23/11/2024
Por Revista Herramienta
IHU On-line – ¿Qué cambios se pueden observar en la clase trabajadora en el contexto de la revolución 4.0? ¿La revolución 4.0 mejoró o empeoró las condiciones de trabajo?
RA- Lo primero que se debe enfatizar es que, antes de la industria 4.0 o de la “revolución 4.0” –entre comillas porque no se trata de una revolución-, es importante recordar que estamos viviendo una reestructuración permanente del capital desde los años 1970. Esta reestructuración llevó a un proceso, a escala planetaria, donde la lógica del capital financiero invadió todos los espacios de producción lato sensu: industria, agricultura, agroindustria, servicios, industria de servicios y servicios industriales. O sea, todos esos espacios fueron permeados por una lógica del capital financiero que no puede prescindir del trabajo: él continua siendo vital, aunque muy diferenciado, inclusive en términos de la división internacional del trabajo, puesto que en China, India, África y en América Latina, el trabajo tiene un diseño; en los países del Norte, en los escandinavos, otro; así como en los países del Sur de Europa, como España y Portugal y, por otro lado, en Grecia también posee otro diseño.
Fundamentalmente el capital financiero invadió el mundo de la producción lato sensu con flexibilización y desregulación ilimitadas: ellas son mayores o menores en función de la resistencia que los movimientos sindicales y la clase trabajadora ofrecieron. Por ejemplo, en Francia estamos viendo luchas intensas, en Argentina, recientemente, hubo una tentativa, que no fue victoriosa, de impedir la reforma laboral, así como en varias otras partes del mundo.
El esclavo digital
Esa flexibilización y desregulación del trabajo llevó a una tercerización, que en muchos casos es generalizada, como en nuestro caso, donde la tercerización ya se da, desde el proyecto aprobado por la contrarrevolución de Temer, en las actividades-medios y en las actividades-fin. También se creó en Brasil una plaga que ya se desparrama globalmente, que es el trabajo intermitente. El trabajo intermitente es aquel en que los trabajadores y las trabajadoras son llamados o pueden ser llamados para realizar un trabajo. Si trabajan, cobran por la hora trabajada, si no trabajan, no cobran, creando la figura que llamo en mi libro “O privilégio da servidão. Novo proletariado de serviços na era digital” como un esclavo digital. El celular es imprescindible para este tipo de actividad, porque el trabajador es llamado para un restaurante de fast food, para un servicio médico, para la limpieza en una casa, para un trabajo de jardinería, para ser chofer o lo que quiera que sea. El hecho es que él cobra por el tiempo que trabaja. En general, el trabajo intermitente burla la legislación protectora del trabajo. Incluso cuando se dice –como en el caso brasileño- que él contempla los derechos del trabajo, de hecho es una falsedad, porque es posible rebajar la hora pagada, incorporar dentro de ella el aguinaldo, vacaciones y todo lo que pudiera ser incorporado, pero en el fondo se está pagando un salario pésimo y el (la) trabajador (a) queda a disposición.
Esto tiende a enmascarar los niveles de desempleo, porque el intermitente es considerado empleado, pero si está esperando a ser llamado para trabajar y no trabaja, él es un intermitente de hecho desempleado. Y en este escenario mundial cuya lógica es la del sistema financiero, la precarización de las condiciones de trabajo se vuelve casi un cuadro constante, y algunos ejemplos que exploro en el libro muestran eso. Hace un buen tiempo existe en el Reino Unido el llamado contrato de cero horas (zero-hour contract). Los trabajadores, especialmente de servicios, en las más distintas actividades, quedan esperando un llamado. Por ejemplo, un médico, abogado, una trabajadora doméstica, una trabajadora de los cuidados, un electricista, un trabajador de limpieza. Y el contrato se llama “cero horas” porque el contratante, que es una “aplicación” (App) –es evidente que se trata de una empresa-, no está obligado a llamar al (la) trabajador (a) disponible, y el (la) trabajador (a) del sistema de “cero horas” no está obligado (a) a aceptar el trabajo.
Es importante decir que ya hubo en Inglaterra medidas judiciales que obligaron a las empresas a pagar derecho de trabajo, porque ese tipo de trabajo es una burla del derecho laboral inglés. Este modelo ya se esparció por el mundo y hay contrato de “cero horas” en Brasil y en otras partes, o sea, hay una masa de trabajadores y trabajadoras –y es muy importante enfatizar la división socio-sexual del trabajo- que están disponibles para ser llamados. Esto es el sueño dorado del capital, porque él usa a la clase trabajadora sólo cuando la necesita.
