23/11/2024
Por Revista Herramienta
La pérdida de Samir Amin, que falleció a la edad de 86 años el 12 de agosto de 2018, priva al mundo del más grande teórico del imperialismo de fines del siglo XX y principios del XXI, y uno de los más importantes activistas y organizadores mundiales en la lucha antiimperialista de nuestros días. Nació el 3 de septiembre de 1931, de padre egipcio y madre francesa. Ya en su juventud surgió como uno de los más destacados analistas del imperialismo, con su disertación doctoral de 1957, publicada más tarde bajo el título de La acumulación a escala mundial. Amin jugó un papel crucial y formativo en cada uno de los grandes períodos del análisis político-económico mundial desde la década de 1950 hasta el presente: 1) la teoría de la dependencia en los años cincuenta y sesenta; 2) el análisis del sistema mundial en los setenta y ochenta; 3) la crítica de la globalización neoliberal desde comienzos de los noventa; y 4) el descubrimiento de la nueva era del capital financiero monopolista mundial desde 2008. Su maduro análisis político-económico del capitalismo se manifiesta en su último libro: Modern Imperialism, Monopoly Finance Capital, and Marx’s Law of Value (2018), pero ya había sido anunciado más de sesenta años antes en su La acumulación a escala mundial.
Amin fue famoso por su análisis de la desarticulación de las economías periféricas, en contraposición al desarrollo autocéntrico en el centro del sistema; lo que era una realidad creada y perpetuada por el colonialismo y el imperialismo. Esto exigía que los países del tercer mundo se desvincularan del sistema imperialista mundial. En el debate sobre el intercambio desigual de los años setenta, Amin se destacó al demostrar que los niveles extremos de explotación en la periferia podían ser atribuidos al hecho de que las diferencias salariales entre los trabajadores en el norte mundial y los del sur mundial eran mayores que las diferencias en las respectivas productividades; lo que conducía a la extracción de un excedente económico enorme y creciente. Fue sobre la base de este análisis que pudo construir su teoría del intercambio desigual. Esto, a su vez, lo llevó a su crítica del período de la globalización, caracterizado por el arbitraje laboral mundial, durante el cual el capital financiero monopolista, especialmente los años noventa, comenzó a desplazar la producción al sur mundial, encaminándose a la extracción acelerada del excedente económico o la renta imperial vía las corporaciones multinacionales.
En todos sus análisis político-económicos, a lo largo de más de sesenta años, Amin consideraba a su obra como parte de la misma amplia tradición teórica que la de Paul A. Baran y Paul M. Sweezy en El capital monopolista: un ensayo sobre el orden económico y social de Estados Unidos (1966), así como también en los subsiguientes análisis del estancamiento económico, la sobreacumulación y la financiarización, desarrollados en Monthly Review en el período 1968-2008 por Sweezy, Harry Magdoff, y otros. A partir de esta crítica de la acumulación mundial surgió el análisis actual del capital financiero monopolista, o lo que Amin también llamaba la nueva fase del “capitalismo monopolista generalizado”, evidente en la Gran Crisis Financiera de 2007-09.
Sin embargo, Amin es más conocido por su teoría del imperialismo y el desarrollo desigual. Entre sus aportes más destacados estuvo su reinterpretación de toda la historia del desarrollo mundial en su libro El eurocentrismo – crítica de una ideología (él acuñó el término eurocentrismo). En esta obra criticó en forma devastadora al modelo clásico de etapas lineales, según el cual el feudalismo al estilo europeo era considerado como un precursor necesario para la transición al capitalismo, con lo cual, por consiguiente, su ausencia en el oriente y el sur mundiales, explicaba en forma universalista el fracaso del desarrollo capitalista en todos lados salvo en el occidente europeo. En una reinterpretación que influyó poderosamente, Amin introdujo el concepto del modo de producción tributario, que según él afirmaba, tuvo su desarrollo más completo en China, constituyendo así un modo de producción más verdaderamente universal, del cual el feudalismo europeo debía ser visto como una forma menos desarrollada. Fue el atraso de Europa lo que le dio una ventaja histórica en el surgimiento del capitalismo. No obstante, la universalidad del modo tributario significaba que si no hubieran sido impedidas por el imperialismo, otras regiones podrían haberse desarrollado orgánicamente en formas similares. Esto lo demostró el ascenso meteórico del Japón, el principal ejemplo de un país que jamás había sido colonizado o sometido a tratados desiguales, que pudieron, durante la “Restauración Meiji” a fines del siglo XIX, modernizarse rápidamente y catapultarse al centro del sistema capitalista. en el siglo XX. Al contrario, esto solo fue posible por medios revolucionarios, y sobre la base de alianzas obrero-campesinas, como lo demostraron las revoluciones rusa y china. El enfoque de Amin sobre el imperialismo y la desvinculación lo llevó a una interpretación más matizada de los acontecimientos chinos. Jamás abandonó su respeto por Mao Zedong y por lo tanto fue crítico del subsiguiente “camino capitalista al socialismo” chino. No obstante, Amin continuó centrándose en el estatus post-revolucionario que se manifestaba en su: 1) la construcción de un proyecto soberano nacional surgido de la Revolución China de 1949, que le permitió romper con el cerco imperialista; 2) su resistencia, imitada luego en Vietnam, a la transformación de la tierra en una mercancía; 3) su retención de una considerable propiedad estatal; y 4) la persistencia de un importante aparato de planificación. El contraste entre China e India, en particular con respecto al tratamiento de la tierra, y el efecto sobre las condiciones de su población, fue llamativo. La apertura por parte de Amin sobre la cuestión de China de este modo ha estimulado análisis críticos de los acontecimientos históricos chinos, contribuyendo a la expansión del debate en la izquierda, dentro y fuera de China, del cual los artículos en este número de Monthly Review por Lau Kin Chi y por Zhiming Long, Rémy Herrera y Tony Andréani son claras manifestaciones[1].
