 2017 se informó que gran parte de la República Popular China estaba cubierta por una densa nube tóxica. Más de 70 ciudades, la mayor parte de ellas ubicadas en el noreste, soportaban esa fuerte polución:
Beijing, la capital, entró hoy en el sexto día en alerta roja, tras haber emitido la semana pasada la advertencia por contaminación del aire y la grave niebla tóxica que invade la ciudad. Los habitantes que salieron a las calles lo hicieron con mascarillas, ante un intenso y penetrante olor a carbón. En el caso de Beijing, se han cerrado 700 industrias pesadas, incluyendo una refinería de la petrolera estatal Sinopec, para controlar sus humos tóxicos[5].
●Cambios climáticos en Siberia: En enero de 2017 ha descendido bruscamente la temperatura en Siberia y en toda Rusia. Moscú ha registrado el invierno más frío de los últimos 120 años. En el distrito autónomo de Janti-Mansi – Yugrá, se registró en diciembre de 2016 una temperatura de -51ºC. A la par, emergen enfermedades que se creían desaparecidas, como el “Antrax Zombi”:
Los investigadores concluyeron que el origen de la epidemia fue un reno infectado por el bacilo Bacillusanthracis, causante de la enfermedad. Un niño de 12 años falleció tras ingerir carne de un animal infectado, y 2.500 renos murieron como consecuencia de la enfermedad. […] La noticia fue recogida por los medios de comunicación internacionales, que decidieron bautizar el caso como el del “ántrax zombi”, ya que el último brote en la región se registró en 1941, reapareciendo únicamente debido a las temperaturas inusualmente elevadas del verano, que alcanzaron los 34ºC, unos ocho grados más de lo habitual. Hasta entonces, el bacilo permanecía en estado durmiente en el permafrost, la capa del suelo permanentemente congelada. […] Los especialistas advierten que la descongelación podría afectar a cementerios del norte del país donde hay enterradas víctimas de epidemias de viruela del siglo XIX o a los cadáveres de mamuts, que albergan cepas de bacterias y virus poco conocidas. La desaparición gradual del permafrost podría también llevar a la descongelación de las heces de estos animales prehistóricos, incrementando las emisiones de metano a la atmósfera, y a ellas podría aún sumarse la actividad de los llamados microorganismos metagénicos, que metabolizan los nutrientes del suelo en este gas y se reproducen con la subida de las temperaturas. Además de las emisiones de metano, se calcula que el permafrost alberga el doble de carbón del que se encuentra actualmente en la atmósfera.
Todos ellos son procesos que se refuerzan a sí mismos: la descongelación aumenta con las emisiones, que aumentan con la descongelación. Dicho de otro modo: a mayor descongelación, más emisiones, y con éstas, más descongelación y de nuevo más emisiones. […][6].
Extinción de especies
●Alarmante reducción en la población de los elefantes: A finales del 2016 se informó que se había reducido en un 30% la población de elefantes en África. La razón principal que explica la disminución de paquidermos es la caza furtiva, para obtener marfil que se destina a China y otras partes de Asia. Se estima que los cazadores furtivos matan unos 30 mil elefantes cada año, principalmente en Tanzania y Mozambique. Un estudio especializado llegó a las siguientes conclusiones:
•Las poblaciones de elefantes de sabana se redujeron en un 30 por ciento (lo que equivale a 144.000 elefantes) entre 2007 y 2014.
•La tasa de declive actual es de un 8 por ciento por año, principalmente debido a la caza furtiva.
•La velocidad a la que se reducen las poblaciones ha aumentado entre 2007 y 2014.
•Se contaron 352.271 elefantes en los 18 países en los que se realizó el estudio. Esta cifra representa al menos un 93 por ciento de los elefantes de la sabana en tales países.
•Un 84 por ciento de la población del estudio fue avistada en zonas legalmente protegidas mientras que el 16 por ciento restante se encontraba en zonas no protegidas. Sin embargo, se descubrió un gran número de elefantes muertos en numerosas zonas protegidas, lo que indicaba que los elefantes se enfrentaban a dificultades tanto dentro como fuera de los parques[7].
●Extinción silenciosa de las Jirafas: El animal vivo más alto del mundo está en proceso de extinción. En 1999 la población de esta mamífero africano era de 140 mil individuos, en la actualidad se ha reducido a menos de 80 mil ejemplares. La razón principal de su drástica disminución se encuentra en que su hábitat natural se ha reducido porque las tierras se dedican a la agricultura en los veintiún países africanos en donde hay jirafas. También son sometidos a la caza furtiva, porque el tamaño del animal la convierte en un objeto de deseo. Entre las subespecies de jirafa, dos están en inminente peligro de extinción: la jirafa de Rothschild, de la cual sobreviven 1000 ejemplares, y la nigerina, con una población de menos de 300 ejemplares. “La realidad es que algunas subespecies de jirafa están disminuyendo, mientras otras simplemente se desvanecen”, asegura el zoólogo JordanSchaul. Y eso que este mamífero cuellilargo no tiene depredadores naturales más allá de algún valiente león y, por supuesto, el ser humano”[8].
●La muerte de los osos polares
Los osos polares son uno de los símbolos más dramáticos del vuelco climático, ya que el calentamiento global les ha ido reduciendo la capa de hielo que es indispensable para su supervivencia. Eso ya es evidente en 19 regiones del Ártico:
A causa del cambio climático, la banquisa o hielo marino que se forma sobre el mar en las regiones polares, se está fundiendo más temprano en primavera y se forma más tardíamente en otoño, señalan los investigadores de la revista Cryosphere, de la Unión Europea de Geociencias (EGU). Entre 1979 y 2014, la región perdió de 7 a 19 días de hielo por década en esas 19 regiones, revelaron imágenes satelitales. “A causa de la dependencia (de los osos) del hielo marino, el cambio climático constituye la principal amenaza para su supervivencia”, advierte el informe. Se estima que la población total de Ursusmaritimus es de apenas unos 25 000 individuos. Convertidos en emblema de los estragos del cambio climático, estos grandes carnívoros permanecen la mayor parte del tiempo en la banquisa, donde cazan, descansan y se reproducen. Al fundirse los hielos, regresan a tierra firme y deben sobrevivir apelando a sus reservas de grasa durante períodos que se están volviendo cada vez más largos. Y estos grandes palmípedos deben nadar distancias cada vez más largas antes de hallar un lugar donde instalarse. Dependen de la capa de hielo especialmente para cazar las focas, su presa favorita, y tienen cada vez más dificultades para atraparlas mientras nadan[9].
●Se incrementa la muerte de abejas:En 1988 había un total de 5 millones de colmenas en Estados Unidos, pero en 2015 había desaparecido el 42 por ciento de las colonias. La situación es tan crítica que por primera vez el Servicio de Pesca y Vida Salvaje de ese país las incluyó en la lista de especies en peligro. La reducción de abejas es una amenaza directa a la alimentación mundial. Con la desaparición de las abejas mueren gran cantidad de plantas que dependen de ellas y se ven afectados seres humanos y animales que se alimentan de esas plantas. Las causas de su reducción son diversas: generalización de la agricultura intensiva y el uso de plaguicidas; introducción de cultivos modificados genéticamente; transformaciones del medio ambiente y perdida de hábitats; virus y ataques por parte de agentes patógenas y especies invasoras; el trastorno climático…[10]
Sobre este último asunto un estudio de Science concluyó:
Los abejorros no se están adaptando bien al cambio climático. En lugar de migrar al norte para buscar temperaturas más clementes, estos insectos cruciales para la polinización están muriendo. “Imagine un tornillo. Ahora imagine que el hábitat del abejorro está en el medio de tornillo”, dijo el principal autor del estudio, Jeremy Kerr, profesor de macroecología y conservación en la Universidad de Ottawa. “A medida que el clima se calienta, las especies de abejorros son aplastadas por este ‘tornillo climático’ que comprime las zonas geográficas en las cuales este insecto puede vivir”, explicó.“El territorio cubierto por los abejorros en el sur de Europa y en América del Norte disminuyó cerca de 300 Km. La amplitud y ritmo de estas pérdidas no tienen precedentes”, dijo Kerr. Estos insectos “en general no logran” migrar al norte.A diferencia de las mariposas, no se relocalizan sino que desaparecen, añadió el estudio[11].
