23/11/2024

La “revolución bolivariana” en peligro

 
El proceso político radical que vive la sociedad venezolana desde hace dos décadas y media, ha ingresado a una de esas fases donde las medias tintas no resuelven nada. Al contrario, las derrotas de la historia contemporánea muestran que en situaciones como la actual, vacilar, equivocarse o confundir al enemigo real, suele facilitar la tarea contrarrevolucionaria en marcha.
Los resultados de la asonada violenta de febrero arrojan demasiadas señales de advertencia, en varias direcciones, como para suponer que se trató de un acto más de una oposición derechista que no se resigna a sus continuas derrotas.
127 edificios públicos quemados, semi-quemados o intentados quemar, en cuatro ciudades (Caracas, Miranda, Táchira y Mérida); 17 muertos hasta el 1º de marzo entre y chavistas, anti-chavistas y gente no militante; un guardia nacional bolivariano asesinado y otro casi linchado en la calle por grupos de la derecha; tres obreros bolivarianos asesinados, uno en Caracas, frente a la fábrica, los otros en una marcha en Ciudad Guayana; 503 detenidos entre el 6 y el 27 de febrero, entre ellos 8 militantes chavistas. De ese total, el 1º de marzo solo quedaban 11 detenidos (12 con Leopoldo López), incriminados por quemar edificios, estaciones del Metro o portar armas ilegales en la marcha, además de la orden de captura a un General retirado en 2011, autor del degollamiento accidental de un joven derechista motorizado en el este rico de Caracas. Este general, cuya imagen recorrió la prensa mundial, se encuentra atrincherado en su residencia y resiste al arresto con armas de guerra. Alrededor de cinco paramilitares fueron atrapados en el Estado andino de Táchira y en el central de Aragua, al lado de Caracas.
        De los 156 heridos registrados  por la Fiscalía y la ONG venezolana Provea, alrededor de 50 son opositores, más de 80 son Guardias Nacionales, el resto son militantes chavistas o gente común.
        Uno de los hechos más sorprendente y silenciados de la rebelión derechista, fue el asedio de la planta de Venezolana de Televisión, el canal más grande de los cinco del Estado. El asedio duró seis noches con sus madrugadas, protagonizado por alrededor de 50 o 60 jóvenes, con apoyo de los vecinos de clase media y se tiraron sobre el edificio y a la Guardia Nacional, unas 600 bombas molotov, según el recuento de un trabajador de limpieza del canal.
        La ciudad más afectada no fue Caracas, sino San Cristóbal, la capital del Estado de Táchira, fronteriza con Colombia. Alrededor de la mitad de sus avenidas, calles y centros comerciales fueron ocupados por estudiantes de Voluntad Popular, Primero Justicia y Un Nuevo Tiempo (tres partidos de la derecha), con la participación de centenares de jóvenes barrios pobres, muchos de ellos del mundo de la droga y el malandraje. La escala e intensidad de la violencia en esta ciudad sería inexplicable sin la participación de los paramilitares de la Fundación Internacionalista por la Democracia, dirigida por Álvaro Uribe Vélez. Uno de ellos, atrapado por la policía de la ciudad, confirmó su pertenencia y entregó la casa donde guardaban parque militar. Recordemos que esa provincia fue gobernada por la derecha hasta el año 2012, y se registran amplias capas medias comerciales y mucha juventud descompuesta por la delincuencia. Para frenar el terror impuesto con las destrucciones, golpes a chavistas y quemas en San Cristóbal, el gobierno bolivariano impuso el control militar de la ciudad el día 21, y aun así, cuatro días después, un grupo de unos 15 jóvenes capturó,  desarmó y casi mata a un guardia nacional, salvado del linchamiento por vecinos.
Estos resultados, son mucho más que “hechos de violencia” por parte de grupos opositores. La novedad es la dinámica adquirida y el carácter político de esta violencia de febrero.
Un aparte de la derecha, apoyada desde el exterior por grupos de mercenarios del medio oriente y de la Fundación de Uribe Vélez, funcionando como mediaciones del Pentágono (al menos de una parte del Departamento de Estado), se han convencido de que es el momento propicio para desmadrar la frágil gobernabilidad de Nicolás Maduro. Eso explica la resolución de sus dirigentes, la ferocidad de la violencia y la división en las propias filas de la derecha.
También la sorpresa del gobierno. La tardía reacción gubernamental, y el impacto sorpresivo por la marcha del día 12 en el centro de Caracas, donde quemaron muchos edificios, bancos, carros y parques, denotaron las alarmas y el carácter de la rebelión derechista.
Ucrania es apenas el caso más reciente. Pero antes fueron Honduras y Paraguay. Son algunos escenarios de prueba de lo que en teoría geopolítica contemporánea se llama “guerras de baja intensidad”. En Venezuela no les está resultando tan fácil, pero las acciones van en el mismo sentido.
 