IHU On-Line- ¿Puede darnos un ejemplo de cómo se manifiesta esa precarización y lo que usted observó en términos de transformaciones en el mundo del trabajo y a partir de sus investigaciones en varios lugares del mundo, más allá de ese ejemplo inglés? ¿Flexibilización y precarización son un fenómeno general en todo el mundo?
RA- Sí, es una tendencia global, aunque no necesariamente igual al sistema de cero horas. Estudio y también muestro en el libro que Italia implementó –y el año pasado eso fue impedido por la presión sindical- una forma perversa de “trabajo pagado por váucher”. Esto es, los trabajadores y trabajadoras eran llamados, trabajaban tantas horas por semana o por mes, recibían un váucher equivalente a eso y ese váucher era cambiado por el equivalente italiano de la hora de trabajo. Por ejemplo, el trabajador trabaja a lo largo de un periodo de cien horas, recibe cien váuchers, los cuales cambiará por el equivalente al salario mínimo por hora en Italia. Eso ya es una forma de precarización enorme; es lo que llamo en el libro como una variante del precarizado legal, porque la ley contempla eso. Pero lo que terminó sucediendo –como para demostrar que el capital es ilimitado en su devastación- fue que muchos empresarios ampliaban la jornada de trabajo, pero decían que no podían pagar con un váucher. Ellos decían a los trabajadores: el váucher que el año pasado costaba 8,50 euros en Italia, mas ahora podemos pagar cinco euros. O sea, el trabajo a váucher creó también una variante de precarizado ilegal. Si el (la) trabajador (a) no acepta ese trabajo, existe otro requiriéndolo, porque sabemos que hay una masa monumental de trabajadores y trabajadoras que migran por el mundo y están desesperados en busca de cualquier trabajo, que en su país de origen no tienen. Esa situación se agravó con los refugiados, con la fuga desesperada de países en guerra.
Cuando alguien va hacia Europa, Estados Unidos o Japón, va en busca de cualquier trabajo; el inmigrante no siempre alcanza a decir que quiere un trabajo reglamentado, con derechos. Él toma el primer trabajo que consigue. Por eso que el trabajo más precario en Europa, Estados Unidos y en Japón es siempre contemplado por esa masa de trabajadores que migran y deambulan por el mundo.
En Portugal hubo una variante llamada “recibos verdes”: la persona trabaja, cobra el recibo y, con él, el equivalente a ese trabajo. En Brasil, hoy, cuando alguien llama a una compañía de seguros, por ejemplo, alegando que está con un problema de electricidad y se traslada un electricista para atenderlo, muy frecuentemente –sin ser una regla absoluta- ese electricista no es un empleado de la compañía de seguros, y sí un trabajador tercerizado o autónomo tercerizado o vinculado a una empresa que presta servicios como tercerizada; él es contratado, hace el trabajo y cobra por el estricto servicio que hace en la casa donde fue llamado. Eso vale para muchas otras modalidades. Si juntamos esa modalidad de trabajo con el trabajo intermitente, veremos que se crean una miríada de trabajos precarizados.
Hay, incluso, un ejemplo mundial muy importante que es Uber, que no para de crecer en Brasil: son centenas de millares de trabajadores trabajando como Uber. Ya no se puede más calcular cuántos son porque todo desocupado que tiene un auto, sea él médico, veterinario, ingeniero o abogado, se afilia a Uber para poder ganar algo que le permita sobrevivir. ¿Cómo funciona Uber? La empresa dice que ella hace la relación entre el chofer y el consumidor y, por lo tanto, no contrata al trabajador, pero eso no es verdad, porque a cada trabajo hecho por un Uber, hombre o mujer chofer, de 20% a 25% del viaje (y hoy ya es más que eso) son inmediatamente recogidos por la aplicación. Y ese (a) trabajador (a) dueño del auto tiene que mantenerlo, pagar el seguro del auto, o sea, todos los costos son de ese (a) trabajador (a). Podría citar una infinidad de ejemplos que expresan esas formas de trabajo intermitente, por tiempo determinado, sin una contratación rígida, frecuentemente al margen de la legislación social protectora del trabajo, y que se expande a escala global.
En China yo pude ver esto: es muy frecuente que un joven chino trabaje, durante un periodo del día, como profesor en una escuela, en el periodo de la tarde trabajar como guía turístico y, habitualmente, tener un tercer trabajo para poder sobrevivir; ése es el cuadro. Esa situación alcanza también a oficios más calificados: ya existen estudios de abogacía que contratan abogados sólo cuando ellos son necesarios. Con eso se crea una condición de trabajo global, frecuentemente desregulada, y sólo cuando hay resistencia a ese proceso las barreras son creadas.