●Los otros primates al borde de la extinción: En un artículo aparecido en el New York Times y reproducido por Rebelión se informa:
un equipo de 31 primatólogos analizó cada una de las especies conocidas de primates para determinar su situación y concluyó que las noticias sobre el pariente animal más cercano al hombre no son buenas.
Tres cuartos de las especies primates están en declive, según descubrieron los científicos, y casi 60 por ciento están en peligro de extinción. Desde gorilas hasta gibones, los primates pasan por un momento mucho peor en la actualidad que durante las décadas recientes debido a la devastación causada por la agricultura, la caza y la minería. […]
Hacer un conteo de cada especie primate sobre la Tierra fue un gran reto, en parte debido a que los científicos siguen encontrando nuevas especies. Desde el año 2000, se han identificado 85 nuevas especies de primates, con lo que se suma un total de 505. […]
Los científicos han encontrado tantas especies nuevas de primates debido, en parte, a que la destrucción de los bosques facilita el acceso a las poblaciones que alguna vez estuvieron aisladas. […] Todas las especies de simio (gorilas, chimpancés, bonobos, orangutanes y 19 especies de gibones) están en peligro de extinción, al igual que el 87 por ciento de las especies de lémur. Entre las especies en peligro crítico de extinción está el mono araña de cabeza marrón de Ecuador, el colobo rojo del Níger y el macaco negro, una especie de Indonesia que se volvió famosa por haberse tomado una selfi con la cámara de un fotógrafo[12].
Reducción de la biodiversidad
El Informe Planeta Vivo de la WWF en su undécima edición, publicada a finales del 2016, concluye que la población mundial de peces, anfibios, reptiles, aves y mamíferos ha disminuido en un 58 por ciento entre 1970 y 2012. Las poblaciones de agua dulce han disminuidos en un 81 por ciento, las poblaciones terrestres en un 38 por ciento y las marinas en un 36 por ciento. El estudio indica que lo que más influye en la reducción de biodiversidad es la degradación de los hábitats y la sobreexplotación de especies. Según ese estudio el sistema alimentario actual es insostenible, porque el 80 por ciento de los terrenos agrícolas en el mundo se destinan a producir carne y lácteos, que sólo generan el 33 por ciento de las proteínas que consume la humanidad[13].
Otro estudio de Science, de Londres, llega a conclusiones similares, centrándose en la cuantificación del impacto de la perdida de hábitats sobre la diversidad biológica. Esta investigación “utilizó 2,38 millones de registros de 39.123 especies en 18.659 sitios, y determinó que las praderas y estepas ―pastizales templados, sabanas y matorrales―, son los biomas más afectados por la pérdida de biodiversidad en el planeta. Se trata de las Grandes Llanuras de Norteamérica, la pampa sudamericana, los veld o praderas de Sudáfrica, las estepas de Asia y las sabanas del sur de Australia”. Se concluye que el cambio en el uso del suelo es la principal razón que explica tan grave problema:
Los investigadores calcularon el actual Índice de Integridad Biológica (BII), que determina la abundancia promedio de especies presentes originalmente, relativos a la abundancia en un hábitat no perturbado. El límite de seguridad de ese índice es 90%, pero los nuevos datos señalan que ya está en 84,6%, considerado bajo el umbral seguro aconsejable. El límite BII se ha cruzado en 22 de 34 hotspot o puntos de mayor biodiversidad del mundo[14].
El término biodiversidad también cobija a la diversidad cultural, la cual está seriamente amenazada por la imposición mundial de los valores del capitalismo. Eso se ejemplifica con lo que acontece con las lenguas. De las 6912 lenguas que existen en el mundo, por lo menos la mitad de ellas van a desaparecer en las próximas décadas, lo que representa una terrible erosión cultural. Como dice un estudioso del tema:
La extinción de ideas que ahora encaramos no tiene paralelo en la historia de la humanidad. Dado que la mayoría de las lenguas del mundo todavía no han sido descritas por los científicos, ni siquiera sabemos qué es lo que nos arriesgamos a perder. […] Aunque el conocimiento popular pueda persistir en las culturas modernas […] lo estamos perdiendo a un ritmo alarmante. Esta pérdida viene acompañada de una severa reducción en el número de especies y la cantidad de hábitats. Tal vez las tecnologías del futuro puedan cumplir la promesa de que la humanidad será capaz de sobrevivir en nuestro mundo superpoblado sin hacer uso de este conocimiento ecológico acumulado y, por tanto, no deberíamos entristecernos por su muerte. Tal vez cultivemos las plantas en invernaderos, criemos a los animales en laboratorios y nos alimentemos gracias a la ingeniería genética. Tal vez no haya nuevas medicinas que encontrar en las selvas. Todos esos argumentos apelan Sa la ignorancia: no sabemos qué es lo que nos arriesgamos a perder a medida que las lenguas y las tecnologías desaparecen, porque mucho e incluso la mayor parte de eso sigue sin estar documentado. Así, resulta arriesgado pensar que nunca necesitaremos de dicho conocimiento más adelante. ¿Realmente queremos depositar tanta fe en la ciencia futura y prestarle tan poco atención a la ciencia que heredamos?[15].
“Catástrofes (poco) naturales”
En el año de 2016 se presentaron 301 desastres (terremotos, inundaciones, ciclones, tifones, huracanes…) que afectaron a 102 países del mundo, con un aproximado de 400 millones de personas directamente afectadas. El país más golpeado fue la India, con 331 millones de damnificados. Le siguen China, Etiopía, Malaui, Haití, Somalia, Zimbabue, Sudán del Sur, Vietnam y Bangladesh. La mitad de estos desastres fueron inundaciones, motivadas por intensas lluvias, terremotos, sequias e incendios.[16]
Estos acontecimientos, en la mayor parte de los casos, tienen un origen que no es nada natural, puesto que son tragedias originadas por el vuelco climático, la extracción desmedida de bienes naturales, la deforestación,… En este caso el término “natural” se emplea para ocultar la responsabilidad del capitalismo, y presentar las desgracias que genera como si fueran producto de fuerzas externas e incontrolables. Vamos a mencionar, como ilustración, dos desastres recientes, uno en California y el otro en Chile
●California, Sed en el paraíso capitalista: California, el principal estado de la Unión Americana, y al que algunos catalogan como la quinta economía del mundo, soporta una grave sequía desde hace varios años. Un mapa oficial muestra que un 41 por ciento del territorio de ese estado soporta condiciones de sequía extrema o excepcional, donde viven unos 22 millones de personas.El promedio anual de lluvias en el área de Los Ángeles normalmente era de 15 pulgadas, pero desde el 2011 se redujo a 7.8 pulgadas, casi a la mitad. Las autoridades de California ha impuesto medidas de racionamiento de tipo individual, que no atacan el problema de fondo o apelan a unas “soluciones” delirantes, entre las que sobresale cubrir los embalses con millones de pelotas negras para frenar la evaporación de agua y evitar la proliferación de algas. En efecto, en el 2015 fueron arrojados 100 millones de pelotas que, entre otras cosas, impiden que los animales beban agua, en un anticipo de lo que está por venir y en la exclusión de otras formas de vida del acceso al agua. Lo que esas autoridades han dejado por fuera son “los bancos, las compañías de petróleo, la industria de embotellamiento de agua y las principales compañías agrícolas en la región del Valle Central que están drenando el agua subterránea. En su plan no están incluidas políticas de largo plazo con respecto a las devastadoras sequías y el cambio climático en el futuro”[17]. Mientras es evidente la sequía, la gran industria agrícola consume el 80 por ciento del agua disponible, siendo ese estado el primer productor agrícola de los Estados Unidos: “Para poner un poco de esta producción en perspectiva, se necesitan 700 galones de agua para producir suficiente alfalfa para que las vacas produzcan un solo galón de leche y 425 galones de agua para producir sólo 4 onzas de carne de res. La producción de una sola almendra requiere por lo menos un galón de agua”[18].