Brota una corriente fascista en Venezuela

Estamos en presencia del surgimiento de una corriente juvenil de conducta pinochetista, filofascista o neonazi, en todo caso de inspiración ultraconservadora y decidida a la acción directa. En el mismo sentido que los brillantes análisis publicados por Roland Dénis en Herramienta, es un fenómeno que debe ser abordado en términos teóricos y prácticos para enfrentarlo en su medida.[1]
Su base social amplia se compone de la fuerte clase media anti-chavista de por lo menos 5 millones de personas, que es más o menos el 36% del padrón electoral. De esa masa votante opositora brotó una corriente de algunas decenas de miles en la vida universitaria. Sus nichos son las universidades privadas y la UCV, una vieja universidad pública neoliberalizada desde comienzos de la década de los 80.
Esa corriente estudiantil no es un movimiento en el sentido, por ejemplo, del que existe en Chile, o el que explotó en 2012 en Colombia. Tampoco se parece a la corriente juvenil rebelde nacida el año pasado en algunas ciudades de Brasil. Se trata de unos 30 o 40 mil estudiantes de alta clase media, con edades oscilantes entre los 18 y los 23, que durante los 15 años de gobierno bolivariano, fueron amamantados con odio a todo lo que huela a chavismo.
Su primera manifestación fue el año pasado cuando asesinaron a 13 jóvenes bolivarianos, tras el llamado de Capriles Radonski a desconocer el resultado que dio el triunfo electoral a Maduro por apenas 1,9 puntos. Su consigna, el día 11 de abril, un día después del resultado fue: “¡¡Sáquense esa arrechera en la calle!!”.  Esta vez, la consigna fue menos emotiva y la dijo Leopoldo López frente a la Fiscalía, antes de que comenzaran a quemarla: “Nos iremos de las calles cuando los que gobiernan se vayan”. Eso explica la consigna de la marcha del 12: “La Salida” y la idea de que existe ahora una coyuntura de atajo para tomar el poder. De esa corriente juvenil de derecha participan grupos juveniles de barrios pobres, algunos identificados con la delincuencia, otros simplemente descontentos con el gobierno y atraídos por Voluntad Popular.
Durante el siglo XX, Venezuela no tuvo expresiones locales del fascismo europeo, como se conoció en Chile, Argentina, Uruguay, Brasil o El Salvador. Sus apariciones fueron completamente marginales, a comienzos de los años 40, y luego en los 60. En 1970, cuando la izquierda electoral se hizo poderosa surgió un oscuro banquero llamado Pedro Tinoco, convertido adalid fascista, pero sin fortuna. Considerando que el acto fascista en nuestros países atrasados no puede ser igual al surgido en la Italia de 1922, en Alemania desde 1923 hasta que se hizo del poder en 1933, o en los movimientos falangistas en España y Portugal; esta variedad de expresiones del acto fascista en la propia Europa, nos impone en nuestro continente la aparición de formas distintas y variadas. En algunos países, el “fascismo” no requirió de partidos o movimientos. Ese rol lo cumplieron los gobiernos y sus Fuerzas Armadas, en otros casos se combinaron.
En la Venezuela bolivariana, apareció por el lado más sensible, la juventud formada en las familias adineradas de la alta clase media y en algunos sectores desclasados pobres. Esa fracción de la juventud actual no ha conocido otro país que el gobernado por un gobierno de izquierda, cuyo discurso es tan anti-yanqui como es pro-yanqui la identidad que ellos sienten por el modo de vida de Miami. En esa ciudad viven más de 400 mil venezolanos, la mayoría perteneciente a esa clase. Entre 2003 y 2012 emigraron total o temporalmente a esa ciudad-balneario de la Florida, más de 25 mil familias opositoras asqueadas de chavismo, cubanos, discursos anti-yanquis y movimientos bolivarianos ocupando sus hoteles, fábricas, avenidas y espacios culturales. Cada semana, quincena o mes, viajan a comprar ropa, bienes ligeros y a divertirse. El chavismo representa, entre otras cosas malas para ellos, la negación de ese paradigma con todos sus imaginarios lúdicos.
 