IHU On Line– ¿Pero, por otro lado, no existe una preferencia, por parte de los trabajadores, de tener un trabajo más flexible, autónomo, como el PJ hoy en día en Brasil? ¿Por qué, en su evaluación, esa reestructuración del trabajo es peor que la del formato anterior?
RA – Su pregunta es muy importante. Son dos cosas y voy a sintetizar para no ir demasiado lejos. Primero, la idea y la ideología del “emprendedorismo” son poderosas, porque muchos trabajadores no quieren ser asalariados y muchos sueñan con la idea de tener su propio negocio. Esa es una idea poderosa. Se trata de la idea de ser un pequeño patrón, el patrón de sí mismo, pero muchas veces la persona se vuelve un obrero de sí mismo –abordo eso en el libro también-, explota su propio trabajo y el trabajo de sus familiares. Es preciso que se haga mucha investigación sobre esto: ¿cuántos emprendedores que intentan ganarse la vida con pequeños negocios son bien sucedidos y cuántos se quiebran en medio del camino?
Conozco varios que gastaron el Fondo de Garantía y las reservas que tenían y otros que consiguen sobrevivir. La apariencia de felicidad termina cuando el trabajador envejece, porque ¿quién garantizará su seguro de salud, si él no tiene uno? ¿El SUS?
Nosotros sabemos que el SUS está siendo dilapidado hace décadas y, especialmente en este último periodo del gobierno de Temer, la devastación es completa. Si el trabajador no tuviera condiciones de pagar un convenio médico privado, ese trabajador PJ va a percibir las amarguras y la tragedia del envejecimiento sin derechos. De un lado, tiene un ideario que parece el paraíso, pero frecuentemente está resbalando en el infierno sin pasar por el purgatorio.
Es claro –para responder al último punto de su pregunta- que en los niveles que disponen de capital cultural los salarios son altos. Por ejemplo, presentadores de grandes diarios de los grandes medios son, en general, PJ: sus salarios son altos, él no tiene derechos, pero tiene un sistema de salud, invierten en el sistema financiero y crean los mecanismos para vivir. Esto es, el PJ, cuando miramos hacia la cima de los salarios, es una realidad, pero cuando miramos hacia la base de los asalariados, la realidad es otra. Más, como vengo diciendo hace mucho tiempo, los gestores se especializan en tallar en la carne de los de abajo, van cortando, pero llega un momento en que la talla y el corte le llega a los gestores, y hoy existe una dificultad muy grande en muchos gestores de conseguir empleos. Ellos están desocupados porque el recorte en el organigrama empresarial redujo también el número de gestores.
Recientemente hacía compras en un mercado y pregunté a un trabajador de cual sección él estaba a cargo, o sea, cuál era la actividad de él ahí adentro. Él me respondió que era gestor, gerente, y le pregunté a cuántos trabajadores él gerenciaba, a lo que respondió “yo mismo”. Luego, él no es un gerente, porque gerente es una denominación falaz, como tantas otras, para esconder una condición de asalariamiento. Esta es la situación real del PJ: parece el paraíso, pero si no tiene cuidado, es el infierno.
IHU On-line- Uno de los objetivos de su libro es identificar y caracterizar quién es el proletariado de servicios. ¿Cuáles son sus conclusiones? ¿En qué se diferencia del proletariado de la industria o de otros sectores o incluso de otros tiempos?
RA- En el pasado, en el capitalismo de los siglos XIX y XX, especialmente en el XX, hubo un proceso de transformación capitalista de la industria – de hecho, ese proceso comenzó con la revolución industrial a partir de la segunda mitad del siglo XVIII -, que se volvió capitalista pleno y en el siglo XX él se consolidó. [Frederick] Taylor y [Henry] Ford son los grandes ingenieros teóricos de ese modelo que se expandió por el mundo.
La agricultura también se volvió capitalista a lo largo del siglo XIX, de modo que la estancia señorial y feudal desapareció y fueron creadas las pequeñas y medianas empresas de propiedad rural productivas. No obstante, hay un elemento muy importante: desde los años 1960 y 1970 del siglo XX, el sector de servicios pasó a ser crecientemente invadido por la lógica del capital, y el capital hoy comoditizó, mercadorizó, volvió capitalista prácticamente todo en el sector servicios. Baste decir que hasta las penitenciarías son privatizadas hoy, para no hablar de los hospitales, rutas, jubilaciones y tantas otras actividades públicas que, en el pasado, prestaban un trabajo y un servicio público y hoy son empresas lucrativas.