Para completar, en la región se ha venido impulsado el fracking, el cual despilfarró 42 billones de galones para extraer gas y petróleo. Con esa cantidad se podría abastecer a la ciudad de San Francisco durante tres años.
●Chile: Incendio en los bosques neoliberalizados:En las primeras semanas de 2017 se presentaron los peores incendios en la historia de Chile que afectaron a unas 250 mil hectáreas. Los incendios se desarrollaron en las plantaciones de árboles importados, principalmente pino y eucalipto, que han sido sembrados como parte de un negocio de grandes empresas forestales. Ese negocio despegó en plena dictadura de Pinochet en 1974 y han arrasadó con las especies nativas y con los cultivos agrícolas, lo que ha reducido la biodiversidad de la región. Para sustituir las especies nativas se sembraron miles de hectáreas con las dos especies mencionadas, con el fin de producir madera y celulosa. Tanto el pino como el eucalipto almacenan en sus hojas aceites inflamables y “mientras la forma del eucalipto fomenta la entrada de vientos, el pino suelta un colchón de acículas tan preciso para prender fuego como el papel periódico”[19].
Son los típicos bosques neoliberales, cuyas pocas especies de árboles son todas idénticas, en las que no se encuentran ni un caballo ni una vaca, no se escucha el sonido de un pájaro, son bosques muertos que cubren miles de hectáreas. Han arrasado con la biodiversidad, secan los suelos y las aguas subterráneas. Con mayor sequedad en el suelo, más posibilidades para que haya incendios y se propaguen rápida y fácilmente. Por supuesto, cuando sembrar árboles se convierte en un negocio de grandes empresarios que genera pingues ganancias, solo importa la rentabilidad económica y no los desastres ambientales que se originen a mediano plazo.
En la pequeña localidad de Santa Olga, mil familias perdieron sus viviendas, que fueron arrasadas por el fuego. Doce personas habían muerto a comienzos de febrero de 2017 y cinco mil personas estaban directamente afectadas. La llamada Isla Grande de Chiloe, localizada en el archipiélago de Chiloe, en el centro-sur de Chile, fue destruida por los incendios en cerca de dos tercios. De un total de 8.394 kilómetros cuadrados (km²) de superficie fueron arrasados 5.471 km².
Debe agregarse que al mismo tiempo en Chile se han presentado elevadas temperaturas, como resultado del vuelco climático, lo que ha facilitado la propagación de los incendios. En conclusión, “los incendios desatados por doquier no son casualidad, existe una estructura gubernamental que creó ésta gran caja de fósforos; secando territorios cultivables, acabando con bosques endémicos y todas sus manifestaciones de vida, o casi todas, pues en las alturas calurosas de Peralillo se ven jotes al acecho de carne putrefacta”[20]. O, como lo dijo una de las personas afectadas directamente por los incendios, “esto es como el infierno de Dante”. Como quien dice, el paraíso neoliberal que presume ser Chile se convirtió en un desierto forestal, una gigante caja de fósforos, que ha devastado una parte de su territorio, afectando en forma directa a los más pobres y a los animales.
HOMO SAPIENS,¿RESPONSABLE GENÉRICO?
La información presentada en el primer parágrafo puede aparecer como un registro caótico de hechos inconexos y sin explicación lógica, pero el trasfondo del asunto se llama capitalismo. Esta cuestión de fondo la retomamos en la tercera parte de este capítulo. Por ahora, es necesario referirse a la tendencia dominante que asegura que la destrucción de la naturaleza y las aceleradas modificaciones climáticas son culpa del hombre en general, del homo sapiens. Esa postura liberal le echa la culpa a todos para no inculpar a nadie y mucho menos al sistema capitalista. Esta interpretación no sólo es dominante en los medios de desinformación, sino entre círculos científicos (de las ciencias naturales y de las ciencias sociales).
Connotados investigadores (biólogos, geólogos, climatólogos, antropólogos, geógrafos...) responsabilizan al homo sapiens como un todo y señalan que nosotros hemos sido destructivos desde que existimos. Citemos dos autorizadas afirmaciones al respecto. El célebre biólogo estadounidense Edward Wilson dice: “…la humanidad ha iniciado la sexta gran convulsión de extinción, haciendo que una gran fracción de las especies con las que compartimos la tierra se apresuren a entrar en la eternidad en una sola generación”[21].
El paleontólogo Richard Leakey y el antropólogo y bioquímico Roger Lewin sostienen en el mismo sentido: “El homo sapiens está maduro para ser el destructor más colosal de la historia, sólo superado por el asteroide gigante que chocó con la tierra hace sesenta y cinco millones de años, barriendo en un instante geológico la mitad de las especies de entonces”[22].
En los dos libros mencionados, no se nombra ni una vez al capitalismo como si este no existiese. Eso demuestra que el terreno dominante de la investigación científica parece ser cierta la afirmación de Frederick Jamenson de que es más fácil imaginar el fin del mundo, que el fin del capitalismo. Puede pensarse que esta ausencia u ocultamiento se debe al “analfabetismo político” de los científicos, o al hecho de no atreverse a romper con los marcos dominantes de la lógica del conocimiento imperante en el mundo occidental. Pese a efectuar notables investigaciones, la ciencia dominante, como la representada por los autores mencionados, pareciera vivir en un territorio aséptico políticamente. Las referencias que hemos señalado, a modo de ejemplo, indican una manera dominante de afrontar los problemas ambientales, cuya característica principal se sustenta en la utilización de un equívoco e impreciso lenguaje de tipo genérico, con la finalidad de responsabilizarnos a todos por igual y sostener que en las diversas épocas históricas ha habido destrucción de especies y ecosistemas, siendo homo sapiens el directo responsable.
Con esa lógica se acuñó el término Antropoceno, por Paul Creutzen, un químico holandés y Premio Nobel. Este vocablo proviene del griego antropos, hombre, y de kainos, nuevo, y querría decir algo así como la “nueva época del hombre”. Se plantea como un sustituto del holoceno, actual época del periodo cuaternario en la historia de la tierra. El holoceno comenzó hace 11.700 años antes del presente y se caracteriza por tener un clima estable, luego de la última glaciación. Terminaría con la irrupción del Antropoceno, vocablo que indica que las acciones humanas tienen una incidencia directa sobre el planeta tierra, hasta el punto que podría considerarse como una nueva era geológica.
Los que utilizan el término Antropoceno no están de acuerdo con su fecha de origen. Para Paul Creutzen comenzó con la revolución industrial, es decir, hacia 1750. Para otros se inició en1945, con la invención y utilización de la bomba atómica, cuyos residuos radiactivos se han expandido a lo largo y ancho del planeta.