Tres perspectivas y un destino incierto
 
Tras la derrota de la aventura de la agrupación derechista Voluntad Popular, dirigida por Leopoldo López y otros grupos, se abren dos o tres perspectivas en Venezuela. Cada una de ellas, dependerá de cómo se modifiquen, o se mantengan, las condiciones económicas, sociales, políticas y emotivas que permitieron la asonada de febrero.
La tendencia más probable es la radicalización anti-gubernamental, aunque por momentos amainen las acciones.
La incompatibilidad absoluta entre chavismo y anti-chavismo y entre gobierno bolivariano y Washington, no soporta resoluciones intermedias. Salvo que aparezcan y se impongan paralizando las capacidades revolucionarias dentro del movimiento bolivariano.
Esta opción no está definida en la realidad, aunque existen elementos que podrían anunciarlos. El primero es que una parte de la oposición, sobre todo la empresaria, prefirió buscar canales de convivencia, y encontró eco en algunos rincones del gobierno. Esto no sería posible sin la otra novedad: capas importantes del chavismo menos militante han comenzado a retraerse en una pasividad desconocida. Y una parte importante de la militancia  y de los cuadros políticos e intelectuales, han sido bloqueados, censurados o separados de instituciones gubernamentales, con los inevitables efectos  desmoralizantes y de aislamiento.
Habrá que evaluar las modificaciones que trajo el cimbronazo de febrero en ambos sectores del movimiento bolivariano, para calibrar el curso del chavismo y su relación con el gobierno.
La derecha más decidida a voltear a Maduro ahora, deberá probar si puede sacar a sus masas a la calle. En febrero no pudieron. La única marcha seria fue la del día 12 y luego la del día 24, pero fuera del centro de Caracas. Esa fuerza no alcanza para voltear nada, menos a un gobierno con tanta raíz social y militancia radical organizada como el del chavismo.
La segunda perspectiva nace en Washington. Qué hará o dejará de hacer el Departamento de Estado. Si acuerdan en una sola táctica político-militar contra Miraflores, se acelerarán los tiempos políticos de la derecha y del chavismo. Eso no está asegurado según las actuales condiciones internacionales.
Esta vez, los grupos económicos y financieros más importantes del país se retrajeron. Fedecámaras, la Iglesia y la CTV, la vieja central obrera, protagonistas en 2002, 2003 y 2004, no acompañaron a Voluntad Popular en su aventura de febrero.
Ramón Piñango, el académico derechista más respetado entre ellos, retrató esa postura en un documento: “La agenda de López no se corresponde con asuntos de política nacional” (…) “Las acciones de López buscan desplazar el liderazgo de Capriles” (Barinotas.com, 15/02/2014). La marcha de la MUD el sábado 21 en el este de Caracas, fue convocada bajo la consigna de “Contra la violencia…”.
Este documento apareció en pleno acontecimiento para enfrentar el extravío callejero de Leopoldo López y su movimiento, y al mismo tiempo para contradecir al autor de la idea insurrecta conocida como “El Atajo”, desarrollada en los artículos de Alberto Franceschi, uno de los políticos más radicalizados contra el gobierno de Nicolás Maduro y todo lo que huela a chavismo.  
Los promotores del Atajo se basan en estos hechos de la realidad: a) existe un fuerte malestar en las filas del chavismo, en la masa votante y en la vanguardia; b) el desabastecimiento y el colapso que lograron ellos en el sistema de distribución, además de la quiebra de la moneda con la inflación y la devaluación cruda, dañó con dureza a sectores amplios de la población, chavista y no chavista. El 10% de aumento salarial decretado por Maduro, es bueno, pero muy insuficiente para compensar; c) Maduro no es Chávez; d) Ni Unasur, ni la Celac o el Mercosur, tienen la misma capacidad de reacción mostrada en crisis similares como las de Bolivia (2008), Ecuador y Honduras (2009) y Paraguay (2012).
La conciencia más general de Piñango, advierte sobre los errores de ese presupuesto de creencias, más emocionales que políticas, o en todo erradas en algunos cálculos. Reproduzco su contenido desde el sitio venezolano Barinotas.com, del día 15 de febrero:
1) El respaldo popular al chavismo sigue siendo importante y mayoritario.
2) Las medidas anunciadas por el presidente Maduro han dado señales para el pueblo que el gobierno está actuando.
3) El gobierno ha logrado posicionar la matriz de la responsabilidad del sector privado en la escasez y especulación.
4) Los vínculos de López con Álvaro Uribe y el paramilitarismo quiebra la relación con el gobierno de Santos.
5) El respaldo de las FANB a la Revolución es irrestricto.
6) La agenda del Plan “Salida” no tiene ni tendrá respaldo popular, el pueblo de Venezuela por tradición cultural aísla a los violentos.
7) Cualquier acción violenta contra el gobierno unifica las fuerzas chavistas.
8) La agenda de López no se corresponde con asuntos de política nacional.
9) Las acciones de López buscan desplazar el liderazgo de Capriles.
(R. Piñango, “Unidad deanálisis de coyuntura”, IESA, Caracas).
Piñango es parte del sector opositor que busca canales de negociación con un sector del gobierno, para tratar de pactar un co-gobierno, una repartición de poder sin estar en el gobierno. Es otro tipo de atajo, con modos y métodos distintos.