Con la expansión monumental del turismo, que también se volvió un elemento del lucro capitalista intenso a escala global y es así que muchos países tienen en el turismo su primera fuente de riqueza, se creó un nuevo proletariado de turismo. Las camareras, por ejemplo, tienen un tiempo medido para hacer la cama en un cuarto de hotel y cuando ellas logran reducir 40 o 50 segundos o un minuto o minuto y medio la hechura de una cama, al final del día arreglarán varios cuartos más por el tiempo que ganaron. En el fast food, que está esparcido por el mundo entero, existe un nuevo proletariado de servicios. Del mismo modo hubo una explosión de los call centers, en la medida que muchas actividades hoy son hechas por el celular. Eso significa que se creó una masa de trabajadores, que en el pasado eran asalariados públicos, pero que son proletarios de servicios.
Hay todavía otro elemento vital: la tercerización fue un instrumento fundamental para el aumento de las ganancias del capital en estos 30, 40, 50 años, momento exponencial de las ganancias y de extracción de plus-valía. Por ejemplo, en la universidad en que trabajo, la Unicamp, en el pasado, los servicios de limpieza y de seguridad eran hechos por funcionarios públicos; hoy es una empresa tercerizada que ofrece trabajadores y trabajadoras para la Unicamp en el área de seguridad o en el área de limpieza, y eso vale para las universidades públicas en general. Esos (as) trabajadores (as) no cobran de las universidades, y sí de las empresas tercerizadas, que hacen los contratos con las universidades públicas y pagan a sus trabajadores. Esto vale para una inmensa gama de actividades que en el pasado prestaban trabajo sin fines de lucro, en el caso del sector público, o eran trabajadores de familia, como médicos o abogados de familia. Hoy, existe una masa de abogados jóvenes desempleados, que quedan “empleados” en tres o cuatro consultorios, así como médicos jóvenes, que para comenzar la carrera tienen que atender a dos o tres convenios, dos o tres hospitales, porque la lógicas se volvió privatista, buscando la ganancia y la valorización del capital. Esto alcanzó, groso modo, al telemarketing, trabajos de la información, de la comunicación, de la hotelería, de las redes de fast food y motoboys.
Proletario de los servicios
¿Qué es lo diferente en relación a este trabajo si se lo compara con el trabajador de la industria? Él es un proletario de los servicios, el proletario de la era digital; él es impensable sin el celular. El siglo XX puede ser denominado como el siglo del automóvil; y el siglo XXI es el siglo del celular y del aparato digital. Es ese el elemento. Los jóvenes dentro de los subtes en China, en la India, en México, en Brasil, en algún país africano o en Europa, están conectados, digitando o hablando con otro por la máquina. Todo eso creó un nuevo proletario, que no es aquella figura del obrero de mameluco de la industria. Eso hace que muchos piensen que ese nuevo asalariamiento de servicios creó algo diferente, positivo. Muchos hablaban de un “asalariamiento de la clase media”, pero no es un asalariamiento de clase media.
¿Qué caracteriza a la clase media? La clase media supone un trabajo prevalentemente intelectual, dotado, por lo tanto, de un ideario, una ideología, donde el individuo de clase media sueña con lo máximo, con los valores de la burguesía, pero frecuentemente ella está corriendo el riesgo de resbalar y decrecer socialmente ¿Qué significa esto? Que fue creado un nuevo proletariado en los servicios, así como en el siglo XIX hubo una expansión del proletariado industrial y en el siglo XX hubo una expansión del proletariado rural. Nosotros estamos viviendo la era del proletariado de servicios y tenemos que estudiarlo. Él es impensable sin el mundo digital, es impensable sin la era del mundo financiero que “revolucionó” el tiempo y el espacio. Las empresas se modificaron profundamente y eso afecta también a la industria y a la agricultura. Si entramos a una fábrica hoy veremos que es muy diferente a una fábrica de 30 años atrás. Como es diferente el proletariado, tiende a ser más joven, acciona máquinas digitalizadas, tiene que tener un dominio, aunque sea muy básico, de la terminología inglesa para poder operar máquinas digitales, y eso también ocurre en la agro-industria.