Para JanZalasiewicz, presidente del Grupo de Trabajo del Antropoceno"la importancia del Antropoceno radica en el hecho de que fija una trayectoria diferente para el sistema terrestre integrado por los humanos". Para ColinWaters, geólogo jefe del Instituto Geológico del Reino Unido y secretario del Grupo de Trabajo, “poder identificar ese intervalo de tiempo nos indica hasta qué punto las actividades humanas tienen un impacto sobre nuestro planeta: ‘La noción del Antropoceno consigue englobar todas las ideas relativas al cambio climático’”. Para Chris Rapley, experto en cambio climático ex director del Museo de Ciencia de Londres "el Antropoceno define un nuevo periodo en el que las actividades de los humanos dominan el funcionamiento del planeta"[23].
Siempre referencias etéreas, en las que no se hace ninguna alusión a un determinado modo de producción caracterizado por cierto tipo de relaciones sociales y tampoco al modo de vida que se deriva de dicho modo de producción. Desde luego, en una especie de disonancia cognitiva resulta fácil mirar para otro lado, no ver al capitalismo, y centrar la atención en el homo sapiens, como si las responsabilidades en la destrucción del planeta tierra fueran simétricas, como si no existiese desigualdad social y económica, tanto entre países, como dentro de cada uno de ellos, que conduce a que sea una minoría insignificante de la población mundial (el 1 por ciento) la que se beneficia de la expoliación de la naturaleza.
Incluso, a muchos “científicos puros” les preocupa que se emplee el término Antropoceno por varias razones. Sus dudas se refieren, en primer lugar, a una percepción temporal, hasta cierto punto lógica, que se apoya en dudar de la importancia geológica que pudiera tener un breve periodo de tiempo (de doscientos años o un poco más) si se le compara con los millones de años de duración de las eras geológicas. En ese mismo sentido, se cuestiona que se dé por concluido el Holoceno, tan solo 11.700 años después de su inicio, lo que es en términos geológicos una bicoca de tiempo. En segundo lugar, los geólogos se centran en los registros estratigráficos y la mayor parte de ellos duda que las acciones humanas de hoy pudieran dejar huella fósil. Estos cuestionamientos tienen poco sustento, porque es evidente que el capitalismo significa un cambio histórico sin precedentes, hasta el punto que tiene impactos que quedan en el registro fósil, tales como el uso de las armas nucleares, la producción de plásticos que pueden durar miles de años en degradarse, o la generación de altos niveles de nitrógeno y de fosfato en los suelos, que proceden de la utilización de abonos artificiales.
Existen dos tipos de argumentación para achacar al homo sapiens la responsabilidad en la destrucción de la naturaleza. Por un lado, el señalar que siempre ha habido esa destrucción y, por otro, indicar que ha habido sociedades que han colapsado en diversos momentos del pasado. En cuanto al primer argumento, quienes señalan con el dedo acusador al homo sapiens indican que desde nuestra aparición hemos arrasado la naturaleza y hemos contribuido a la desaparición de especies vegetales y animales, como sucedió con la megafauna hace varios miles de años. Se sostiene que, en este sentido, no habrían diferencias entre lo que sucede hoy y lo que aconteció en sociedades anteriores: todas serían igualmente destructivas y ecocidas. Elizabeth Kolbert afirma al respecto:
Suele decirse que el Antropoceno comenzó con la revolución industrial, o incluso más tarde con el crecimiento explosivo de la población que siguió a la segunda guerra mundial. Según esta visión, los humanos sólo nos hemos convertido en fuerzas capaces de alterar el mundo gracias a la introducción de las modernas tecnologías, como las turbinas, los ferrocarriles y las motosierras. Pero la extinción de la megafauna sugiere que no es así. Antes de que los humanos aparecieran en escena, ser grande y reproducirse lentamente era una estrategia de gran éxito, y los animales de enorme tamaño dominaban el planeta. […] Aunque sea bonito imaginar que hubo un tiempo en que el hombre vivía en armonía con la naturaleza, no está claro que eso haya pasado nunca[24].
Este tipo de argumentación es bastante discutible, por la sencilla razón que la destrucción de la naturaleza, la extinción de especies, la alteración de ecosistemas que se dieron en otros momentos de la historia humana no tuvieron, de ninguna manera, el alcance, impacto, escala y velocidad de lo que produce el capitalismo. Su alcance fue limitado a casos puntuales, y aunque se hayan aniquilado especies animales y vegetales, nunca se pusieron en riesgo miles de especies o se redujo la biodiversidad en forma brutal como ahora. Su impacto fue limitado en términos espaciales, sin cobijar al mundo entero y a todo tipo de ecosistemas. Su escala en términos cuantitativos y cualitativos es reducida si se compara con lo que acontece en la actualidad, cuando confluyen un sinnúmero de factores negativos a nivel del mundo (extinción masiva de especies, acidificación de los océanos, reducción de la biodiversidad, aumento de la temperatura, deshielo del Ártico, incremento en los gases de efecto invernadero, destrucción de los corales, contaminación….). Su velocidad fue muy lenta, puesto que, para señalar solo un aspecto, el grado de extinción de especies en épocas anteriores no tiene ni punto de comparación con lo que sucede hoy. Edward Wilson lo reconoce en forma explícita cuando precisa que “la tasa de extinción probablemente sea hoy cincuenta o quinientas veces mayor que en los tiempos anteriores al hombre. Casi con seguridad, esa tasa aumentará y alcanzará un orden de magnitud de mil o diez mil si las especies que están en peligro en la actualidad desaparecen y se destruyen los últimos vestigios de algunos ecosistemas, lo que acarreará la destrucción total de las especies que son exclusivas de ellos”[25].. Sobre este asunto sostiene el científico WillSteffen, director del Instituto de Cambio Climático de la Universidad Nacional de Australia: "Estamos llevando al planeta a unas condiciones que no han existido en el pasado para la especie humana y nos estamos acercando a unos puntos críticos que será mejor no atravesar. En el pasado, se han rebasado varias veces estos límites a nivel local. La diferencia estriba en que ahora estamos rebasando los límites planetarios a escala global"[26].
En cuanto al segundo argumento, el del colapso, se sostiene que a lo largo de la historia humana han desaparecido diversas sociedades, y se trae a colación el caso de los mayas (Mesoamérica), los habitantes de la Isla de Pascua (Océano Pacífico), los Anasazi (Sudeste de los actuales Estados Unidos)… El principal representante de esta interpretación es Jared Diamond, quien nunca nombra al capitalismo (ni una vez, en un voluminoso libro de 750 páginas) y cuya base explicativa se basa en sostener que una sociedades buscan el éxito y otras el fracaso, como si existiese una elección social al margen de los contextos, limitaciones y características de los modos de producción y las formas de organización social. Su análisis apunta a que en el mundo actual, si se toma conciencia de los colapsos de otras épocas, algunas empresas pueden ser ecológicamente responsables y no contaminar ni destruir y los Estados Unidos son presentados como el lugar en donde la agricultura es la más eficiente, lo que no considera su costo energético, que la hace la más ineficiente de todas las que han existido en la historia de la humanidad. Además, no se destaca lo suficiente que el colapso de anteriores sociedades fue localizado, y producto en la mayor parte de los casos de factores exógenos, como colonización y conquista, mientras que el probable colapso de la civilización capitalista tendrá un impacto mundial y se debe a la lógica interna de funcionamiento del capitalismo y a sus diversas contradicciones, que se desprenden de la sed de ganancias, crecimiento ilimitado y explotación de seres humanos[27].
WillSteffen, el científico antes mencionado, sin nombrar el capitalismo –porque parece que su nombre quema– sostiene que el actual "sistema económico que nos está llevando de cabeza hacia un futuro insostenible y en el que a cada generación le será más difícil sobrevivir […] La historia nos demuestra que hay civilizaciones que surgieron y colapsaron porque no fueron capaces de cambiar a tiempo: en ese punto es donde estamos hoy en día"[28].