Un importante aspecto del desarrollo chino en el siglo XXI, podría ser visto, según Amín, en el conflicto entre el imperialismo norteamericano, junto a sus aliados subalternos europeos y japonés, y el proyecto soberano chino, que necesariamente condujo a China hacia alianzas Sur-Sur (y Oriente-Oriente). En este aspecto, China (junto a los otros estados del BRICS), fue el heredero, aunque en un contexto histórico cambiado, de muchas de las aspiraciones del Movimiento No Alineado, celebrado en la Conferencia de Bandung de 1955, que siguió siendo un punto de referencia importante para la crítica de Amin. Mientras tanto, su revaloración de la Revolución rusa lo llevó a creer que el papel de Rusia en la oposición al imperialismo hegemónico de la Tríada (Norteamérica, Europa Occidental y Japón) la obligaría a volver a desvincularse del sistema capitalista mundial, posiblemente relacionada con un renovado movimiento por el socialismo; en otras palabras, que un siglo más tarde, seguiría existiendo el espectro de 1917.
La peculiar claridad y complejidad de la doble crítica de Amin al capitalismo y al imperialismo, explicando en forma simultánea las influencias económicas, políticas y culturales, así como también aceptando las contingencias históricas, le permitió investigar las cambiantes dinámicas clasistas y nacionales en todo el mundo. Frecuentemente señalaba las especificidades históricas de naciones y regiones sobre una base comparativa, revelando nuevas posibilidades y contradicciones revolucionarias. Pero su conciencia del crecimiento de las fuerzas de la reacción no era menos aguda cuando hablaba de lo que él llamaba “el otoño del capitalismo”. Así fue que en un artículo en la edición de Monthly Review en septiembre de 2014, fue el primero en dar la alarma sobre “el regreso del fascismo en el capitalismo contemporáneo”, ofreciendo unos análisis que hoy, cuatro años más tarde, pueden ser considerados proféticos.
En julio de 2018, escribiendo para International Development Economics Associates[2], Amin presentó uno de sus análisis más incisivos de la constelación de crisis y contradicciones del actual momento histórico, en un artículo titulado “It is Imperative to Reconstruct the International of Workers and Peoples”[3]. En esta edición de Monthly Review, estamos publicando su ensayo “The Communist Manifesto, 170 Years Later”[4], que representa una revaloración, para nuestra época, del documento revolucionario más importante de todos los tiempos. En él, Amin trata de explicar, nada menos, su cambiante trayectoria mundial desde 1848 hasta 2018.
Ese ensayo es una conclusión muy apropiada para la obra de un gran intelectual revolucionario.
* Agradecemos la gentileza de los directores de la revista Monthly Review por autorizar la traducción y publicación en castellano de un fragmento de sus notas en el nro. 5, Vol. 70, octubre de 2018.
Traducción para Herramienta de Francisco T. Sobrino.
** John Bellamy Foster y Brett Clark, son Editor y Editor Asociado, respectivamente.
[1] “Una perspectiva subalterna sobre la crisis ecológica de China” y “Sobre la naturaleza del sistema económico chino”, respectivamente (Nota del Traductor).
[2] “IDEAS” Una red pluralista de economistas progresistas de todo el mundo, dedicados a la investigación, enseñanza y diseminación de análisis críticos de la política y el desarrollo económico, que tratan de desarrollar alternativas al paradigma económico dominante actual, formulado por la ortodoxia neoliberal (N. del T.).
[3] “Es imperativo reconstruir la internacional de los trabajadores y los pueblos” (N. del T.).
[4] “El manifiesto comunista, 170 años después” (N. del T.).