El mundo del trabajo entero fue alterado porque el mundo del capital creó las llamadas Tecnologías de la Información y la Comunicación, que son decisivas para disminuir el tiempo de circulación de las mercancías, no importa si esas mercancías son materiales o inmateriales. Sin embargo, en los contingentes más masivos, como los call-centers, redes de fast food, redes de hotelería y comercio, el proletariado muchas veces no se ve como proletario. No obstante, él paga un ómnibus o un subte o los dos, y le lleva de dos a tres horas para llegar de la periferia al trabajo. Si él comienza a trabajar a las 8 hs., tiene que salir de casa a las 5 o 6 hs. Si sale del trabajo a las 18 hs, 19 hs. o 20 hs., le lleva más de dos o tres horas llegar a casa y muchas veces tiene que trabajar más tiempo de lo que debería. Si es intermitente, es llamado para atender en un restaurante en la hora del almuerzo, donde trabaja de 11 a 14 hs. Después es llamado para ayudar en la cena, de las 18 a las 21 hs. En ese medio tiempo él no vuelve para casa, se queda en el restaurante, para no tener necesidad de volver con tan poco tiempo. Tenemos que entender a este contingente. En el Valle de Silicio, muchos trabajadores (as) de escalafón medio o de base viven en las calles, en autos, etc., pues no tienen recursos para alquilar un departamento o incluso un cuarto.
Industria 4.0
En el cuadro de la industria “4.0” eso se vuelve más complejo todavía. ¿Qué la industria “4.0”? Primero, es una respuesta del capital avanzado para digitalizar y transformar “el mundo productivo” – lo que ellos llaman como el internet de las cosas. Muchos dicen que ese proceso afectará a todos los sectores, pero no es así: eso puede afectar a todos los sectores, claro, pero afectará de modo muy desigual a los diferentes sectores. Por ejemplo, en el Norte del mundo, en los países del capitalismo avanzado, los trabajadores menos calificados en una industria van a perder sus empleos porque tendremos un proceso de digitalización de la producción, de informatización de la producción. Esto es, el internet de las cosas estará comandando el mundo productivo. Más allá de eso, es claro que también serán creados en la cima nuevos tipos de trabajos más calificados, aunque, en un número pequeño e irrelevante. Las industrias están creando en el mercado global el “proceso industrial 4.0” para tener más ganancias, para reducir la fuerza de trabajo y ser más productivas. Por lo tanto, en el Norte del mundo habrá aumento del desempleo.
Trabajé en Italia el año pasado y pude participar de varios debates sobre la industria 4.0 allá. La clase trabajadora percibe que sus empleos van a disminuir todavía más, o sea, tendrá más desempleo de jóvenes calificados. Es por eso que existe en Europa una juventud que hizo graduación y pos-graduación, pero cuando ese joven consigue empleo, es para trabajar en hoteles y restaurantes, o sea, trabajos para los cuales ellos no precisarían ser ingenieros, economistas, administradores o cualquier profesión de ese tipo. Como existe una división internacional del trabajo, donde la “industria sucia” es transferida hacia el Sur, ¿qué es lo que va a suceder? La industria 4.0 aquí tendrá una consecuencia todavía más grave de desempleo para los asalariados, porque cada vez que se fuera a digitalizar un proceso o crear un flujo movido por la lógica digital, serán desempleados aquellos trabajadores que hacían esa actividad.
¿Alguien imagina que el capital va a tomar las ganancias de esas empresas y hacer grandes concesiones a esa clase trabajadora desempleada, otorgando a ella seguro de salud digno, o salarios de tres mil reales, que sería el salario mínimo ideal sugerido por Diesse?
Vamos a aumentar los bolsones de miseria. Tendremos un mundo digitalizado en la producción lato sensu –industria, agricultura y servicios- y bolsones de trabajadores desempleados. Alguien puede decir que estoy exagerando. Pero no, porque si juntamos el desempleo oficial de Brasil, más el desempleo por desaliento más los trabajos precarios, parciales y temporarios, estamos cerca de alcanzar 30 millones de desempleados. Si la situación es esa sin haber entrado en la industria 4.0, imagine cuando el Brasil entre en la industria 4.0.
Desempleo
Es claro que el desempleo o el empleo dependen, por un lado, del modelo económico vigente, de la acción de los llamados agentes del Estado pro-incentivo a la producción; o sea, la discusión empleo/desempleo posee un design, un componente macroeconómico. Pero es evidente que si en el plano microcósmico y en el plano de la producción se crea cada vez más una industria “internetizada”, tendremos una disminución mayor de empleos, creando un problema, al que vengo apuntando desde la publicación de “Adiós al Trabajo” y “Los sentidos del trabajo”. En este escenario, caminamos hacia un proceso de miseria naturalizada en una dimensión brutal, como existe en la India; nunca imaginé que fuese posible ver la naturalización de una miseria tan profunda como la que existe en la India. Cuando andamos en el centro de Porto Alegre, San Pablo, Río de Janeiro y Belo Horizonte, para no hablar de Salvador y Recife, estamos viendo esos bolsones de la población que no tienen más chances de volver al mercado de trabajo, porque es criminalizada.