En definitiva, Antropoceno es un apelativo muy benigno porque en lugar de indicar la responsabilidad del capitalismo, se centra en culpabilizarnos a todos por igual de la destrucción ambiental del planeta y del vuelco climático en marcha. Por eso, no resulta extraño que TheEconomist, un órgano ideológico y propagandístico del capitalismo mundial, haya publicado un dossier especial con el título de “Bienvenidos al Antropoceno”.
ESTAMOS EN EL CAPITALOCENO
La noción de Antropoceno no permite diferenciar responsabilidades y no tiene en cuenta la existencia de unas relaciones sociales, profundamente desiguales, injustas y explotadoras, la característica esencial del capitalismo, y eso pese a que a la hora de ubicar cronológicamente al Antropoceno exista una coincidencia plena con el capitalismo industrial, como es evidente en la propuesta de Paul Creutzen, el inventor del término:
Parece adecuado asignar el término “Antropoceno” a la actual era geológica, dominada de muchas formas por el ser humano, como complemento del Holoceno –el período cálido de los últimos 10-12 milenios. Podría decirse que el Antropoceno comenzó en los últimos años del siglo XVIII, cuando los análisis del aire atrapado en el hielo polar muestran el principio de las concentraciones globales de CO2 y metano. Esta fecha también coincide con el diseño de la máquina de vapor de James Watt en 1784 [29].
¿Por qué si existe tal simetría temporal, se utiliza una noción genérica que involucra a los seres humanos en su conjunto, de hoy y de ayer, como si en efecto todos fuéramos igualmente responsables de la transformación destructiva del planeta tierra? ¿Si el capitalismo es el modo de producción dominante a nivel mundial y se reconoce la coincidencia plena, de tipo histórico y cronológico, de lo que se denomina Antropoceno con el origen del capitalismo, por qué se emplea un nombre tan vaporoso como el mencionado?
Nos parece, en concordancia con lo señalado, que es hora de empezar a hablar de capitaloceno, que significa la “época del capitalismo”. Esta época ya no solo histórica, sino también geológica (más adelante veremos por qué), no empieza propiamente con la Revolución Industrial inglesa, a fines del siglo XVIII, sino unos siglos antes. A ese período anterior se le suele llamar como la época del capitalismo mercantil, o en el lenguaje usado por Karl Marx la “acumulación originaria de capital”. Podría denominársele también con el nombre de capitalismo de guerra, como lo bautiza el historiador SvenBeckert en un extraordinario libro sobre la historia del algodón. Este autor divide la historia del capitalismo en dos fases: el capitalismo de guerra, referido al estadio en que la esclavitud y la conquista colonial fueron la norma y sentaron las premisas para la otra fase, la del capitalismo industrial. La segunda no hubiera sido posible sin la primera, o dicho de otra forma, la industria no hubiera podido surgir sin la esclavitud[30].
El capitalismo de guerra impulso la expansión mundial del naciente capitalismo mercantil a gran parte del mundo, mediante la colonización, la violencia y el sometimiento. Esa misma fase coincide con la destrucción de pueblos enteros en África y América, pero también con una conquista biológica que alteró ecosistemas, introdujo nuevas especies y trajo consigo nuevas enfermedades. Este “imperialismo ecológico”, como lo llama Alfred Crosby, tuvo dos consecuencias principales: arrasó con los habitantes de dos continentes y altero sus ecosistemas; y fue fundamental en el desarrollo del capitalismo industrial en Europa unos siglos después. Desde la perspectiva actual, nuevas investigaciones indican que la transformación ambiental del mundo se aceleró con la conquista de América, que sentó las premisas para la revolución industrial[31]. De tal manera que esos dos momentos no pueden separarse, ambos forman parte del capitaloceno.
El segundo momento arrancaría con la revolución industrial a finales del siglo XVIII y se extendería hasta 1945, cuando desde Inglaterra el capitalismo se expande por el mundo entero, a través del colonialismo y del imperialismo. Desde 1945, con la consolidación del fordismo, se podría hablar, como hacen algunos científicos, de la “gran aceleración”, que condujo a la fase actual del capitaloceno, y comenzó tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, cuando aumenta exponencialmente la población, el PIB mundial, la construcción de represas, el uso de agua, minerales e hidrocarburos, la producción y utilización de fertilizantes, el surgimiento de megaciudades en todos los continentes, el consumo de papel, la producción de automóviles, aviones y motocicletas, el número de teléfonos, el turismo internacional. Aunque una parte de esta fase coincide con la existencia de la URSS, como un sistema que se pretendía diferente al capitalismo, dado su desaparición y la derrota del proyecto que encarnaba –así como la conversión de China al capitalismo– lo que finalmente queda es el capitalismo. Y a este es al que debe señalarse en solitario como el responsable de las transformaciones, con repercusiones geológicas, que se han producido en las últimas décadas. Este ya no tiene enemigos de peso a quien culpar por el ecocidio planetario en marcha, se encuentra solo ante su misión destructiva.
Como consecuencia de la expansión mundial del capitalismo aumentó producción de CO2, metano (CH4), se redujo la capa de ozono, se incrementó la temperatura promedio en el planeta, se redujo la biodiversidad y se dio paso a la sexta extinción de especies. Este es el resultado, sencillamente, de una de las leyes de la ecología, propuestas por Barry Commoner, que indica que “nada es gratis”. Esos son los costos, ya para nada ocultos, de la expansión mundial del capitalismo en las últimas décadas, de la colonización mercantil del último rincón del planeta y del desaforado desarrollo de las fuerzas productivas-destructivas.
La “gran aceleración” del fordismo, el camino hacia el abismo, comenzó con los “treinta gloriosos” y tiene un segundo momento después de 1989, cuando se universaliza el capitalismo tras la corta experiencia del socialismo burocrático. La denominación de “gran aceleración” no puede ser entendida si no hace referencia al capitalismo, puesto que un elemento clave de la lógica capitalista es la aceleración temporal y la contracción del espacio, un proceso que tiene consecuencias positivas para el capital y los capitalistas, al acelerar la tasa de recuperación de la ganancia, reduciendo costos (mediante, por ejemplo, la destrucción acelerada de ecosistemas, bosques, paramos, apertura de nuevas minas…), pero que tiene efectos catastróficos para la mayor parte de seres humanos y para las diversas formas de vida. Eso implica un choque de temporalidades, entre el tiempo del capital (inmediato, de corto plazo, medido en mercancías y dinero) y el tiempo de la naturaleza. Un ejemplo claro de esa gran aceleración temporal es el de la extracción de petróleo, que se formó durante millones de años (tiempo geológico) y cuyas fuentes se agotan en un breve período histórico de apenas un siglo.
El asunto del tiempo es decisivo a la hora de considerar la manera cómo el capitalismo ha producido alteraciones irreversibles. Debe resaltarse que la máxima mercantil “el tiempo es oro” resume a la perfección la lógica esencial del capitalismo, que se basa en la búsqueda de ganancia inmediata, sin medir las consecuencias que ello pueda tener. Los tiempos de la naturaleza son largos, a menudo de millones de años, mientras que el tiempo del capitalismo es fugaz, instantáneo, inmediato. En ese sentido, cuanto más rápido se gasten los bienes comunes de la naturaleza se incrementara el crecimiento económico y se supone que eso traerá más progreso y bienestar. Pero ese es un prejuicio de corto plazo:
Se llega a pensar que cuanto más velozmente se emplean los recursos de la naturaleza, tanto más avanza el progreso […]. Pero este concepto de “tiempo tecnológico o económico” es exactamente al “tiempo entrópico”. La realidad natural obedece a leyes diferentes a las económicas y reconoce el “tiempo entrópico”, es decir, cuanto más rápidamente se consumen los recursos y la energía disponible del mundo, tanto menor es el tiempo que queda para nuestra supervivencia. El tiempo tecnológico es inversamente proporcional al tiempo entrópico; el tiempo económico es inversamente proporcional al tiempo biológico[32].