El tercer factor

El tercer factor decisivo después de febrero, es el gobierno y el chavismo como movimiento. De lo que hagan o dejen de hacer, dependerá en términos decisivos, el curso de la gobernabilidad.
En las actuales condiciones Voluntad Popular y sus seguidores se replegarán por algunas semanas o meses, como ocurre en toda derrota. Pero ya anunciaron que volverán entre abril y mayo.   La pregunta es con qué capacidad social y militar volverán. Esto, a su vez, dependerá de la señal de Washington.
Estados Unidos y sus agencias internacionales de control ideológico usarán la expulsión de la CNN de Venezuela y el apresamiento de Leopoldo López para calentar la opinión pública hacia una “ucranización” de Venezuela.
El carácter de la situación ha convertido en urgente lo que antes de febrero era un debate en las filas del chavismo. Sistematizar las medidas y políticas de control y contención de los brotes filo-fascistas expresados en Voluntad Popular, los paramilitares de Uribe y unos cuatro o cinco grupos de cultura neonazi, para desmantelarlos desde el inicio y en sus raíces.
Al mismo tiempo, se impone ante la inmediatez del peligro, revolucionar el modelo rentista de control corporativo centralizado que convirtió en improductiva la producción, en frágil el dólar y ayudó a la oposición a colapsar la distribución. Y lo peor, alejó del gobierno a capas del chavismo. Esta tarea depende de la capacidad política del gobierno para destrabar las fuerzas creadoras del pueblo trabajador, aprisionado en las redes de una burocracia altamente improductiva. Como exige en su escrito revelador, el revolucionario venezolano Roland Dénis: “Volver a la épica y el entusiasmo de los primeros tiempos”. Las principales usinas de la producción nacional están en manos del Estado y de los trabajadores bajo diversas formas, una de ellas el control obrero. Pero eso es apenas una suma de cosas. Les falta el programa, la claridad de objetivos y el discurso correcto, para que esa gigante capacidad transformadora vuelva a poner a andar con la democracia política entusiasmadora de 2002, 2003 y 2004.
En ese contexto, la urgencia del control estricto del comercio exterior, bajo control social, deberá complementarse con la expropiación de los grandes consorcios del comercio importador y la banca. Y de una exigencia que se ha convertido en masiva en el sentimiento del movimiento bolivariano: la expulsión de la burocracia que mantiene secuestrado el poder y alimenta desde el Estado a la llamada “boliburguesía”.
De cómo se desbrocen estas fuerzas en pugna y sus tendencias sociales, surgirá la perspectiva más probable y el curso político que defina el destino de la “revolución bolivariana”.
Un factor político decisivo son las Fuerzas Armadas Bolivarianas. En esta institución están contenidos factores fundamentales de los nuevos escenarios venezolanos. ¿Lograrán las fuerzas enemigas de la “revolución bolivariana” fragilizar a algún sector dentro de ellas, para que presione por una salida negociada?
Eso no está descartado. Dependerá del grado de presión externa e interna y del nivel que alcancen las próximas confrontaciones en las calles.
En esa perspectiva, el mes de mayo será clave, según el programa de acciones que la derecha ha expresado en artículos y algunas declaraciones.
El atajo, es la consigna rectora para el período abierto por la muerte del líder Hugo Chávez, la fragilidad transicional del gobierno.  Simplemente, ellos se han convencido que este es el año propicio para desbarrancar al gobierno.
No existe, en las actuales condiciones, mucho margen de acción para un camino de capitulación como ese. Pero se puede construir. Ni el chavismo de base ni los movimientos del llamado poder popular lo soportaría (excepto si el gobierno decide derrotarlos físicamente), ni toda la oposición está unida detrás de esa opción. Quieren todo, no una parte del poder.
En este punto nacen los dilemas más cruciales del proceso revolucionario venezolano, después del 12 de febrero.
 


 
[1] R. Dénis, “Las bisagras del fascismo” y “Desactivar el fascismo”, ambos en este mismo número.

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