Mientras sucede eso, el empresario industrial financista estará acumulando más recursos; no sorprende, por lo tanto, que cuatro o cinco brasileños hoy tengan una riqueza superior a lo que producen 100 millones de personas, y eso es tratado como natural. Es algo provocador, es una aberración societal tratada como natural. Alguien puede decir que no defiendo el avance tecnológico, pero no es eso de lo que estoy hablando. Avance tecnológico sí, pero no para aumentar las ganancias ya concentradas en las manos del 1% de la población, y sí para reducir el trabajo extenuante y la jornada de trabajo, para que esas personas puedan vivir con dignidad dentro y fuera del trabajo, para que puedan trabajar dos o tres horas por día y en las otras horas puedan vivir una vida dotada de sentido. Y para que eso ocurra es preciso tener una reducción monumental del tiempo de trabajo. Para una ampliación del tiempo libre, es preciso combatir la lógica destructiva de la producción de valores de cambio, que tiene como objetivo el enriquecimiento de los conglomerados que componen el sistema financiero y que controlan la producción.
IHU-On-line- Su apuesta es que la revolución 4.0 generará desempleo y pobreza ¿Por qué el escenario inverso, de surgimiento de nuevos y mejores empleos, no le parece factible? ¿Ese escenario es irreversible?
RA- No se trata de una apuesta, es un análisis. Cuando hablé en “Adiós al Trabajo”, publicado en 1955, que la excepción –el trabajo temporario, parcial y tercerizado- tendería a ser la regla y la regla, que era el trabajo reglamentado con derechos, tendería a ser la excepción, muchas personas decían que yo estaba exagerando. Si pudiese jugar con las palabras, diría que exageré para menos, porque el “Privilégio da Servidão” es una constatación de eso.
Reducción del costo de la fuerza de trabajo
El año pasado di clases en la Universidad Ca’Foscari de Venecia como profesor visitante, y los alumnos que estudiaron conmigo, cerca de 20, tienen una certeza: están haciendo una maestría y algunos tienen planes de hacer el doctorado, pero ellos no tienen la menor perspectiva de dónde van a trabajar. En Venecia existe el Vaporetto, aquel barco que es el “ómnibus de Venecia”, que circula por los canales, y lo jóvenes que abren y cierran los portones del Vaporetto son aquellos que hablan inglés, formados en universidades, pero que no tienen empleo para trabajar en su formación, sea ingeniero, administrador o economista. No es por otro motivo que los jóvenes quedan deambulando mundialmente: van hacia China, India, Japón, Estados Unidos, vuelven y van hacia otros países ¿Qué significa esto? Significa que serán creados nuevos empleos más calificados en el sentido del conocimiento informacional digital, pero en una dimensión mucho menor, porque la industria 4.0 no aumentará el número de asalariados dentro de la empresa en relación a lo que ya existe hoy. Esos cambios son hechos para brindar más productividad y ganancias para las empresas. En este sentido, uno de los elementos centrales de la reestructuración permanente del capital es reducir el costo de la fuerza de trabajo. ¿Y cómo se reduce el costo de la fuerza de trabajo en un hospital, diario, televisión, hotel, call center, telemarketing, industria, agronegocio, cultivo de caña de azúcar, etanol, soja o en la extracción de minerales? ¿Cómo se aumenta la productividad? Aumentando la maquinaria y reduciendo la fuerza del trabajo vivo. Quien dice que la revolución 4.0 va a afectar a todo el mundo por igual, está haciendo una conversación puramente ideológica, porque las profesiones que van a perder empleos son aquellas de los asalariados, donde la manualidad del trabajo será sustituida por una “cosa internética”. Ese “nuevo organigrama”, en que todo lo que puede ser digitalizado será digitalizado, va a crear empleos para los de arriba, en número reducido, y aumentar desempleo para los de abajo. Es por eso que en la última parte de mi libro, pregunto si hay luz en el final del túnel.
IHU On-Line — ¿Qué es lo que los Estados nacionales pueden hacer para revertir ese escenario? ¿Qué es lo fundamental en la discusión actual, en este año electoral, sobre las perspectivas en relación al trabajo?