El tiempo del capitalismo se sustenta en la búsqueda de la productividad máxima, que es una simple obsesión por “ganar tiempo”: producir siempre más en menos tiempo y con menos trabajo de los seres humanos. Eso ha llevado a la pretensión de “doblar el tiempo”, como se intenta hacer hoy con los artefactos microelectrónicos, y principalmente con los teléfonos celulares, que significa la pretensión de hacer varias cosas a vez, todas mal, sin poderse concentrar en ningún, tal como manejar un automóvil y hablar por celular; trabajar y consultar el celular cada dos minutos; atravesar una avenida repleta de automóviles, con el semáforo en rojo para el peatón con el phone pegado a la oreja; estar en una de clase y chatear… chismosear… Eso no es gratis, porque genera un gasto desmesurado de materia y energía y constituye una brutal aceleración temporal, que destruye los ecosistemas y unifica las sociedades bajo los parámetros mercantiles del consumo y mata la lentitud y la calma. Esto viene acompañado de la mercantilización total del tiempo, lo cual está relacionado con la destrucción ambiental, porque los celulares se construyen con materia y consumen energía a gran escala, puesto que estamos hablando de la existencia de varios miles de millones de celulares, los que al parecer ya superan en cantidad al número de seres humanos. Eso significa que para mantener las conversaciones basura y el consumo mercantil del tiempo es necesario construir nuevas plantas energéticas, que se alimentan con petróleo, carbón, uranio… Como dice Jorge Riechmann: “para preservar el internet móvil mercantilizado que nos promete constante distracción y compañía, así, para salvar ese perverso orden de prioridades, devastaremos la biosfera y destruiremos el mundo humano”[33].
Las características del capitalismo, su lógica de funcionamiento, explican que se haya convertido en una destructiva fuerza, que ataca a la mayor parte de los seres humanos y destruye la naturaleza, habiendo originado el capitaloceno (La época del capitalismo). Algunos de los elementos centrales de su funcionamiento son los siguientes:
Primer elemento: la acumulación capitalista que crece en forma exponencial e ininterrumpida en la búsqueda insaciable de ganancias. Para obtener ganancias se debe explotar intensivamente a los trabajadores y expoliar el medio ambiente, sin interesar si se destruyen a otras formas de vida. Se supone que puede haber crecimiento al infinito, como requisito de la acumulación de capital, en una tierra cerrada y limitada en recursos.
Segundo elemento: para obtener ganancias el capital rebasa las fronteras nacionales y se expande por el mundo en búsqueda de fuentes de materias primas, trabajo barato y nuevos mercados de inversión y consumo. Incluso, algunos lunáticos hoy hablan de la “colonización de Marte”, como forma de huir de la tierra. Esta expansión tiene como motor principal la competencia desenfrenada de capitales, que primero compiten a escala local y luego en el mundo entero.
Tercer elemento: obtener réditos en el corto plazo, porque, como decía Keynes, en el largo plazo todos estaremos muertos. Esto supone que no se tienen en cuenta los tiempos de la naturaleza, sino los tiempos del capital y los negocios. Como consecuencia se aniquila a los ecosistemas, tal y como lo evidencia la explotación mineral o de hidrocarburos, ya que no se tiene en cuenta el tiempo de reposición de los ecosistemas (cuando hablamos de bienes renovables) y se actúa en contra de los límites naturales.
Cuarto elemento: para conseguir el incremento de ganancia en forma permanente se produce un crecimiento ininterrumpido de las fuerzas productivas-destructivas, lo que se expresa en el desarrollo de la tecnociencia, lo que lleva a inventar tecnologías más potentes, y que consumen mayores cantidades de materia y energía, para extraer más materia y consumir hasta la última porción de energía disponible. Esto genera una particular forma de arrogancia tecnocrática, para la cual no hay límites naturales, ni de ninguna otra índole, y que postula que tarde o temprano se encontraran soluciones técnicas a los problemas que ha generado el capitalismo.
Quinto elemento: se estructura una jerarquía de valores que exaltan la competencia, el individualismo, el egoísmo, la codicia, la sed de ganancias, el consumismo, la explotación de otros seres humanos, como propias de la “naturaleza humana”. Esos valores son inculcados desde la escuela, y por los medios de comunicación, lo que legitima al capitalismo, que es visto como el orden natural de las cosas, un sistema eterno e insustituible.
Sexto elemento: la producción de mercancías obliga a su consumo, para poder obtener ganancia por parte de los capitalistas. Esto conduce a impulsar el consumo, creando necesidades artificiales e innecesarias, como puede verse hoy al examinar gran parte de las mercancías que se generan en el capitalismo, muchas de las cuales son inherentemente nocivas.
Con estos elementos, puede concluirse, sin mucho esfuerzo, que el capitalismo es insustentable a corto plazo.Como indican Fred Magdoff y John Bellamy Foster:
El sistema capitalista mundial es insustentable en: (1) su búsqueda por una acumulación sin fin de capital tendiente a una producción que debe expandirse continuamente para obtener ganancias; (2) su sistema agrícola y alimentario que contamina el ambiente y sin embargo no garantiza el acceso cuantitativo y cualitativo universal de comida; (3) su desenfrenada destrucción del ambiente; (4) su continua reproducción y aumento de la estratificación de riqueza dentro y entre los países; y (5) su búsqueda por la “bala de plata” tecnológica para evadir los crecientes problemas sociales y ecológicos emergentes de sus propias operaciones[34].
El término capitaloceno hace referencia a un periodo de tiempo reciente, una nueva era geológica, y a una categoría analítica y explicativa. En el primer sentido, establece una cronología para englobar un conjunto de procesos cuyo nexo articulador es la existencia y el predominio de la relación social capitalista, desde el momento mismo de su génesis, como capitalismo de guerra en el siglo XVI, en algunos lugares de Europa y que luego, se expande por el resto del mundo durante los últimos siglos, adquiriendo una fuerza e impacto mundial tras la revolución industrial a finales del siglo XVIII. En el segundo sentido, es una noción que se dirige a dar una explicación de los fundamentos de funcionamiento del capitalismo y sus impactos destructivos sobre el planeta tierra. Busca explicar en forma racional las raíces de lo que sucede. Aunque el capitaloceno representa un período muy corto, su impacto es tal que la mayor parte de las transformaciones que ha generado tienen un carácter de irreversibles. El capitalismo es una fuerza geofísica global, eminentemente destructora, aunque se suponga que es creadora, su carácter devastador es de tal dimensión que puede catalogarse como un nuevo meteorito, pero de origen social, similar al meteorito que se estrelló contra el Golfo de México hace 65 millones de años y que produjo la quinta extinción de especies y arraso con el 90 por ciento de la vida que por entonces existía en la tierra[35].
Al hablar de capitaloceno no importa tanto que se le conciba como una época histórica o una era geológica, y lo menos interesante es argüir que hoy no pueden leerse los registros estratigráficos que demuestren su existencia. Es poco importante que exista un reconocimiento estratigráfico del capitaloceno. Lo fundamental es el sentido político del término y al desafío cognitivo de orden colectivo que debería generar, que conduzca no solamente a cambiar nuestra comprensión de la realidad, sino lo que es más importante y decisivo, nuestro accionar como sociedades. El asunto es crucial, no es una cuestión terminológica ni una querella entre geólogos. Tiene que ver con el esclarecimiento de las razones y de las causas que producen la destrucción de la naturaleza, la extinción de especies, el vuelco climático, la acidificación de los mares, la destrucción de los corales….