RA – Debo decir que, en relación al Estado, tengo poca certeza. Lo que puede ser hecho –y es decisivo – es el rechazo de la clase trabajadora y de la población asalariada en general a este tipo de destrucción de la legislación protectora del trabajo, obligando al Estado a revertir medidas que fueron tomadas o impidiendo nuevas medidas. Citaré el ejemplo brasileño: se aprobó la Ley de la tercerización total y de la Reforma Laboral por el Congreso, lo cual está absolutamente desprovisto de legitimidad. Estas dos medidas, especialmente la segunda, generarán una repulsa en la población que, en un primer momento, creía que traería derechos y ventajas. Ahora ella está viendo que no tiene trabajo, empleo y derechos.
Revocación de la legislación laboral
Es imperioso, por ejemplo, que las candidaturas que se dicen mínimamente progresistas asuman el compromiso de revocar la legislación laboral y también la Ley de tercerización, porque ellas fueron aprobadas en el silencio de la noche, sin debate, e impulsadas por un gobierno que no tiene la menor legitimidad y no fue electo con esa propuesta. Veamos que, abiertamente, ni los candidatos del centro, ni los de la derecha dicen que encuentran óptima la legislación laboral. Es preciso recordar la tercera medida que el gobierno Temer intentó hacer y no consiguió, fue la Reforma Jubilatoria. La población percibió que la reforma jubilatoria haría que los asalariados sólo tuviesen derechos a la jubilación después de su muerte; en el fondo era eso lo que se trataba ¿Pero qué es posible hacer, para ir al fondo de su pregunta? Es preciso hacer una presión muy fuerte y buscar datos para revocar la legislación social que fue destrozada de modo ilegítimo, por un gobierno ilegítimo, y sin discusión. Es preciso que los candidatos digan – y varios ya están diciendo- que harán una revisión e incluso una revocación de la legislación laboral. El mismo ejemplo vale para Francia, Argentina, Chile y todos aquellos países que están luchando contra ese proceso.
IHU On-Line — ¿Usted dice que Florestan es una de sus inspiraciones en la elaboración de su libro. Por qué Florestan Fernandes[1] es un teórico importante para pensar Brasil hoy? ¿En qué aspectos él le inspira en sus reflexiones sobre la situación del trabajo y del trabajador?
RA- Porque cuando se toma la sociología crítica, Florestan es, de lejos, el más importante de todos los teóricos. Florestan es el gran sociólogo crítico, y los estudios de él sobre la exclusión del negro en la sociedad, de las comunidades indígenas, de la particularidad brasileña y de los países de capitalismo subordinado y dependiente son importantísimos. Su libro “A revolução burguesa no Brasil” es una obra clásica. Además de eso, él hace una discusión extremadamente singular sobre la dependencia en América Latina.
Florestan era un sociólogo muy erudito, conocía a Émile Durkheim, Max Weber, Karl Marx, o sea, conocía toda la teoría social con mucha profundidad. Además de eso tenía un origen social de “abajo”, como a él le gustaba decir: fue un asalariado pobre en la juventud, quebró todas las barreras para convertirse en el sociólogo más importante de la Universidad de San Pablo y, por cierto, de su generación, uno de los más importantes de Brasil. Su obra tiene muchas pistas y una de ellas es la idea de que el mundo latinoamericano siempre oscila entre la reforma y la contrarrevolución. La idea de la “contrarrevolución preventiva” es muy interesante y muestra cómo las clases dominantes, en los momentos adversos, se preparan o se arman para establecer un movimiento contrarrevolucionario, incluso cuando no existe el riesgo de revolución. Es por eso que él habla de “contrarrevolución preventiva”: estaba pensando mucho en el golpe de 1964 en Brasil y en los golpes militares.
Yo me permito decir que, en el contexto actual, de un capitalismo mundializado y globalizado, la contrarrevolución es un trazo exasperado. Para tanto, baste recordar a Trump y el trumpismo en los Estados Unidos, Theresa May y el Brexit en Inglaterra, la elección reciente de un gobierno fascista en Italia, que está tratando a los inmigrantes como el fascismo concibió, y la expansión enorme de los movimientos de extrema derecha en Polonia, Hungría, Austria y Alemania. Además de eso, hace poco hubo una elección disputada en Francia entre Marine Le Pen, fascista, y Emmanuel Macron, neoliberal, ambos de derecha, naturalmente con la diferencia de que uno es fascista y otro no; el otro es neoliberal financista. Se trata de un escenario adverso y nefasto; es un escenario de devastación. No seríamos capaces de imaginar, hace algunos años, que alguien pudiese tratar a los inmigrantes, a los negros y a las mujeres, abiertamente, como Trump está haciendo. Este escenario demuestra que Florestan merece ser revisado por las pistas que da. Estoy feliz de poder dedicar mi libro a dos figuras emblemáticas: a Florestan Fernandes, que es un autor que nos inspira; y a István Mészáros[2], otro autor especial, un filósofo húngaro que vivió en Inglaterra desde que salió de Hungría, a mediados de los años 1950. Él hace una contribución decisiva para pensar el mundo contemporáneo y el sistema del metabolismo destructivo del capital.