El capitaloceno si está dejando huellas de tipo geológico. Al respecto, uno de los cambios geológicamente más significativos, aunque aparezca casi invisible para nosotros, es la modificación en la composición de la atmosfera: las emisiones de dióxido de carbono (CO2), cuya contribución al calentamiento global es innegable –lo que produce cambios climáticos, concretamente elevación de la temperatura, que no se presentaban hace millones de años– y permanecen durante miles de años en la atmosfera. Asimismo, el desplazamiento de plantas y animales hacia los polos, un movimiento migratorio forzado por el aumento de la temperatura, que ya se está presentando, va a dejar su registro fósil, en idéntica forma que la elevación del nivel del mar en varios metros, con lo cual se hundirán ciudades completas.
Es probable que mucho tiempo después de que nuestros autos, ciudades y fábricas se hayan convertido en polvo, las consecuencias de quemar carbón y petróleo equivalente a miles de millones de toneladas sean claramente ostensibles. El dióxido de carbono calienta el planeta y, al mismo tiempo, se cuela en los océanos y los acidifica. En algún momento de este siglo serán tan ácidos que los corales ya no podrán construir arrecifes, lo que se registrará geológicamente como "un hiato de arrecifes". Estos hiatos han marcado cada una de las últimas cinco extinciones masivas principales. La más reciente, que se cree fue causada por el impacto de un asteroide, tuvo lugar hace 65 millones de años, al final del periodo Cretácico; no solo eliminó a los dinosaurios, sino también a los plesiosauros, los pterosaurios y los ammonoideos. La escala de lo que les está sucediendo ahora a los océanos es, de acuerdo con muchos expertos, incomparable desde entonces. Para los geólogos futuros, dice Zalasiewicz, nuestro impacto podría parecer tan repentino y profundo como el de un asteroide.[36].
Entre algunos de los cambios que ha generado el capitalismo se encuentran: un aumento en la tasa de extinción de la fauna y la flora a niveles sin precedentes desde la aparición del homo sapiens; aumento en los niveles de C02 en la atmosfera, que modifica el clima y aumenta las temperaturas, de tal forma que no había sucedido hace 66 millones de años; producción masiva de plásticos, que inundan ríos, lagos y océanos, interfiriendo en la vida de miles de especies; la utilización de fertilizantes ha duplicado la cantidad de nitrógeno y de fosforo en las tierras de cultivo. Se calcula que esto puede causar un impacto sobre el ciclo de nitrógeno que no se presentaba hace 2.500 millones de años; “la presencia de una capa permanente de partículas transportadas por el aire en los hielos glaciares y sedimentos, como por ejemplo carbono negro procedente del consumo de combustibles fósiles”[37]. Con estas evidencias, advierten algunos geólogos,"muchos de estos cambios son geológicamente duraderos y algunos son efectivamente irreversibles"[38].
Los rasgos distintivos del capitaloceno no apuntan a señalar en abstracto al ser humano como una fuerza geológica en sí misma de extinción masiva, sino al sistema capitalista, como una forma de organización social e histórica particular, cuyo funcionamiento ocasiona los problemas que vivimos en la actualidad. Como tal, desde su origen Homo sapiens ha vivido en diversas formas de organización social, y en ninguna de ellas se puso en peligro global la supervivencia de la misma humanidad y de otras formas de vida a una escala masiva, como hoy acontece.
Uno de los aspectos que suele resaltarse cuando se habla de Antropoceno es el tamaño de la población humana, cuyo número creció en forma exponencial en los últimos dos siglos, tras la Revolución Industrial y en forma más veloz en los últimos cincuenta años. Este crecimiento está asociado a las energías fósiles, porque sin ellas no hubiera sido posible, algo que se deriva entonces del mismo desarrollo del capitalismo. Un elemento adicional que no puede ser negado radica en precisar que no todos los seres humanos que vivimos en el planeta tierra tenemos el mismo grado de responsabilidad, puesto que hay una asimetría evidente entre una ínfima minoría de grandes capitalistas y el resto de la población mundial. En otros términos, existe una segmentación en términos de producción y consumo entre unos pocos países y el resto, y más en general, entre los más ricos entre los ricos y millones de pobres y miserables. Oxfam lo ha dicho en sus informes de enero de 2016 y de enero de 2017. En este último proporciona algunos datos sobre la aterradora desigualdad social y económica en el mundo:
Con datos como estos, resulta muy amañado seguir diciendo que la población en sí misma es el problema, cuando este estriba en la desigualdad social y económica, lo que conduce a marcados desniveles de apropiación de la producción y el consumo dentro de los países y a nivel mundial[40]. Claro que debe plantearse un control en el crecimiento de la población, ante la reducción acelerada de los bienes comunes de la naturaleza, pero algo más crucial radica en señalar la destrucción que ocasiona el consumo intensivo de los ricos, y el costo ambiental que esto trae para el planeta. No es tanto la reducción de los pobres lo que necesita el planeta tierra, sino más bien la reducción de los ricos y su consumo y despilfarros ostentosamente obscenos. En el capitaloceno la pregunta esencial no es cuánto le cuesta un pobre al medio ambiente, sino cuánto le cuesta un rico, cuestión que apunta a vincular la desigualdad con la destrucción ambiental.
Si Antropoceno es una palabra que genera algún rechazo, Capitaloceno va a ser un término absolutamente denostado y ocultado, porque apunta a señalar al sistema capitalista como el responsable de las catástrofes climáticas y ambientales que destruyen diversas formas de vida, asesinan diariamente a millones de seres humanos (pobres y explotados) y pone en peligro la misma supervivencia de nuestra especie. Y plantea, por supuesto, que la única alternativa para que la humanidad pueda sobrevivir es rebasar el capitalismo.
En conclusión, nos encontramos en la Era Catastrozoica, del Período “Cabernario”, Época del capitaloceno y el nuevo meteorito que destruye nuestro planeta no viene del espacio exterior, El meteorito de nuestro tiempo se llama capitalismo y resulta inútil tratar de cambiarle el nombre.
NOTAS
[1]. http://www.efe.com/efe/america/portada/la-temperatura-global-rompera-records-en-2016-como-ya-hizo-2015/20000064-3096271
[2]. El Ártico bate este año records de calor y deshielo. Disponible en: http://www.servimedia.es/Noticias/Detalle.aspx?n=639121&s=23
[3]. http://www.huffingtonpost.es/2016/10/24/co2-record-historico_n_12622502.html
[4]. http://www.20minutos.es/noticia/2887471/0/2016-ano-mas-caluroso-historia-cambio-climatico/
[5].http://www.proceso.com.mx/467275/alerta-roja-en-china-ante-peor-episodio-contaminacion-del-ano
[6]. Angel Ferrero, “El cambio climático global comienza a hacer estratos en Siberia”. Disponible en http://www.sinpermiso.info/textos/el-calentamiento-global-comienza-a-hacer-estragos-en-siberia
[7]. http://www.elnuevosiglo.com.co/articulos/11-2016-alarmante-reduccion-de-la-poblacion-de-elefantes
[8]. http://www.elconfidencial.com/tecnologia/2014-12-06/la-extincion-silenciosa-de-las-jirafas-el-40-ha-desaparecido-en-15-anos_579604/
[9]. http://www.lanacion.cl/noticias/tecnologia/ciencia/los-osos-polares-se-estan-quedando-sin-hielo-en-el-artico/2016-09-14/125207.html
[10].http://www.lavanguardia.com/natural/20161005/41771284333/abeja-peligro-humanos.html.