La última parte de mi libro se pregunta si hay luz en el final del túnel. Yo pienso que sí. Uno de los primeros desafíos que tenemos que enfrentar es en el plano de los sindicatos y de las luchas. Ambos se deben alimentar uno del otro. Además de eso, es preciso hacer el debate sobre el socialismo, pues esa idea de que el socialismo terminó es una ficción. El capitalismo llevó muchos siglos para constituirse – por lo menos tres siglos, si pensamos del Renacimiento hasta la Revolución Industrial. Entre las experiencias socialistas hubo una tentativa espectacular, que fue la Comuna de París, al final del siglo XIX, y muchas tentativas derrotadas, en su gran mayoría en el siglo XX, comenzando por la rusa y terminando por la china, para hablar de las más importantes, y dejando de lado las revoluciones en África y América Latina a los efectos de esta evaluación. Pero el desafío es pensar un nuevo modo de vida en que el trabajo, la cuestión ambiental, la igualdad de género entre hombres y mujeres, la igualdad sustantiva –para usar una expresión de Mészáros- racial, de género, de clase sean vitales. La humanidad tendrá que reconquistar esas cuestiones. Me gustaría cerrar con un trecho de mi libro: “el mundo actual nos ofrece como horizonte inmediato del privilegio de la servidumbre. Su combate e impedimento efectivos, entonces, sólo serán posibles si la humanidad consigue recuperar el desafío de la emancipación”. Esto es vital. Mi libro es muy crítico en el análisis del mundo actual, pero no creo que ese escenario sea irreversible, porque la historia tiene vida, la historia no tiene un fin preestablecido, la historia es la historia de la confrontación cotidiana. Nosotros tenemos el desafío, en el siglo XXI, de pensar otra sociedad fuera de los constreñimientos del sistema del capital.
Entrevista publicada por Insitituto Humanitas Unisinos: http://www.ihu.unisinos.br/582010-o-proletario-digital-na-era-da-reestruturacao-permanente-do-capital-entrevista-especial-com-ricardo-antunes 1
Ricardo Antunes es profesor de Sociología del Trabajo en la Universidad Estatal de Campinas – Unicamp. Autor entre otros libros de Los sentidos del trabajo, publicado en Brasil, Italia, Inglaterra / Holanda, Estados Unidos, Portugal, India y en Argentina (Publicado por Herramienta). También Adiós al Trabajo, publicado en Brasil, Italia, España, Argentina (Herramienta), Colombia y Venezuela; y también Riqueza e Miséria do Trabalho no Brasil (organizador, Boitempo), Vol. I, II e III. Coordina las colecciones Mundo do Trabalho, por editora Boitempo, y Trabalho e Emancipação, por Expressão Popular.
La traducción para Herramienta es de Raúl Perea
[1] Florestan Fernandes (1920-1995): sociólogo y político brasileño. Fue diputado federal por el Partido de los Trabajadores, y tuvo participación en la Asamblea Nacional Constituyente. Recibió el premio Jabuti en 1964 por el libro Corpo e alma do Brasil y fue agraciado póstumamente, en 1966, con el Premio Anísio Teixeira. El nombre de Florestan Fernandes está obligatoriamente asociado a la investigación sociológica en Brasil y en América Latina. Sociólogo y profesor universitario, con más de 50 obras publicadas, él transformó el pensamiento social en el país y estableció un nuevo estilo de investigación sociológica, marcado por el analítico y crítico, y un nuevo padrón de actuación intelectual. (Nota de IHU On-Line)
[2] Istvan Mészáros: filósofo húngaro, considerado uno de los más importantes intelectuales marxistas de la actualidad. Profesor emérito de la Universidad de Sussex, en Inglaterra. Escribió entre otros, Para além do capital. Rumo a uma teoria da transição (Campinas-São Paulo: Editora da Unicamp – Boitempo, 2002) y de Poder da ideologia (São Paulo: Boitempo, 2004). (Nota de IHU On-Line)