[11]. http://www.biobiochile.cl/noticias/2015/07/09/cambio-climatico-esta-afectando-gravemente-a-las-abejas-estan-desapareciendo.shtml
[12]. Carl Zimmer, “Los primates están al borde de la extinción”, New York Times, reproducido en http://www.rebelion.org/noticia.php?id=222392
[13].http://sustentur.com.mx/drastica-reduccion-de-la-biodiversidad-en-el-mundo/
[14].http://www.latercera.com/noticia/crisis-en-biodiversidad-del-planeta-llega-a-un-nivel-critico/
[15]. K. David Harrison, Cuando mueren las lenguas. La extinción de los idiomas en el mundo y la erosión del conocimiento humano, ICANH y Universidad de los Andes, Bogotá, 2016, pp. xix y 40.
[16].http://www.lainformacion.com/catastrofes-y-accidentes/catastrofes-general/desastre-natural/mitad-mundo-sufrido-desastres-naturales_0_983901869.html
[17]. https://www.liberationnews.org/la-crisis-del-agua-desastre-creado-por-el-capitalismo/
[18]. Ibíd.
[19]. Daniel Pardo, “Es como el infierno de Dante": el drama de los voraces incendios que Chile no logra sofocar”BBC, 29 enero de 2017. Disponible en:http://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-3878710).
[20]. Jean Flores, 2017: el año que se incendió Chile. Disponible en http://www.elmostrador.cl/noticias/opinion/2017/02/01/2017-el-ano-que-se-incendio-chile/)
[21]. Edward Wilson, La diversidad de la vida, Editorial Crítica, Barcelona, 1994, p. 39.
[22]. Richard Leakey y Roger Lewin, La Sexta Extinción. El futuro de la vida y de la humanidad,Tusquets Editores, Tercera Edición, 2008, p. 260).
[23]. DamianCarrigton, Antropoceno: vivimos en una nueva era geológica marcada por las bombas nucleares y los pollos. Disponible en http://www.eldiario.es/theguardian/Antropoceno-cientificos-anuncian-oficialmente-geologica_0_554345136.html
[24]. Elizabeth Kolbert, La sexta extinción. Una historia nada natural, Editorial Crítica, Barcelona, 2015, pp. 248-249.
[25].Edward Wilson, La creación. Salvemos la vida en la tierra,Katz Editores, Buenos Aires, 2006, p. 119.
[26]. Citado en Carlos Fresneda, “El planeta al límite”, El Mundo, enero 17 de 2015. Disponible en http://www.elmundo.es/ciencia/2015/01/17/54b972ceca4741c7628b457f.html
[27]. Jared Diamond, Colapso, Editorial Debate, Bogotá, 2006.
[28]. C. Fresneda, op. cit.
[29]. Paul J. Crutzen, ¿Podremos sobrevivir al “Antropoceno”?. Disponible en https://www.project-syndicate.org/commentary/can-we-survive-the--anthropocene--period?version=spanish&barrier=accessreg
[30]. SvenBeckert, El imperio del algodón. El rostro oculto de la civilización industrial, Editorial Crítica, Barcelona, 2016.
[31]. Alfred W. Crosby, El imperialismo ecológico: la expansión biológica de Europa, Editorial Crítica, Barcelona, 1999; Noble David, La conquista biológica: las enfermedades en el nuevo mundo 1492-1650, Siglo XXI Editores, Madrid, 2005; Peter Watson, La gran divergencia. Cómo y por qué llegaron a ser diferentes el viejo mundo y el nuevo, Editorial Crítica, Barcelona, 2012; Charles Mann, 1493. Una nueva historia del mundo después de Colón,Katz Editores, Buenos Aires, 2013; MassimoLiviBaci, Los estragos de la conquista. Quebranto y declive de los indios de América, Editorial Crítica, Barcelona, 2006; MassimoLiviBaci, Un largo viaje. Historia del mundo y sus habitantes en 12 etapas, Pasado y Presente, 2016, pp. 97-110.
[32]. Enzo Tiezzi, Tiempos históricos, tiempos biológicos, Fondo de Cultura Económica, México, 1990, pp. 64- 65.
[33]. Jorge Riechmann, ¿Derrotó el smarphone al movimiento ecologista? Para una crítica del mesianismo tecnológico, Libros de La Catarata, Madrid, 2016, p. 229.
[34].Fred Magdoff y John Bellamy Foster,Lo que todo ambientalista necesita saber sobre capitalismo. Disponible en: https://opsur.wordpress.com/2010/06/03/lo-que-todo-ambientalista-necesita-saber-sobre-capitalismo/
[35]. Walter Álvarez, TyrannosaurusRex y el cráter de la muerte, Editorial Crítica, Barcelona, 1998.
[36]. Elizabeth Kolbert, Bienvenido al Antropoceno, la era del hombre. Disponible en: http://www.ngenespanol.com/fotografia/lo-mas/11/05/19/bienvenido-al-antropoceno-era-del-hombre.html
[37]. D. Carrington, op. cit.
[38]. Carlos Fresneda, Atrapados en el Antropoceno, disponible en http://www.elmundo.es/ciencia/2016/08/31/57c5ac9f468aeb7f048b4681.html
[39]. Ocho personas poseen la misma riqueza que la mitad más pobre de la humanidad, en https://www.oxfam.org/es/sala-de-prensa/notas-de-prensa/2017-01-16/ocho-personas-poseen-la-misma-riqueza-que-la-mitad-mas; Cinco datos escandalosos sobre la desigualdad extrema global, en https://www.oxfam.org/es/iguales/cinco-datos-escandalosos-sobre-la-desigualdad-extrema-global
[40]. Esta interpretación se encuentra en el libro de Alan Weisman, La cuenta atrás. ¿Tenemos futuro en la tierra?, Debate, Bogotá, 2015.
*El trabajo que presentamos es el capítulo ocho del libro EL CAPITALOCENO
Crisis civilizatoria, imperialismo ecológico y límites naturales, Teoría& Praxis, Bogotá, abril de 2019. El lector encontrará que a pesar del tiempo transcurrido desde su escritura, se trata de una visión de enorme actualidad para los tiempos de la pandemia planetaria que afrontamos.
**Renán Vega Cantor: Doctor de la Universidad de París VIII, historiador y economista colombiano. Autor y coautor de 35 libros sobre historia de Colombia y América Latina, marxismo y crítica social. Ganador del Premio Libertador al Pensamiento Crítico, versión 2007, con su obra Un mundo incierto, un mundo para aprender y enseñar (dos volúmenes).Entre sus libros se destacan: Gente muy Rebelde, (cuatro volúmenes), Ediciones Pensamiento Crítico, 2002; Los economistas neoliberales: nuevos criminales de guerra,Impresol Ediciones, Bogotá, 2010; Capitalismo y despojo,Impresol Ediciones, Bogotá, 2013; Colombia y el imperialismo contemporáneo,Ocean Sur, Bogotá, 2014;La universidad de la Ignorancia,Oceam Sur, Bogotá, 2015; Geopolítica del despojo,Impresol Ediciones, Bogotá, 2016.
Fue miembro de la Comisión Histórica del Conflicto Armado y sus Víctimas, que se propuso en la mesa de dialogo de la Habana, como resultado de lo cual escribió su texto Injerencia de los Estados Unidos, contrainsurgencia y terrorismo de Estado, Ocean Sur, Bogotá, 2016.
Ha sido jurado en los concursos Premio Libertador al Pensamiento Crítico (Caracas, versión 2008) y Casa de las Américas (La Habana, 2013).
Dirige desde 2008 la revista CEPA, fundada por Orlando Fals Borda. En la actualidad es profesor titular de la Universidad Pedagógica Nacional, en Bogotá. Integra el Consejo Asesor de la Revista Herramienta, en cuyas páginas ha publicado numerosos artículos.